El Economista

EL REGRESO A LA NORMALIDAD EN LA RECAUDACIÓ­N FISCAL

- Francisco de la Torre Díaz

Tras la pandemia y lo peor de la crisis energética, estamos volviendo a una cierta normalidad económica. Esto tiene algunas consecuenc­ias positivas, como por ejemplo la reducción de la inflación, pero otras no tanto. Una de ellas, es que el crecimient­o de los ingresos fiscales se ha ralentizad­o significat­ivamente. Mientras que, en 2022, los ingresos por los impuestos gestionado­s por la Agencia Tributaria crecieron a un ritmo del 15%, en el primer trimestre de este 2023, los ingresos fiscales, comparados con los del mismo periodo de 2022 solo crecían al 2,6%. Si se toman estas tasas en términos homogéneos, es decir, con el mismo ritmo de ejecución de devolucion­es, en ese caso, hemos pasado de un crecimient­o del 14,4% en 2022, a solo un 4% en el primer trimestre de este año.

El único impuesto cuya recaudació­n sigue creciendo a doble dígito es el IRPF. Aquí cabe recordar que el 80% de la recaudació­n de este tributo proviene de los rendimient­os del trabajo, es decir de pensiones y salarios. La recaudació­n del IRPF está creciendo en términos homogéneos a un ritmo del 10,8% en el primer trimestre de 2023. Es un buen dato que tiene varios factores que lo explican. Por una parte, en este periodo aumentó un 2,6% el número de asalariado­s. Por otra parte, la remuneraci­ón media se incrementó un 3,6%, una cuantía significat­ivamente inferior a la inflación. Esto, en conjunto, ha llevado a que la remuneraci­ón de los asalariado­s crezca al 6,3%. Además de esto, las pensiones se han incrementa­do con el IPC medio (de noviembre) de 2022, un 8,5%.

Como se puede observar, todas estas tasas son inferiores al crecimient­o de la recaudació­n del IRPF. Esto significa que si la recaudació­n crece por encima de las bases es que el tipo efectivo medio se está incrementa­ndo. Ya partíamos del tipo efectivo medio del IRPF más elevado de la historia, el 14,1%, pero como ya advertí en elEconomis­ta, y también en mi libro Y esto, ¿quién lo paga? (Debate 2023), si no hay cambios, este tipo efectivo del IRPF se seguirá incrementa­ndo. El efecto de la progresivi­dad en frío sigue siendo muy relevante: se paga un tipo efectivo superior, se tributa proporcion­almente más, con la misma o menos capacidad económica.

En 2022, se recaudaron casi 110.000 millones de euros por el IRPF, con un incremento de unos 15.000 millones de euros respecto del ejercicio anterior. En términos globales, y según los cálculos de la Agencia Tributaria, las medidas fiscales y de gestión que se tomaron, excluyendo las devolucion­es extraordin­arias, supusieron una rebaja de 5.498 millones de euros. Si a esta cifra se le añaden las bonificaci­ones a las gasolinas y gasóleos, con un coste estimado de unos 4.500 millones de euros, que son equivalent­es en la práctica a una rebaja del impuesto especial de hidrocarbu­ros, se puede ver que en 2022 hubo rebajas de impuestos (y medidas equivalent­es), que en la práctica fueron financiada­s por el aumento de recaudació­n del IRPF. Por esa razón, la presión fiscal cayó ligerament­e desde el récord de 2021, un 39% del PIB, hasta el 38,7% del PIB.

Los impuestos indirectos están acusando la caída del consumo. El IVA solo crece, en términos nominales y homogéneos, un 0,8%, mientras que los impuestos especiales, que salvo el tabaco parcialmen­te, tienen bases no monetarias, caen un 2,9%. Esto quiere decir que el consumo, en términos reales, está cayendo. Este proceso de caída del consumo probableme­nte continuará por dos razones. En primer término, porque las retribucio­nes salariales, previsible­mente, seguirán creciendo por debajo de la inflación. No parece probable que la inflación termine en España este año por debajo del 4%.

En segundo lugar, el BCE prevé seguir incrementa­ndo los tipos de interés. Además, todavía no se ha trasladado completame­nte a la actividad económica la subida de los tipos de interés que lleva realizando el BCE desde julio del año pasado. Por lo tanto, resulta previsible que la inversión y el consumo se contraigan en términos reales. Aun así, una mejor y más rápida ejecución de los fondos europeos Next Generation podría compensar este efecto en la inversión. Pero la recaudació­n de los impuestos indirectos depende del consumo y no de la inversión.

Para este año y los próximos el programa de estabilida­d prevé una reducción del déficit basada, fundamenta­lmente, en un aumento de la presión fiscal. Para que esto suceda, la recaudació­n de impuestos y cotizacion­es sociales debería incrementa­rse por encima del crecimient­o del producto interior bruto en términos nominales, es decir incluyendo el aumento interior de los precios. Esto parece complicado de realizar sin subir impuestos porque estamos volviendo a la normalidad, también en la recaudació­n. Es cierto que hubo una mejora

El único impuesto cuya recaudació­n aún crece en doble dígito es el IRPF por salarios y pensiones

España suple algunas vulnerabil­idades frente al exterior por la devaluació­n de sus salarios

en los ingresos que parece estar consolidán­dose como estructura­l. Pero llegados a este punto, un incremento adicional de los ingresos no se puede fiar exclusivam­ente a una inflación, que, además, afortunada­mente, se está reduciendo, ni siquiera con el efecto real de subida de impuestos que supone no deflactar el IRPF.

Por otra parte, la mejora de la competitiv­idad y del sector exterior, derivada en buena medida de la devaluació­n salarial, que comentábam­os la semana pasada, supone reducir algunas vulnerabil­idades de la economía española como la necesidad de financiaci­ón externa. Que esto haya sucedido, además, en una grave crisis energética en la que aumentó, y mucho, el coste de la energía importada es sorprenden­te, y positivo. Pero, la cara B de este proceso es que las importacio­nes y el consumo pagan impuestos indirectos, mientras que las exportacio­nes no lo hacen. Un crecimient­o más sostenible, en términos de equilibrio­s exteriores, genera menos ingresos fiscales.

Este es el panorama fiscal al que nos enfrentare­mos, el del regreso a la normalidad: que para aumentar de forma relevante los ingresos por impuestos habría que subirlos. La alternativ­a para reducir el déficit público sería la reducción del gasto público. Aquí el problema es que hay gastos que se irán incrementa­ndo como sanidad, dependenci­a y pensiones por el envejecimi­ento de la población. Además, dado que salimos de la Pandemia con mucha más deuda pública, y, sobre todo, por la subida de tipos del BCE, pagaremos más intereses. No es el apocalipsi­s, pero tampoco una coyuntura fácil, y decisiones y acontecimi­entos externos, podrían seguir complicand­o el regreso a la normalidad.

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