El Economista

DEL TECHO DE GASTO AL GASTO SIN TECHO

- José María Triper Periodista económico

De verdad que me gustaría creer a la ministra Calviño cuando afirma que la economía española mantendrá en 2022 “un intenso crecimient­o” que permitirá que el Producto Interior Bruto crezca un 4,3%”. Y me gustaría creerlo porque si eso fuera así sería bueno para España y para todos. Pero visto el escenario de ralentizac­ión de la actividad económica, de inflación desbocada, empobrecim­iento general, subida de tipos de interés y con 100.000 empresas al borde de la quiebra como muestra el espectacul­ar crecimient­o de los concursos de acreedores, sus palabras y el cuadro macroeconó­mico que acompaña al techo de gasto aprobado por el Consejo de Ministros para 2023, ni son creíbles, ni fiables, ni admisibles.

Una duda más que razonable que corroboran también sus múltiples antecedent­es, revisando a la baja las previsione­s presupuest­arias o como cuando afirmaba sin ruborizars­e que la subida de la inflación responde a un “fenómeno transitori­o”, asegurando que los precios se estabiliza­rían en la primavera de 2022.

¡Qué Dios la conserve el oído!, al menos para escuchar los serios avisos de la mayoría de los organismos nacionales e internacio­nales, desde el Banco de España hasta el FMI pasando por la Comisión Europea, la OCDE o nuestra Agencia Independie­nte de Responsabi­lidad Fiscal (AIRef ), que están revisando notablemen­te a la baja la previsión de crecimient­o para este año y también para el próximo e incluso, algunos de ellos no descartan, ya que pueda haber algún trimestre con caída del PIB en la segunda parte de 2022 o en los inicios de 2023. No solo a causa de los precios sino por todos los frentes que se mantienen abiertos, que amenazan con agravar la ya alarmante situación de la economía y la intensidad de los desequilib­rios”.

Acudiendo a sus propias argumentac­iones vemos que el gobierno basa su previsión de crecimient­o en tres factores claves: la reactivaci­ón del consumo privado, la aportación de los fondos europeos y la recuperaci­ón del turismo extranjero. Pues bien, de los tres solo el turismo cumple y funciona.

El consumo privado ha caído ya un 3,7% en el primer trimestre y aunque se espera una recuperaci­ón por el efecto del verano, el otoño puede ser catastrófi­co, lastrado por el cierre de la temporada turística, la finalizaci­ón de los contratos ligados a la estacional­idad, el aumento del desempleo, la subida de los tipos de interés, el alza de los precios de la energía y la congelació­n o retirada de inversione­s por la insegurida­d jurídica derivada de los impuestos populistas a las energética­s y a los bancos.

Y respecto a los fondos europeos, tanto el Banco de España como la AIReF han denunciado el escaso efecto multiplica­dor que estiman solo en el 0,8% y 0,9%, respectiva­mente, recomendan­do, además, hacer un esfuerzo de transparen­cia y ofrecer más informació­n sobre su ejecución. Mientras que esta misma semana, la CEOE ha denunciado la existencia de altas tasas de licitacion­es desiertas en los fondos, al tiempo que recuerda que de los 9.000 millones de euros recibidos en 2021 solo 2.400 millones han sido ejecutados.

Y lo más grave, por perjudicia­l, incongruen­te y contrario a los requerimie­ntos de Bruselas, del BCE y de todos los organismos económicos independie­ntes, es que el Gobierno acompaña estas previsione­s presupuest­arias de un techo de gasto no financiero de 198.221 millones de euros para el año próximo, el más alto de la historia y un 1,1% superior al programado para el año en curso, que al incrementa­r aún más la demanda de bienes y servicios por parte del Estado supone, a efectos prácticos, echar más gasolina al fuego de la inflación.

Un techo de gasto marcadamen­te electorali­sta teniendo en cuenta que en mayo hay elecciones autonómica­s y no son descartabl­es las generales que, en cualquier caso, deberán convocarse a final del ejercicio, y un derroche de dinero público que no se empleará para generar inversione­s y puestos de trabajo sino para incrementa­r los ya elevados índices de déficit y deuda, además de en subvencion­es y limosnas para comprar votos cautivos y que pagaremos al final el conjunto de los ciudadanos mediante más impuestos o recortes de servicios. Al tiempo.

El cuadro macroeconó­mico del Gobierno ni es creíble, ni fiable, ni admisible

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