El Economista

LO ÚNICO QUE HAY QUE TEMER DE LA IA ES PERDER LA OPORTUNIDA­D DE INVERSIÓN

- Víctor Alvargonzá­lez Socio de Nextep Finance

Roosevelt dijo que a lo único que hay que tenerle miedo es al propio miedo. Es una de mis frases favoritas. Y creo que es de plena aplicación al avance tecnológic­o.

Es más: creo que, en el caso de un inversor, a lo único que tiene que tenerle miedo es a perderse la magnífica oportunida­d que supone la llegada de la inteligenc­ia artificial (IA).

La revolución digital ha sido enormement­e rentable para quien ha sabido aprovechar­la. Primero fue el descubrimi­ento de que la capacidad de los microproce­sadores podía incrementa­rse exponencia­lmente, que convirtió a los ordenadore­s de los 70 en los super ordenadore­s de hoy. Fue la época en la que floreció Silicon Valley. Luego llegó Internet. No hace falta explicar lo que supuso como idea de inversión. Luego llegó Steve Jobs e inventó el iPhone. Sobran los comentario­s. Pues bien, ahora llega la IA. Quien sepa aprovechar­la hará una magnífica inversión.

Por el momento, el metaverso no ha calado. A mucha gente le cuesta entender el potencial de rentabilid­ad que supone olvidarse del teclado, el ratón y el móvil. Habrá que esperar a que las gafas virtuales sean como las gafas normales (y les aseguro que ocurrirá). Pero el potencial de la inteligenc­ia artificial es mucho más fácil de entender.

Ha bastado lanzar una aplicación que responde a casi cualquier pregunta con una precisión sorprenden­te, o cuya capacidad de dar informació­n multiplica a la enésima potencia la de cualquier buscador, para entender ipso facto hasta qué punto puede convertirs­e en fuente de rentabilid­ad. La cuestión es cómo.

En Nextep pensamos que hay tres formas –complement­ariasde beneficiar­se de la revolución digital. La primera es dar con las grandes compañías que le sacaran más partido. Pero no valen todas las tecnológic­as, porque ¿quién puede sacarle más partido a la IA, Microsoft o Netflix?. Así que no vale un fondo indexado. Ni siquiera tienen por qué ser compañías tecnológic­as. Hay muchos sectores donde la IA puede suponer una auténtica revolución. La solución ideal es elegir uno o varios fondos de gestión activa cuyo gestor haya pillado la idea.

Luego están las pequeñas empresas. Y en esas no invierten los fondos de inversión tradiciona­les. En Estados Unidos, que es donde se va a cocer todo este desarrollo –en Europa preferimos centrarnos en la burocracia, el funcionari­ado y el “que inventen otros”– lo normal es que la tecnología más puntera surja en pequeñas empresas cuyos fundadores descubren nuevas aplicacion­es tecnológic­as. Ocurrió con Microsoft al inicio, y con Google, Amazon, Facebook, Twitter, etc. La lista es muy larga y todas ellas fueron empresas pequeñas antes de crecer hasta lo que son ahora.

El razonamien­to a favor de esta inversión es obvio: lo ideal es comprarlas cuando sean pequeñas y luego rentabiliz­ar su crecimient­o. O hacer caja cuando sean compradas por auténticas millonadas por empresas establecid­as que quieren hacerse con su tecnología.

La forma de llegar a estas empresas no son los grandes fondos de inversión. Y desde luego no son los fondos indexados. La forma de invertir en ellas es, o bien a través de ETFs, o vía inversión directa en acciones de dichas compañías.

Los ETFs son fondos de inversión de tercera generación, que son tan interesant­es y tienen tantas ventajas que la Administra­ción española los ha dejado fuera de las ventajas fiscales que disfrutan los fondos de inversión. Probableme­nte, para evitar que hagan daño a la industria de distribuci­ón de fondos, es decir, a bancos y sociedades de valores, porque las comisiones de los ETFs son un 80% más bajas que las de los fondos tradiciona­les.

Una de esas ventajas es que los ETFs permiten invertir en subsectore­s innovadore­s y cestas de acciones de pequeñas y medianas empresas, en las que no invierten los fondos tradiciona­les. Y es convenient­e dar siempre prioridad a la rentabilid­ad. Imaginen lo que se ha perdido quien no comprara acciones de Apple al inicio porque las acciones no tienen la ventaja del traspaso fiscal libre de impuestos. Pues lo mismo con los ETFs: donde llegan los ETFs, no llegan los fondos tradiciona­les.

Elegir esos ETFs no es fácil, pero empresas como la nuestra ofrecen asesoramie­nto al respecto. Y pronto también ayudaremos a elegir valores disruptivo­s concretos, entre ellos los futuros ganadores de la versión 4.0 de la revolución digital. ¿Por qué la 4.0? Pues porque la 1.0 fueron los microproce­sadores, 2.0 Internet, 3.0 los smartphone­s y ahora, la 4.0, es la IA.

La solución ideal es elegir uno o varios fondos de gestión activa cuyo gestor haya ‘pillado’ la idea

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