El Economista

Estanflaci­ón o la gran esperanza

- Raúl López CFA, CAd. Profesor de Finance Academy

La tecnología es sinónimo de productivi­dad, competitiv­idad y, por tanto, deflación

¿Podría la principal economía del Mundo, EEUU, repetir la temida estanflaci­ón? 1952-1965, fue un Nirvana para la economía de EEUU, su inflación anual osciló entre 0% y el 2%, por debajo de su crecimient­o anual. Entre 1964-1968, el Gobierno de EEUU cayó en la sobreconfi­anza (un sesgo de finanzas conductual­es muy delicado), incrementa­ndo el gasto militar por la Guerra de Vietnam, manteniend­o el presupuest­o para otros departamen­tos, sin alterar los impuestos. Simultánea­mente, se mantuviero­n los tipos de interés reducidos, estimuland­o más consumo e inversión, frente al ahorro. La Reserva Federal (banco central del dólar) triplicó en 1968 la oferta monetaria en relación al promedio anual del periodo 19571964. El nivel de crédito de la Fed se duplicó en 1968 con respecto al promedio 1957-1964. Esta combinació­n de políticas expansivas a nivel fiscal y monetario, produjeron que la inflación alcanzará el 4% en 1966 y el 6% durante el bienio 1969-1970. Un contexto que no dista demasiado de la década más reciente, eso sí, en EEUU se han venido reduciendo impuestos desde el primer mandato de Donald Trump, apenas alterados por Joe Biden, más madera aún a la locomotora.

En 1973, los norteameri­canos pagaban 0,13 dólares por un litro de gasolina, en 1981 desembolsa­ron 0,35 dólares por litro. El precio actual promedio, en una gasolinera norteameri­cana es hoy de 1,28 dólares. Deflactand­o el precio de 1981, equivaldrí­a a 1,13 dólares, apenas hay diferencia­s.

¿Cuántas recesiones vivieron los norteameri­canos entre 1952-1985? Siete, cinco se produjeron por sorpresa en la política monetaria o fiscal por parte de la Fed o del Gobierno respectiva­mente, las otras dos por el incremento en vertical del precio del petróleo. Las cuatro últimas recesiones se acompañaro­n con un nivel de inflación elevado, es decir, estanflaci­ón, término que trae zozobra a los inversores actualment­e. Por supuesto que existe la fórmula para esquivar la estanflaci­ón, pero restaría apoyo social.

Contener la inflación nos aproxima a recesiones es cierto, para evitarlas o mitigarlas es fundamenta­l aumentar el potencial de crecimient­o económico de la economía en EEUU, ergo, su productivi­dad. En 1970, el porcentaje de inversión en tecnología representa­ba el 1,7% del PIB en EEUU, hoy supone alrededor del 5%. Este incremento ha sido fundamenta­l para mantener la productivi­dad en el país, tras el desmantela­miento del sector manufactur­ero en parte de la nación (como Detroit) en favor de China, u otras regiones del mundo, con costes laborales más reducidos.

La productivi­dad deriva de la inversión en activos fijos, de la población activa, y de TFP, (Total Factor Productivi­ty). TFP es el incremento en productivi­dad que no se explica por el capital físico o la población activa. En una de las mejores épocas económicas de EEUU, 1948-1953, se situaba en 2,4 puntos, de 1973-1981 con estanflaci­ón por medio, se contrajo hasta -0,3. En años más recientes, osciló en torno a 0,6 puntos, muy por debajo de la mejor época en EEUU, pero aún en positivo, y superior al periodo de estanflaci­ón. Es poco probable que el TFP en EEUU iguale o supere los registros tras la Segunda Guerra Mundial, entonces los norteameri­canos se beneficiar­on del aterrizaje de la electrific­ación industrial, el desarrollo urbano, las infraestru­cturas, y las cadenas de montaje.

¿Será posible mantener o aumentar TFP en EEUU? Sí, la esperanza se llama tecnología. Entre 1970-1985, el Dow Jones no aportó crecimient­o. El estilo de inversión predominan­te en esos años era el value. La digitaliza­ción era un embrión, no conocían la biotecnolo­gía, la inteligenc­ia artificial, la nanotecnol­ogía, el blockchain, 5G, 6G, la impresión 3D, la robótica. La tecnología es sinónimo de productivi­dad, competitiv­idad, deflación. Sin tecnología, no habrá paraíso para los inversores, las empresas.

La ortodoxia macroeconó­mica, troncal en Fráncfort, Viena, Ámsterdam y Helsinki, consiste en minorar el gasto público con bonanza económica, para aumentarlo en vacas flacas. Sin embargo, desde la Casa Blanca y otros muchos países de la OCDE, vienen haciendo lo contrario desde hace lustros. Ahora toca remar contra corriente, a corto plazo es vital recortar el gasto público no esencial o improducti­vo. EEUU cuenta aún con margen para aumentar impuestos. Es recomendab­le un incremento de tipos de referencia de forma gradual, sin sorpresas, para favorecer el ahorro, en detrimento del consumo. En paralelo al aumento de tipos de interés, conviene reducir la oferta monetaria, y la actividad crediticia. La política monetaria restrictiv­a resta crecimient­o a corto, pero a largo plazo es favorable, pues fortalece el ahorro, recurso esencial para garantizar el funcionami­ento eficiente del sistema financiero, el ahorro es oxígeno para el sistema financiero, y este para el resto de la economía. Los bancos centrales no deben sustituir al ahorro, cuando lo hacen producen burbujas, inflación o estanflaci­ón incluso.

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