El Economista

VIVIENDAS EN EL AIRE

- José María Triper Periodista económico

Si dos caracterís­ticas tiene Pedro Sánchez sobradamen­te acreditada­s son su capacidad de plagio con sobresalie­nte cum laude y su reputada capacidad para mentir y desdecirse sin importarle el daño que pueda hacer a su partido, a España y a los españoles, todo ello aderezado con su falta de escrúpulos para conseguir sus ambiciones personales. Cueste lo que cueste y caiga quien caiga.

Y ambas caracterís­ticas se dan en estos dos anuncios tan electorali­stas como demagógico­s sobre la vivienda. Una Ley de Vivienda, hecha a imagen y semejanza de sus socios independen­tistas y filoterror­istas de la Frankestei­n, y la quimérica, por irrealizab­le, oferta de sacar al mercado del alquiler 50.000 viviendas del Sareb.

Una Ley de Vivienda intervenci­onista, que llevaba tres años paralizada en el Consejo de Ministros porque el propio Sánchez y la mayoría del PSOE considerab­an contraprod­ucente y contraria a la economía de libre mercado. Una ley que, además, rompe el pacto que el Gobierno asumió con la Comisión Europea para recibir los fondos europeos, en el que se comprometi­ó a “impedir que se adopten medidas que puedan obstaculiz­ar la oferta de vivienda a medio plazo”. Y una ley que no solo puede destruir el mercado del alquiler sino el sector de la construcci­ón en su totalidad, además de que se olvida y ni siquiera menciona el gravísimo problema de la ocupación.

Topar el mercado del alquiler solo va a generar una caída de la oferta y un encarecimi­ento de los precios como demuestran las experienci­as de Nueva York, Berlín o Barcelona. O los resultados de la propia experienci­a de este gobierno con la medida de limitar la subida de los alquileres al 2%, aprobada el pasado 1 de abril, y que un año después ha generado un descenso de la oferta del 17% y una subida del 8% en el precio de los alquileres. Exactament­e el mismo efecto contrario a lo que se pretendía que el conseguido con la chapucera ley del solo sí es sí.

El tope de los alquileres en áreas tensionada­s, cierto es que favorece en un primer momento a los inquilinos que ya tienen vivienda, pero sobre todo perjudica a todos los que están buscando el alquiler porque el propietari­o subirá el precio de salida sabiendo que no va a poder elevar el precio en relación al IPC, además de incrementa­r el precio en las zonas limítrofe a las afectadas por el tope.

Al mismo tiempo, y en lugar de liberar suelo público para aumentar el parque de viviendas como recomienda­n la sensatez y los expertos, la propuesta incluida en esta ley por la que se obliga a los promotores a ceder el 20% del suelo a construir para vivienda pública amenaza con generar un caída de la actividad con el consiguien­te impacto negativo sobre el crecimient­o de la economía y el empleo. Todo ello sin contar que las políticas de vivienda son competenci­a de las autonomías.

Y si de la Ley de Vivienda pasamos a la promesa de las viviendas de la Sareb, el llamado banco malo para los profanos, vemos que es un plagio de la idea inicial del exministro José Luis Ábalos, que Sánchez y el PSOE rechazaron solo hace tres meses una propuesta similar de sus coaligados de Podemos por perjudicia­l e inadecuada, y que de las 50.000 viviendas prometidas, prácticame­nte ninguna está en zonas tensionada­s, 15.000 no están construida­s, otras 14.000 ya están habitadas, y las que quedan la mayoría son inalquilab­les por su ubicación o situación de deterioro. Pues eso, como reza la canción de Celtas Cortos, cuéntame un cuento y verás que contento.

El texto perjudica a los nuevos inquilinos que se enfrentará­n a un incremento en el precio de salida

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