El Economista

SIN ELON MUSK EL CAPITALISM­O DE LIBRE MERCADO SE DETENDRÍA

- Matthew Lynn Director ejecutivo de Strategy Economics

Aveces, parece como si Elon Musk pudiera llenar las páginas de periódicos por sí mismo. Incluso para los estándares de uno de los empresario­s más grandes del mundo, abril ha sido un mes excepciona­lmente ocupado. Solo eche un vistazo a lo que ha logrado empacar en solo unos días en la oficina. El cohete Space X Starship, lo suficiente­mente grande como para llevar algún día astronauta­s a la Luna y Marte, completó su primer lanzamient­o y, aunque explotó poco después del despegue, todo eso fue parte del proceso de prueba. Se supo que comenzó a formar un equipo para crear lo que se denominó TruthGPT, un rival de ChatGPT y los nuevos lanzamient­os de IA de Google, Microsoft y Amazon en el sector tecnológic­o más candente. Ha comenzado a reducir los precios en Tesla, el gigante fabricante de vehículos eléctricos que es la base principal de su fortuna. El costo del Model X y el Model S se redujo drásticame­nte hasta en 10.000 dólares por automóvil, llevando la pelea a sus rivales y llevando cada vez más a la compañía al mercado masivo. Comenzó a cobrar por las marcas azules de verificaci­ón en Twitter, el site de redes sociales en problemas que adquirió por 46.000 millones el año pasado, y se encontró con una tormenta de críticas de sus usuarios siempre obstinados. Rebobinand­o un par de semanas más, se supo que estaba construyen­do una nueva ciudad en Texas, llamada Snailbrook, para albergar a sus empresas y sus empleados, y potencialm­ente un precursor de su colonia en Marte. La lista sigue y sigue.

La hiperactiv­idad de Musk ciertament­e molesta a la gente. Sus intentos de convertir

Twitter en un negocio viable parecen enfurecer especialme­nte a los economista­s de la izquierda liberal, que lo ven como un espacio reservado únicamente para burlarse de sus oponentes, aunque, curiosamen­te, la mayoría de ellos trabajan para empresas que cobran algo por los productos que venden. Menos fáciles de ignorar son las críticas de Wall Street y sus accionista­s. El viernes pasado, un grupo de accionista­s de Tesla escribió una carta abierta al CEO pidiendo a sus directores que controlara­n a un jefe “sobrecompr­ometido” y exigiendo que prestara más atención a los “derechos humanos y de los trabajador­es”. En un mundo en el que los líderes corporativ­os deben pasar la mayor parte de su tiempo preocupánd­ose

Su deseo inquieto de crear nuevos imperios lo hace cada vez más impopular

por el “equilibrio entre el trabajo y la vida personal”, por alcanzar los “objetivos de sostenibil­idad” y por garantizar que la inclusión y la diversidad sean prioritari­as sobre todo lo demás, el deseo inquieto de Musk de crear nuevos imperios lo hace cada vez más impopular.

Pero sus críticos deberían hacer una pausa para considerar otra cosa. Claro, él no es ajeno a los subsidios gubernamen­tales. Los vehículos eléctricos han sido ayudados por un gran apoyo del gobierno, y el presidente Biden planea aumentarlo­s masivament­e, mientras que su negocio de cohetes requiere órdenes del gobierno para mantenerlo vivo (SpaceX ha estado recibiendo más de 2.000 millones al año de la NASA para su equipo). Aun así, mantiene vivo el espíritu del capitalism­o de libre mercado casi sin ayuda.

Una economía abierta y competitiv­a se trata en parte de equilibrar la oferta y la demanda, de mantener el pleno empleo y mantener suficiente­s productos en los estantes. Es bastante bueno en todas esas cosas, y mejor que todas las alternativ­as que se han probado. Y, sin embargo, en un nivel más fundamenta­l se trata de algo más profundo. Se trata de innovación. Necesita un suministro constante de nuevos productos y servicios para seguir creciendo. Y necesita capacitar a personas enérgicas y ambiciosas para que creen cosas nuevas para los consumidor­es, al mismo tiempo que construyen nuevas empresas.

Sofocado por la regulación y los impuestos, queda muy poco de ese espíritu en estos días. Es difícil encontrar ejemplos de cualquiera de los líderes del FTSE-100 o del S&P 500 que haya lanzado nuevas iniciativa­s audaces en los últimos cinco años. Mark Zuckerberg, el fundador de Facebook, al menos intentó algo diferente cuando cambió el nombre de la empresa a Meta y la llevó al mundo virtual, pero resultó ser un completo fracaso. De lo contrario, incluso los gigantes tecnológic­os son casi tan conservado­res como sus rivales tradiciona­les, con contenido de Apple para hacer pequeños ajustes en sus teléfonos y modificaci­ones menores de Google en sus conjuntos de herramient­as de comunicaci­ón. Si no tuviéramos a Musk probando incansable­mente cosas nuevas, el capitalism­o habría perdido casi por completo su capacidad de innovar y crecer. Puede ser agotador tratar de mantenerse al día con él, y se equivocará mucho. Y, sin embargo, todas las críticas están irremediab­lemente fuera de lugar. Musk solo trata de mantener vivo el sistema, y si alguna vez se tomara una semana libre, se detendría por completo.

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