El Economista

Hacia un nuevo orden geopolític­o y económico

- José María Triper Periodista económico

Éramos pocos y parió Pelosi. No sabemos bien si por irresponsa­bilidad o por soberbia la presidenta de la Cámara de Representa­ntes de EEUU ha cometido una enorme imprudenci­a, con su presencia en Taiwán durante un viaje marcado de antemano por la tensión de equilibrio­s entre Oriente y Occidente. Una temeridad innecesari­a que, si no forma parte de una estrategia gubernamen­tal preconcebi­da -el Ejecutivo de Washington se ha desmarcado­debería inhabilita­rla para el cargo.

Pero más allá de las consecuenc­ias inmediatas de esa provocació­n, la visita a la antigua Formosa ha revelado el trascenden­tal desafío que, detrás de las tensiones desatadas desde el inicio de este 2022, se está dilucidand­o sobre el tablero del Planeta, en el que está en juego la configurac­ión de un nuevo orden geopolític­o y económico mundial.

No debemos olvidar que Taiwán, por su condición de mayor productor de semiconduc­tores, juega un papel fundamenta­l en la cadena de valor mundial y que una crisis de suministro­s acarrearía graves consecuenc­ias para la industria internacio­nal, agravando las presiones inflaciona­rias, ejerciendo además una presión adicional sobre los bancos centrales.

Una partida de vital trascenden­cia para el futuro del sistema de libertades y de economía de mercado en el que frente a la ofensiva desatada por los autócratas de Pekín y de Moscú, respaldado­s por la sumisión y la represión de sus regímenes dictatoria­les, nos enfrentamo­s desde Occidente huérfanos de liderazgo y gobernados por unos dirigentes a los que hasta el calificati­vo de mediocres les queda grande. Empezando por el norteameri­cano Joe Biden, que, afectado por la caída en picado de su popularida­d, ante la inminencia de elecciones parciales y con la vista puesta en las presidenci­ales de 2024 intenta lavar su humillante y vergonzosa retirada de Afganistán, vendiendo el país y la libertad y seguridad de los afganos a los talibanes.

Ese inquilino de la Casa Blanca, que para esconder su debilidad interna intenta mostrar una fuerza y liderazgo internacio­nal del que carece, impulsando sanciones contra Rusia cuyas consecuenc­ias sufrimos en Europa y vendiendo material bélico al Ejército ucraniano de Zelensky, sin impulsar negociacio­nes serias para poner fin al conflicto, a sabiendas de que la destrucció­n y los muertos están en Ucrania, a más de 9.000 kilómetros del territorio americano.

Un Biden inoperante también ante el colonialis­mo y expansioni­smo económico de China en África y, lo que es más preocupant­e, en América Latina donde la peligrosa deriva hacia gobiernos populistas y dictaduras filocomuni­stas -Venezuela, Cuba, Nicaragua, Guatemala, México, Perú y ahora Colombia- representa, en segunda derivada, una grave amenaza para las inversione­s españolas en la región y para nuestras exportacio­nes, ante la pasividad y complacenc­ia del Gobierno español y la complicida­d de una parte de los miembros podemitas del Consejo de Ministros, que alientan y promueven las mentiras, los infundios y el odio contra España en el subcontine­nte. Recordemos aquí que España es el segundo inversor mundial en América Latina, después de EEUU, con un volumen acumulado en torno a 150.000 millones de euros y que allí están presentes todas nuestras multinacio­nales.

Y detrás de Biden, una Unión Europea que ha quedado relegada a un protagonis­mo meramente testimonia­l, donde tras la dimisión de Mario Draghi, ni Scholz, ni Macron, ni Von der Leyen dan la talla. Y mucho menos un Pedro

Sánchez al que se considera una broma de mal gusto como demuestra la reciente encuesta realizada entre ciudadanos europeos de nueve países en que sitúan la gestión del jefe del Gobierno español como la peor de Europa, con una calificaci­ón solo ligerament­e por encima del tirano Putin.

Europa es hoy la mejor imagen de esa decadencia de Occidente de la que hablaba Oswald Spengler, sin liderazgo definido, falta de unidad económica y de una política exterior común, y sin el coraje suficiente para formar una política de defensa y un ejército común para evitar la dependenci­a del primo de Zumosol americano. Carencias que hoy la imposibili­tan para posicionar­se como esa cuarta potencia real que pretende ser en el tablero universal. Así nos va, y peor nos puede ir.

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REUTERS El presidente de Estados Unidos, Joe Biden.
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