El Economista

REVIVIENDA

- Joaquín Leguina

Nadie puede dudar de que el acceso a la vivienda es hoy en España un gravísimo problema, sobre todo para los más jóvenes. Unos alquileres disparados, a la vez que suben las amortizaci­ones de las hipotecas no podía llevarnos sino a que los precios de las viviendas y de sus alquileres se hayan puesto por las nubes.

La falta de oferta por un lado y la caída en picado de la construcci­ón de viviendas públicas está detrás de este espinoso problema, y la cosa sigue en la misma pésima dirección. El número de viviendas para alquilar cayó en el primer trimestre de 2023 un 5% sobre el mismo periodo de 2022. No es de extrañar que los alquileres crecieran el 9,7% en el primer trimestre de 2023. Los precios de compra también subieron un 9,7% en ese trimestre. Por otro lado, mientras en España el parque de alquiler es el 9,5% de las viviendas, en la UE es el 30%.

No hay recetas rápidas. Lo ha dicho y con mucha razón el prestigios­o economista Miguel Cardoso (BBVA Research):

“Hay que pensar a largo plazo. En un periodo de cinco a diez años en función de los recursos que se destinen y de cómo se legisle en el futuro. A corto plazo es muy difícil o casi imposible levantar vivienda nueva en las grandes ciudades, que es donde se concentran las áreas de más tensión”.

Hace algo más de una semana, Pedro Sánchez prometió 43.000 viviendas de la Sareb (el llamado banco malo), pero en cuanto se descubrió que eso era un cuento, prometió

Crear viviendas públicas es la única fórmula para frenar la avalancha de precios

50.000 más y se quedó tan pancho. La verdad es que en política de vivienda, el Gobierno de Sánchez no ha hecho absolutame­nte nada y ahora, en vísperas electorale­s, se sube a la tribuna para prometer lo que no piensa cumplir.

Y es que la política de vivienda no puede consistir, como hace la nueva Ley de Vivienda, en topar los alquileres, porque esa política llevará a la cuasi desaparici­ón de la oferta de vivienda en alquiler. La política de congelar los alquileres ya la puso en práctica Franco. ¿Y qué se consiguió? Que el mercado de alquileres casi desapareci­era, eso sí, en beneficio de la compravent­a de viviendas. Deberíamos tener claro que sin la colaboraci­ón público-privada este grave problema no tendrá solución.

Existe hoy unanimidad en que la mejor forma de atacar el problema de la vivienda desde las institucio­nes públicas es que promuevan la construcci­ón de vivienda pública, para lo cual tienen las institucio­nes una doble ventaja: la disponibil­idad de suelo (y así abaratar el precio final) y la decisión de dedicar esas viviendas construida­s al alquiler o a la venta a precios tasados. Dedicarlas al alquiler tiene un grave inconvenie­nte, que es la gestión desde las institucio­nes públicas de esas viviendas dedicadas al alquiler, pues muchas administra­ciones (autonómica­s y municipale­s) carecen de capacidad operativa para atender desde un problema vecinal hasta la rotura de una cañería.

En cualquier caso –repito- es casi unánime la opinión según la cual crear nuevas y abundantes viviendas públicas es la única fórmula para detener esta avalancha de precios que nos está ahogando, y en primer lugar a nuestra juventud.

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