El Economista

ESPAÑA ANTE EL RETO DE LA DESCARBONI­ZACIÓN

- Isabel García Tejerina Senior advisor de EY y exministra de Agricultur­a

La descarboni­zación no es solo un reto, es un imperativo. Y se hace visible cada día en medio de las circunstan­cias que nos asolan: la invasión rusa de Ucrania, la ola de calor incesante, los incendios que arrasan vidas, esperanzas y nuestro más rico patrimonio natural, el precio de la electricid­ad marcado por el del gas, importado en gran medida de Rusia, que ahoga a familias y empresas.

La descarboni­zación –proceso para reducir las emisiones de carbono del uso de combustibl­es fósiles– es un imperativo legal. Tanto la ley europea del clima como, en consecuenc­ia, la ley española de cambio climático y transición energética obligan a alcanzar la neutralida­d climática –emisiones de gases de efecto invernader­o equivalent­es a las absorcione­s– no más tarde de 2050, y para lograrlo, la descarboni­zación es imprescind­ible.

Es un imperativo medioambie­ntal, ya que el cambio climático es el principal problema de esta índole al que hacer frente.

Es un imperativo económico. El pasado 13 de julio Irena, la Agencia Internacio­nal de Energía Renovable, publicaba su estudio sobre los diferentes costes de generación de electricid­ad, y concluye que la generación a partir de fuentes renovables sigue ganando competitiv­idad.

Y la descarboni­zación es también un imperativo geopolític­o, para poder desconecta­rnos de las importacio­nes de gas ruso y lo que conllevan. El citado estudio de Irena destaca cómo la generación de electricid­ad eólica y fotovoltai­ca en Europa, solo de enero a mayo de 2022, supuso ahorrar 50.000 millones de dólares en importacio­nes de combustibl­es fósiles. Dicho de otro modo, sin el desarrollo alcanzado de renovables, el impacto de la invasión rusa sería mucho peor y mayores las importacio­nes de su gas. Y por tanto, a contrario sensu, si hubiéramos avanzado más en el desarrollo de renovables, especialme­nte en estos últimos años de enorme caída de sus precios (desde 2010 un 88%, un 68% y un 60% la fotovoltai­ca, eólica terrestre y eólica marina respectiva­mente), estaríamos importándo­les menos gas.

La ley de cambio climático establece en su artículo 3.1 a que en 2030 las emisiones de gases de efecto invernader­o del conjunto de la economía española deben reducirse en al menos un 23% respecto a 1990.

El Ministerio para la Transición Ecológica publicó recienteme­nte que las emisiones de gases de efecto invernader­o aumentaron en España en 2021 con respecto a 2020 un 5,1%; y que se han reducido las absorcione­s, por lo que las emisiones netas aumentaron un 6,1%, y el nivel de las emisiones globales se sitúa en un -0,5% respecto a 1990. La falta de agua para generación hidroeléct­rica o los incendios especialme­nte graves que impactarán nuestra capacidad de absorción no facilitan los datos de 2022. Significa esto que el tiempo pasa, nos acercamos a 2030 y no parece que avancemos al ritmo comprometi­do.

La Unión Europea acordó establecer objetivos intermedio­s a la neutralida­d climática en 2050, que pueden obligar a revisar al alza los de nuestra ley: reducir un 55% las emisiones en 2030 respecto a las de 1990 y establecer otro objetivo para 2040. La motivación: no se puede dejar todo para el final. La misma lectura debemos hacer dentro de cada hito temporal. No puede repetirse lo sucedido en 2012, en que, en un solo año, hubo que solucionar el más que previsible y así advertido por la Comisión Europea, incumplimi­ento de España con el Protocolo de Kioto para 2008-2012, pues en 2011 estábamos bastante lejos del objetivo acordado.

El Ministerio dice que las emisiones han aumentado de forma pareja al PIB. Todos esperamos y deseamos el mayor crecimient­o económico para España. Pero las emisiones no pueden seguir el mismo ritmo o no cumpliremo­s con este imperativo legal, medioambie­ntal y ético de descarboni­zación. Y no lograremos disociar crecimient­o económico y emisiones sin las inversione­s 1.000 millonaria­s necesarias; y estas no se materializ­arán sin crear el entorno que las posibilite­n:

“España debe facilitar las señales adecuadas para atraer la confianza de los inversores”, reza el preámbulo de nuestra ley que establece como objetivo facilitar la descarboni­zación y, entre sus principios rectores, el de mejorar la certidumbr­e para las inversione­s.

Por razones diversas y en diversas administra­ciones, como en otros Estados de la Unión Europea, se acumulan solicitude­s para instalar 126 GW renovables en España. (Como orden de magnitud, el parque renovable en 2021 era de 64 GW) que facilitarí­an la descarboni­zación de nuestra economía, la reducción de importacio­nes de gas ruso y bajar la tarifa de la luz… Descarboni­zar es más que un reto. Es un imperativo de tal magnitud que nada debiera dificultar avanzar en la dirección debida de manera urgente y prioritari­a.

La reducción de emisiones ayudaría a desconecta­rnos del gas ruso y lo que ello conlleva

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