Las elecciones turcas agravan la incertidumbre económica
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Turquía, que se prepara para la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, se enfrenta a múltiples obstáculos para reajustar su política económica tras las elecciones, para evitar que se agraven los problemas de balanza de pagos, y para estabilizar la lira y fomentar la inversión extranjera directa. El líder turco, Recep Tayyip Erdogan, parece encaminado a prolongar y consolidar su Gobierno y el próximo 28 de mayo se enfrentará a su rival de la oposición, Kemal Kilicdaroglu, en una segunda vuelta.
Para hacer frente a los grandes desequilibrios externos será necesario que Erdogan cambie la combinación de políticas tras las elecciones y que la alianza de la oposición, en caso de que consiga ganar en la segunda vuelta, hable con una sola voz sobre las políticas importantes. La magnitud de los retos económicos y la complejidad del reajuste político exigirán delicadas concesiones a ambos bandos.
Como demuestran las tensiones en el mercado financiero ante la reñida primera vuelta de las elecciones presidenciales del domingo, es poco probable que la calificación de Turquía (B-/Negativo) suba a corto o medio plazo, sea cual sea el resultado de las muy disputadas elecciones presidenciales y legislativas. No obstante, el rendimiento de los bonos del Tesoro a 10 años superó el 15% días antes de la votación del 14 de mayo, antes de bajar al 12,8% el lunes.
La presión sobre la lira turca (-34% frente al dólar desde enero de 2022), la disminución de las reservas netas de divisas (15.700 millones de dólares estadounidenses a finales de febrero de 2023), el gran déficit por cuenta corriente y la elevada inflación (43,7% interanual en abril de 2023) persistirán con o sin un nuevo liderazgo político, dado el tiempo que se necesita para lograr cualquier normalización política y convalecencia económica.
Es muy probable que el presidente Erdogan siga en el poder después de las elecciones de 2023, lo que forma parte de nuestro escenario de referencia, y que esto se traduzca en una continuidad de las políticas y en una incertidumbre persistente. La economía quedaría expuesta de forma duradera a un ajuste desordenado derivado de una creciente crisis monetaria y a problemas
La victoria de Erdogan se traduciría en una incertidumbre persistente
más profundos de balanza de pagos debido a una política monetaria laxa, una normativa macroprudencial cada vez más compleja y una política presupuestaria expansiva. En ausencia de apoyo institucional multilateral, Turquía necesitaría acuerdos ad hoc a corto plazo con socios bilaterales. En el pasado, entre ellos el Consejo de Cooperación del Golfo y Rusia, para acceder a divisas fuertes y contribuir modestamente a satisfacer las necesidades de financiación exterior.
Los partidos de la oposición les espera un arduo reto económico si llegan al poder. Del mismo modo, una posible victoria de la alianza de la oposición, un resultado menos probable pero aún posible, conllevaría una gran incertidumbre política ante la falta de mayoría en el Parlamento. Aunque a largo plazo sería positivo para el crédito invertir la combinación de políticas, ya que reduciría los desequilibrios, esto pondría a prueba la unidad de una coalición de partidos de la oposición sumamente diversa e inexperta, que tendría que consolidar su credibilidad y demostrar su capacidad con un retorno ordenado a políticas más convencionales.
Será difícil aplicar una reforma secuencial de las políticas, en primer lugar, de la política monetaria y las medidas macroprudenciales, incluido el sistema de protección de depósitos. El endurecimiento de la política monetaria y la reducción de la inflación ayudarían, pero Turquía tiene grandes desequilibrios, profundamente arraigados, que se han acumulado a lo largo del tiempo bajo la presidencia de Erdogan.
Independientemente de las circunstancias políticas en las que se encuentre Turquía tras las elecciones, los riesgos a la baja persistirán a corto plazo. En el peor de los casos, se produciría una especie de estancamiento político, sin resultados electorales claros o cuestionados, y la formulación de la política económica quedaría en el limbo.
La falta de una victoria aplastante del partido Alianza Popular de Erdogan o del líder de la oposición Kemal Kilicdaroglu (Alianza Nacional), en un contexto de alta participación electoral, aumenta el riesgo de inestabilidad. Esto ralentizaría aún más la actividad económica, a pesar de que el crecimiento del PIB previsto para este año es del 2,7%, por debajo del potencial de alrededor del 4,0%.
La incertidumbre sobre la postura política después de las elecciones conlleva riesgos significativos que se reflejan en la Perspectiva Negativa adjunta a las calificaciones B- de Turquía desde 2020. La próxima revisión del calendario de Scope Ratings será el 4 de agosto de 2023.