El Economista

HAY QUE CUBRIR LAS LAGUNAS DEL MERCADO ÚNICO PARA SER MENOS VULNERABLE­S

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do hacia una unión en esta área, que generaría muchos beneficios, desde una mayor independen­cia energética hasta precios más bajos. Por tanto, la plena armonizaci­ón del sector energético debe ser una prioridad. Y sin un esfuerzo coordinado a nivel supranacio­nal, los riesgos son evidentes.

El Partido Popular Europeo aboga por un mercado único integrado de la energía, ya que sin él se produce una distorsión de la competenci­a: los consumidor­es y las empresas de los países miembros más ricos están relativame­nte protegidos, mientras que los que quedan rezagados son vulnerable­s. Esto significa que podrían verse tentados a seguir el ejemplo de Hungría y firmar sus propios acuerdos con Gazprom, haciendo así completame­nte ineficaz la política de sanciones de la UE.

Los peligros de la crisis energética amenazan también con otros efectos secundario­s, como el aumento de la pobreza energética en los hogares, la desindustr­ialización de sectores enteros y el aumento de la asimetría y fragmentac­ión de los mercados en Europa.

Todo esto podría desencaden­ar tensiones geopolític­as, pero también desestabil­izar la competitiv­idad de Europa. Y la experienci­a de otros sectores europeos críticos –especialme­nte las telecomuni­caciones– ha demostrado claramente cómo la fragmentac­ión del mercado puede dañar la competitiv­idad económica y la resistenci­a.

En materia de telecomuni­caciones, la UE ha hecho, con razón, del despliegue de tecnología­s de nueva generación una prioridad clave, ya que alcanzar los objetivos de digitaliza­ción de Bruselas podría aumentar el PIB per cápita en más de un 7% en toda la UE. Sin embargo, a pesar de la voluntad política y la financiaci­ón pública –los países miembros han destinado por término medio el 26,4% de sus fondos de recuperaci­ón Covid-19 a acelerar la transición digital–, la UE sigue peligrosam­ente por detrás de regiones como Asia y Norteaméri­ca, que avanzan más rápido.

El meollo de la cuestión es la importante inversión en infraestru­cturas necesaria para alcanzar los ambiciosos objetivos digitales de la UE para 2030, y también para hacer frente a una demanda exponencia­lmente ascendente en el tráfico de red. El comisario de Mercado Interior, Thierry Breton, ya se vio obligado a pedir a las grandes empresas tecnológic­as que redujeran la calidad de sus servicios audiovisua­les para evitar el colapso de las redes europeas.

Por otra parte, a estas alturas está bastante claro que las empresas europeas de telecomuni­caciones no pueden permitirse la inversión necesaria para cumplir los objetivos de transforma­ción digital fijados por Bruselas, motivo por el que se han dedicado cuantiosos fondos públicos nacionales y de la UE para apoyar el despliegue de redes de alta capacidad en la mayoría de los países miembros.

Sin embargo, además de la intervenci­ón pública, también es necesario que cada agente del mercado en el ecosistema digital desempeñe su papel.

Teniendo esto en cuenta, la Comisión abrirá en breve un proceso de consulta pública que evaluará si todos los distintos agentes del mercado contribuye­n a la infraestru­ctura digital y de telecomuni­caciones, y de qué manera, para hacer posible hacer frente a la creciente demanda de los usuarios. El objetivo de esta actuación política debe ser configurar un ecosistema en el que todos desempeñen un papel proporcion­ado y equitativo a la hora de superar el déficit de inversión en infraestru­cturas.

Lograr los objetivos en digitaliza­ción podría aumentar el PIB per cápita en más de un 7%

Además, un aspecto especialme­nte preocupant­e es que las empresas europeas de telecomuni­caciones tienen más dificultad­es financiera­s que sus equivalent­es extranjero­s.

El núcleo del problema es la fragmentac­ión del mercado de las telecomuni­caciones en el continente. De hecho, mientras que en Estados Unidos solo hay unos pocos operadores que cubren todo el mercado de las telecomuni­caciones, en la Unión Europea hay varias docenas. Por ejemplo, en el sector de la telefonía móvil, siete de los nueve mayores mercados europeos tienen al menos cuatro competidor­es de red a nivel nacional.

Este nivel insostenib­le de fragmentac­ión ha puesto a Europa en considerab­le desventaja y ha debilitado la capacidad de inversión de las empresas de la UE. Con 96,3 euros per cápita, el gasto de capital en telecomuni­caciones de Europa es claramente inferior al que invierten los gigantes asiáticos (115,4 euros en Corea del Sur) y las empresas estadounid­enses (191,9 euros).

Además, esta fragmentac­ión ha dejado a los operadores de telecomuni­caciones de la UE incapaces de competir con las empresas mundiales de tecnología digital y ha impedido su inversión debido a una competenci­a de precios muy fuerte. A este respecto, tanto la política de competenci­a –es decir, el control de las fusiones– como la regulación ex ante deben adaptarse a las nuevas circunstan­cias.

A medida que se desarrolla un escenario similar en el sector energético, la lentitud de los avances hacia un mercado energético plenamente integrado ha dejado a los países miembros en una situación de vulnerabil­idad desigual.

Un escenario similar se desarrolla ahora en el sector energético: la lentitud de los avances hacia un mercado energético plenamente integrado ha dejado a los países miembros en una situación de vulnerabil­idad desigual. Y si no aprovecham­os la oportunida­d de subsanar las deficienci­as del mercado único, esta desigualda­d solo aumentará el proceso de desindustr­ialización se acelerará y la UE se quedará atrás con respecto a otras grandes economías mundiales.

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