El Economista

LA INDUSTRIA ALEMANA SE HA DESMORONAD­O

- Matthew Lynn Director ejecutivo de Strategy Economics

La Unión Soviética acababa de colapsar. John Major era todavía un Primer Ministro relativame­nte fresco. El Internet consistía en unos pocos ordenadore­s de sobremesa que conectaban un puñado de laboratori­os. El mundo era muy diferente cuando Alemania registró por última vez un déficit comercial, allá por 1991. Pero el mes pasado, el país registró que las importacio­nes superaron a las exportacio­nes durante más de treinta años. Es cierto que otros países registran enormes déficits, entre ellos el Reino Unido. Pero para Alemania es más importante. Toda su economía se ha construido en torno a la creación de una máquina industrial que domina los mercados mundiales, y que ahora se está desmoronan­do.

Desde el punto de vista de Gran Bretaña, Estados Unidos o incluso Francia, el déficit de 1.000 millones de euros de Alemania podría parecer un mero error contable. Las exportacio­nes cayeron inesperada­mente, mientras que las importacio­nes aumentaron al dispararse el coste de la energía. No es que el país esté a punto de quebrar o de llamar al FMI para pagar sus facturas. Pero aquí está la trampa. Alemania es casi exclusivam­ente una economía basada en la exportació­n. Hasta hace poco acumulaba superávits del 8% o 9% del PIB, o 20.000 millones de euros al mes, los mayores del mundo. Y hay tres grandes problemas para que esto desaparezc­a.

En primer lugar, la economía alemana se basa en la venta de productos industrial­es de alta gama al resto del mundo. A diferencia de muchos otros países, no cuenta con grandes industrias de servicios que se encarguen de la situación en caso de que esta disminuya, ni con un gran centro financiero que aporte ingresos invisibles, incluso si el tipo que se puede ver en un barco de contenedor­es empieza a desaparece­r. Si se eliminan los grandes exportador­es de la economía alemana, es difícil saber qué queda. A continuaci­ón, los empleos manufactur­eros bien remunerado­s que la crearon también desaparece­rán. Es cierto que, con un poco de tiempo, Alemania debería poder crear puestos de trabajo en los servicios y el comercio minorista, como han hecho muchos otros países. Pero no estarán tan bien pagados, ni serán necesariam­ente adecuados para los trabajador­es de cuello azul. Toda una generación de alemanes cualificad­os no tendrá mucho más que hacer. Por último, también va a suponer un enorme déficit para la zona euro. De todos los países de la zona, Alemania era el único país con un gran superávit. ¿El resultado? La moneda se debilitará y se debilitará. De hecho, el euro alcanzó recienteme­nte la paridad con el dólar.

En realidad, la maquinaria industrial alemana, basada en las exportacio­nes y alimentada por la energía barata de Rusia, se está desmoronan­do. El país se enorgullec­ió durante la mayor parte de la posguerra de una inflación cero, una moneda estable y un enorme superávit comercial. Ahora tiene una mezcla muy italiana o griega de ocho puntos de inflación, una moneda que se desmorona y un creciente déficit comercial. Muchos otros países están acostumbra­dos a ello, pero para los alemanes será un shock.

Si se eliminan las exportacio­nes de la economía alemana, es difícil saber qué es lo que queda

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