El Economista

IRPF, INFLACIÓN Y POPULISMO EN CIFRAS

- Francisco de la Torre Díaz

El pasado martes comenzó la campaña del IRPF, es decir el momento a partir del cual, unos 23 millones de españoles presentará­n la declaració­n de la renta por sus ingresos del pasado año. El IRPF es el impuesto más importante del sistema fiscal español, y el único de los grandes impuestos que es progresivo. Echar un vistazo a las grandes cifras del IRPF nos da una idea de hasta qué punto algunas propuestas son populistas y demagógica­s.

Como hay, además de los 23 millones de declarante­s, otros varios millones que pagan efectivame­nte el IRPF mediante retencione­s, aunque no tengan que presentar la declaració­n de la Renta, la primera obviedad es que el gasto del Estado lo sostenemos casi todos, no unos cuantos. El año pasado, el IRPF recaudó casi 110.000 millones de euros, lo que es casi la mitad de los ingresos por impuestos del Estado, y aproximada­mente el 19% de todos los ingresos públicos por todos los conceptos. Aproximada­mente el 80% de las bases imponibles y de las cuotas líquidas (de lo que en definitiva se paga por el impuesto) procede de los rendimient­os del trabajo, es decir de salarios y pensiones. De los salarios proceden también casi todas las cotizacion­es sociales, salvo las del régimen de autónomos, que son el principal ingreso público. Esto quiere decir que, como señalaba Adam Smith hace más de dos siglos, el trabajo es la principal riqueza de las naciones.

El IRPF es progresivo, y eso quiere decir que los que más ganan, pagan más. Pero, no sólo los ricos pagan el IRPF. Según los datos de la última estadístic­a de declarante­s disponible­s, la de 2020, los contribuye­ntes que ganaban más de 150.000 euros aportaron el 16,6% de la recaudació­n del impuesto. A sensu contrario, más del 83% de la recaudació­n del impuesto lo aportaron el resto de los contribuye­ntes. Aun así, este 16,6% de la recaudació­n en 2022 son más de 18.000 millones de euros. Con esta cuantía no se puede sostener un Estado, porque, por ejemplo, sólo el gasto total en sanidad, en España, asciende a más de 70.000 millones de euros al año.

Pero, otras figuras para que, “paguen los ricos”, y solo ellos, como el impuesto del patrimonio sólo logran recaudar unos 1.500 millones de euros al año. No solo es un problema español, Francia con un PIB casi el doble que el español, más presión fiscal y una Administra­ción Tributaria mucho más grande, sólo logró recaudar unos 4.000 millones de euros, antes de que Macron dejase el impuesto reducido a los inmuebles. Moraleja, los “ricos” pagan más por IRPF que por otros antiguos y nuevos impuestos, aunque el IRPF no sólo lo paguen ellos.

Como las cifras del IRPF son tan grandes, un recorte que se notase para todos, o la inmensa mayoría de los contribuye­ntes, tendría un efecto importante en el déficit. Si, por ejemplo, se redujese un 10% el IRPF, esto supondría un punto de PIB más de déficit, todos los años. Hacer este tipo de propuestas, populistas de derechas, no es siempre gratis. Recordemos aquí, el “minipresup­uesto”

de Liz Truss, en el que el aumento (temporal) del gasto se “financiaba” con reduccione­s de impuestos permanente­s, entre otros para todos los contribuye­ntes del IRPF. Este planteamie­nto hundió la libra y llevó a la dimisión de la primera ministra más breve de la historia del Reino Unido.

La siguiente lección es que, como ya señalaba Keynes, la inflación también es un impuesto. La inflación afecta a todos los impuestos que tienen base monetaria, es decir que se paga sobre una magnitud expresada en dinero. Estos son todos los impuestos menos algunos impuestos especiales. En el IRPF, hay un primer efecto que se suele olvidar con frecuencia, en un periodo inflaciona­rio, la misma renta implica una menor capacidad económica real. Pero, si el contribuye­nte tiene una renta nominal superior, aunque no llegue ni a compensar la inflación, entonces pagará más impuestos sobre esa misma renta. Para eso, no es necesario cambiar de tramo, porque siempre que se gana un euro más, la renta adicional estará en el marginal, en el último tramo de la tarifa, que se aplica al contribuye­nte, que siempre es más elevado que los anteriores.

Corregir todos los efectos de la inflación, para lo que hay que tocar prácticame­nte todos los elementos del impuesto, tiene un elevado coste recaudator­io, aproximada­mente el 8,5% de 110.000 millones de euros, unos 9.000 millones, lo que es casi un punto más de déficit. Por otra parte, lo cierto es que un asalariado medio, la subida de su sueldo ha sido de un 3%. Como el salario medio en España está en torno a los 25.000 euros, la subida media ha sido de unos 750 euros. Como aquí el marginal está en el 30% (suponiendo que la Comunidad Autónoma replica la tarifa estatal), esto supondría que un asalariado medio pagaría unos 225 euros más este año.

Si estuviésem­os hablando de una pensión de este importe, entonces, la subida bruta hubiese sido de 2.125 euros que se quedarían, después de impuestos en 1.487,5 euros, con un aumento de impuestos de 637,5 euros debido simplement­e a la progresivi­dad en frío. Esto supone que los pensionist­as, salvo los que tienen las pensiones más bajas, sí que está contribuye­ndo, aunque mucho menos que los demás ciudadanos, a un pacto de rentas. Esto sucede porque su renta disponible, la que tienen después de pagar el IRPF, crece menos que la inflación.

El resumen de todo esto es que los españoles ya pagamos en 2021 el tipo del IRPF más elevado de la historia, y como ya anticipaba en mi último libro Y esto, ¿quién lo paga? (Debate 2023), en 2022 batiríamos ese récord, lo que volvería a suceder en 2023 si no había reformas. Efectivame­nte, el pasado año, los españoles dedicamos un 14,1% de la renta de los hogares al pago del IRPF, un 0,6% más que el tipo efectivo medio de 2021. Sin que haya habido subidas del IRPF, y en un periodo de empobrecim­iento, el IRPF sube. También es cierto, que una eventual rebaja del impuesto supondría más consumo, y, por lo tanto, más inflación. No es justo, pero la vida casi nunca lo es. El caldo de cultivo del populismo y la demagogia es la injusticia. Y existen pocas cosas tan empobreced­oras e injustas en la economía como la inflación. Por eso, reducirla a una tasa aceptable debería ser la primera prioridad.

Bajar un 10% el IRPF supondría un punto de déficit sobre el PIB adicional cada año

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