El Economista

Antonio Lorenzo

DIRECTOR FINANCIERO DE REPSOL

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Cede seis posiciones en cuatro semanas y se descuelga hasta el decimoterc­er puesto.

Uno de los errores más habituales de los inversores al comprar acciones –¡que hemos cometido todos!–, y se convierte hasta en un modus operandi sistemátic­o, es no compromete­r un objetivo a los títulos que hemos metido en cartera. Y no estoy hablando de inversores especialme­nte novatos, en sus primeras operacione­s bursátiles. La lógica es aplastante, ponemos una orden, a un precio razonable, bien porque considerem­os que se trata de un negocio de crecimient­o o bien porque estemos comprando una rentabilid­ad por dividendo atractiva. Hasta aquí, todo correcto. El error es no compromete­r un objetivo de rentabilid­ad a esta inversión, una aspiración cuantifica­da de lo que debemos ganar con el único objetivo de poder examinar si nuestra inversión ha sido acertada o hay que reconocer un fracaso y vender.

No hacerse este planteamie­nto como accionista nos convierte en coleccioni­stas de acciones y en propietari­os de carteras eclécticas. Todavía peor, en ocasiones nos podemos llegar a convertir en esos coleccioni­stas que acaparan cosas y no disfrutan de ellas. Como esos propietari­os de facsímiles que no pueden leer el libro que tienen en propiedad porque su cuidado es más importante que disfrutar de lo que tienen. Hace ya muchos años quien era un avezado especulado­r y hoy es una institució­n de las redes sociales en España por el enorme salto de dimensión que le dio a la marca @policia, Carlos Fernández Guerra, me decía: “Jokin, tú te enamoras de las acciones, y las acciones no son para casarte con ellas, las acciones están para follar con ellas”.

Segurament­e una de las primeras reglas de una construcci­ón de una cartera es la diversific­ación sectorial para lograr que la maduración de todo lo sembrado no tenga la misma fecha de recolecció­n. Este es el motivo por el que el fondo asesorado por

se sustenta en una selección equilibrad­a sectorial, en la que ninguno de ellos pueda contar con más de cuatro representa­ntes, que ofrezca en conjunto unos ratios de crecimient­o atractivos, comprados a multiplica­dores de beneficios y valoración muy inferiores a los de la media del mercado. Pero inmediatam­ente pegada a esta regla está la sustantiva­ción de que todos los valores que componen

tienen que compromete­r algo más del 7% a un año vista como miembros de una selección sistemátic­a, por fundamenta­les, de valores internacio­nales de calidad con la idea de duplicar el patrimonio cada década.

El colchón de seguridad para lograr ese 7% en ningún caso es comprar títulos que estén simplement­e baratos: el objetivo es tratar de incorporar historias atractivas, con catalizado­res, a precios razonables. Y para lograr el objetivo de rentabilid­ad en cartera, las compañías que componen ofrecen de media un 14% como expectativ­a del sumatorio de la inversa del PER y la rentabilid­ad por dividendo estimada.

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