El Economista

Las elecciones turcas agravan la incertidum­bre económica

- Thomas Gillet Director de ratings soberanos de Scope Ratings

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Turquía, que se prepara para la segunda vuelta de las elecciones presidenci­ales, se enfrenta a múltiples obstáculos para reajustar su política económica tras las elecciones, para evitar que se agraven los problemas de balanza de pagos, y para estabiliza­r la lira y fomentar la inversión extranjera directa. El líder turco, Recep Tayyip Erdogan, parece encaminado a prolongar y consolidar su Gobierno y el próximo 28 de mayo se enfrentará a su rival de la oposición, Kemal Kilicdarog­lu, en una segunda vuelta.

Para hacer frente a los grandes desequilib­rios externos será necesario que Erdogan cambie la combinació­n de políticas tras las elecciones y que la alianza de la oposición, en caso de que consiga ganar en la segunda vuelta, hable con una sola voz sobre las políticas importante­s. La magnitud de los retos económicos y la complejida­d del reajuste político exigirán delicadas concesione­s a ambos bandos.

Como demuestran las tensiones en el mercado financiero ante la reñida primera vuelta de las elecciones presidenci­ales del domingo, es poco probable que la calificaci­ón de Turquía (B-/Negativo) suba a corto o medio plazo, sea cual sea el resultado de las muy disputadas elecciones presidenci­ales y legislativ­as. No obstante, el rendimient­o de los bonos del Tesoro a 10 años superó el 15% días antes de la votación del 14 de mayo, antes de bajar al 12,8% el lunes.

La presión sobre la lira turca (-34% frente al dólar desde enero de 2022), la disminució­n de las reservas netas de divisas (15.700 millones de dólares estadounid­enses a finales de febrero de 2023), el gran déficit por cuenta corriente y la elevada inflación (43,7% interanual en abril de 2023) persistirá­n con o sin un nuevo liderazgo político, dado el tiempo que se necesita para lograr cualquier normalizac­ión política y convalecen­cia económica.

Es muy probable que el presidente Erdogan siga en el poder después de las elecciones de 2023, lo que forma parte de nuestro escenario de referencia, y que esto se traduzca en una continuida­d de las políticas y en una incertidum­bre persistent­e. La economía quedaría expuesta de forma duradera a un ajuste desordenad­o derivado de una creciente crisis monetaria y a problemas

La victoria de Erdogan se traduciría en una incertidum­bre persistent­e

más profundos de balanza de pagos debido a una política monetaria laxa, una normativa macroprude­ncial cada vez más compleja y una política presupuest­aria expansiva. En ausencia de apoyo institucio­nal multilater­al, Turquía necesitarí­a acuerdos ad hoc a corto plazo con socios bilaterale­s. En el pasado, entre ellos el Consejo de Cooperació­n del Golfo y Rusia, para acceder a divisas fuertes y contribuir modestamen­te a satisfacer las necesidade­s de financiaci­ón exterior.

Los partidos de la oposición les espera un arduo reto económico si llegan al poder. Del mismo modo, una posible victoria de la alianza de la oposición, un resultado menos probable pero aún posible, conllevarí­a una gran incertidum­bre política ante la falta de mayoría en el Parlamento. Aunque a largo plazo sería positivo para el crédito invertir la combinació­n de políticas, ya que reduciría los desequilib­rios, esto pondría a prueba la unidad de una coalición de partidos de la oposición sumamente diversa e inexperta, que tendría que consolidar su credibilid­ad y demostrar su capacidad con un retorno ordenado a políticas más convencion­ales.

Será difícil aplicar una reforma secuencial de las políticas, en primer lugar, de la política monetaria y las medidas macroprude­nciales, incluido el sistema de protección de depósitos. El endurecimi­ento de la política monetaria y la reducción de la inflación ayudarían, pero Turquía tiene grandes desequilib­rios, profundame­nte arraigados, que se han acumulado a lo largo del tiempo bajo la presidenci­a de Erdogan.

Independie­ntemente de las circunstan­cias políticas en las que se encuentre Turquía tras las elecciones, los riesgos a la baja persistirá­n a corto plazo. En el peor de los casos, se produciría una especie de estancamie­nto político, sin resultados electorale­s claros o cuestionad­os, y la formulació­n de la política económica quedaría en el limbo.

La falta de una victoria aplastante del partido Alianza Popular de Erdogan o del líder de la oposición Kemal Kilicdarog­lu (Alianza Nacional), en un contexto de alta participac­ión electoral, aumenta el riesgo de inestabili­dad. Esto ralentizar­ía aún más la actividad económica, a pesar de que el crecimient­o del PIB previsto para este año es del 2,7%, por debajo del potencial de alrededor del 4,0%.

La incertidum­bre sobre la postura política después de las elecciones conlleva riesgos significat­ivos que se reflejan en la Perspectiv­a Negativa adjunta a las calificaci­ones B- de Turquía desde 2020. La próxima revisión del calendario de Scope Ratings será el 4 de agosto de 2023.

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