AGUA Y TURISMO
En España la lucha política por el uso del agua escasa se ha centrado en la agricultura. Aquí se dedican 4 millones de hectáreas al regadío, igual que en Francia e Italia juntos, dos países que cuentan con más recursos hídricos y precipitaciones más abundantes. Es lógico, puesto que entre el 70% y el 80% del agua disponible se dedica a esa actividad. La agricultura exige mayores cantidades donde más escasea, la costa mediterránea y la occidental de Andalucía.
Proporcionalmente, el turismo consume mucho menos, alrededor de un 13% del total. Sin embargo, el consumo por turista y día oscila entre los 350 y los 800 litros, muy por encima al promedio nacional, unos 130 litros al día.
El problema surge cuando ambas actividades tienen lugar en el mismo espacio geográfico. La costa mediterránea, especialmente Alicante y Murcia, produce y exporta grandes cantidades de productos agrícolas y acoge a millones de turistas. La concentración ha deteriorado algunos espacios como el Mar Menor, cuyas aguas se han ido malogrando por la presión de la minería, de las urbanizaciones turísticas y los puertos deportivos, y por la puesta en regadío, no siempre legal, de un tercio de la superficie agrícola del Campo de Cartagena, tras el trasvase Tajo Segura. Estas actividades vierten en el agua del Mar Menor el exceso de nutrientes procedentes de la agricultura extensiva y las aguas residuales de residentes y turistas. La consecuencia es que, tras los acontecimientos de 2016, 2019 y 2021: sopa verde, mortandad masiva de fauna marina y afloramiento del fitoplancton, se ha producido una eutrofización avanzada del agua difícilmente reversible. Ha dejado de ser un destino atractivo para el turismo.
En las proximidades de Doñana la tensión por el agua necesaria para mantener los humedales es entre los cultivadores de fresa y las instituciones encargadas del parque. Pero hay un tercer participante que no suele aparecer: la urbanización de Matalascañas que llega a acoger hasta 150.00 veraneantes en los meses de mayor escasez de agua. Alguno de los pozos de los que se abastece están próximos al parque. Abundan las piscinas y los céspedes y hasta se construyó un campo de golf que tuvo que ser abandonado.
La agricultura y el turismo concentran la mayor demanda de agua en Andalucía y Murcia
A esto hay que añadir la pertinaz sequía, el calentamiento global y la mayor evaporación. No hay manera de solucionar el problema a gusto de todos. Los ecologistas proponen olvidarse del desarrollismo y proteger lo que nos queda. Los que tienen intereses en los desarrollos agrícolas y turísticos, desean mejoras técnicas en la senda contraria. Hay que escoger entre el mantenimiento del planeta o la “hegemonía del beneficio” como señala Edgar Morin.
Una alternativa está en los trasvases desde cuencas con recursos y el mayor uso de plantas desaladoras y depuradoras. La idea viene de lejos. Ya a comienzos del S. XX se crearon las confederaciones hidrográficas que gestionan los recursos. En España se han llevado a cabo 16 grandes trasvases. El más importante, el Tajo Segura planificado a comienzos de los años 30 e inaugurado en 1979. El trasvase llevó riqueza a los agricultores de Murcia y Alicante que, lógicamente desean cada vez más agua.
La política de trasvases se complementó con la de construcción de presas iniciada con la República y con un acelerón en los años 6070. España es el país europeo con mayor número de embalses, pero muchos de ellos envejecidos. El nivel actual de las presas está en mínimos.
La otra manera de obtener agua potable es a través de la desalinización. España es, de nuevo, el país europeo de mayor capacidad desaladora y de depuración de aguas residuales y se planifican y construyen nuevas plantas. Gracias a ellas algunos lugares como Lanzarotedonde se abrió la primera planta desaladora en 1964- pudieron abrirse al turismo. Hoy sigue dependiendo de la desalación para el consumo. En España el agua obtenida por desalación es suficiente para el abastecimiento doméstico de 34 millones de personas, pero tiene otros usos con necesidades elevadas.
Agricultura y turismo también coinciden en ocupar a una gran parte de los fijos discontinuos, es decir: durante varios meses cada año todos pagamos el paro de cientos de miles de trabajadores, en general con salarios bajos cuando trabajan. También coinciden en el alto número de trabajadores extranjeros que trabajan en estas actividades. La respuesta empresarial es diferente: mientras las principales cadenas hoteleras están apostando por la sostenibilidad los empresarios agrarios no parecen tan preocupados. Cada vez que hay un avance surge una dificultad. Hemos llegado a un punto en el que hay que escoger entre dos modelos de sociedad muy diferentes.