El Economista

EL BANCO CENTRAL EUROPEO CUMPLE 25 AÑOS: PROBADO Y LISTO PARA LO QUE VENGA

- Frederik Ducrozet Director de análisis macroeconó­mico de Pictet WM

El Banco Central Europeo, con 25 años, ha alcanzado mayoría de edad. Pero es, con mucho, es el más joven de los principale­s bancos centrales y el único sin un gobierno federal a sus espaldas.

En este tiempo ha navegado con éxito en la crisis de la eurozona, que amenazaba la existencia de la moneda única, con una reputación fortalecid­a, lo que ha ayudado a mejorar la cohesión e integridad.

Sin duda, en el camino ha habido errores. Pero el BCE y sus responsabl­es han demostrado capacidad para corregir. También han demostrado ser expertos en desarrolla­r nuevas herramient­as de política monetaria. Han tenido el olfato político necesario para forjar un BCE independie­nte y creíble. Ello genera confianza respecto a su capacidad para adaptarse y hacer frente a este período de inflación estructura­lmente más alta. Aunque en el último año ha acometido los aumentos de tipos de interés más rápidos de su corta historia, los mercados financiero­s se han mantenido estables y los diferencia­les de rentabilid­ad a vencimient­o respecto a la deuda alemana, que los inversores exigen a la de países del sur de la eurozona, como Grecia, no se han disparado, superando las expectativ­as de los observador­es más optimistas, como nosotros.

Su mayor logro en este tiempo ha sido salir de la sombra del Bundesbank alemán, en el que se había basado, para establecer­se como verdadero prestamist­a de último recurso para bancos y gobiernos de la eurozona. No ha estado exento de dolor. Pero en el proceso las correspond­ientes políticas han creado una euro zona más robusta y un BCE endurecido, que los mercados financiero­s han aprendido a evitar desafiar.

Comenzó su andadura en 1998, con plenos poderes desde el 1 de enero de 1999 con el euro presente en once países. Los primeros años se centró en la estabilida­d de precios con su primer presidente, el holandés Wim Duisenberg y su sucesor francés, JeanClaude Trichet, a quien le gustaba enfatizar: “Solo soy la aguja en nuestra brújula, la estabilida­d de precios”. Ambos tuvieron éxito y bajo su supervisió­n la inflación promedió quedo justo por debajo de 2%. Pero hubo un error de juicio en 2011, cuando el BCE elevó los tipos de interés varios trimestres. Tuvo que recortarlo­s el mismo año, cuando la economía se desplomó. El caso es que el entonces gobernador del Banco de Italia, Mario Draghi, quien más tarde introducir­ía la “orientació­n a futuro” en las comunicaci­ones, no se opuso a las alzas de tipos de interés. El caso es que a medida que surgían los problemas respecto a la deuda de Estados de la zonaeuro, hubo renuncias de alto nivel.

Luego, estalló la crisis de la euro zona. Los diferencia­les de rentabilid­ad a vencimient­o de los bonos de países de la periferia explotaron, una amenaza existencia­l para el proyecto del Euro. La aplicación de políticas fiscales de austeridad de los gobiernos del sur, que buscaban recuperar la confianza del mercado, exacerbó un entorno des inflaciona­rio. Ello permitió al BCE diseñar y poner en marcha medidas excepciona­les. La alternativ­a habría sido permitir que la deflación se afianzara, lo que habría ido en contra del mandato de estabilida­d de precios.

Así que el BCE, con el italiano Mario Draghi ya como tercer presidente, aumentó la liquidez. Draghi había prometido en 2012: “El BCE, en su mandato, está listo para hacer lo que sea necesario para preservar el euro... Y créanme, será suficiente”. Tras un amargo debate entre halcones y palomas, surgió la nueva herramient­a de política monetaria: “Transaccio­nes Monetarias de Compra Directa”, que permitió a la institució­n monetaria compras ilimitadas de bonos de los gobiernos, con la condición de que los países adoptaran planes de reforma. Esa “condiciona­lidad” ha ayudado a las economías más débiles, y ha estabiliza­do la unión monetaria, ahora con veinte miembros. Incluso el BCE ha resistido los desafíos legales del Tribunal Constituci­onal de Alemania respecto a los programas de compra de bonos.

La sucesora de Draghi, la francesa Christine Lagarde, solo meses después de asumir la presidenci­a, cometió un error en 2020, al indicar que no era papel del BCE “reducir el diferencia­l” de rentabilid­ad a vencimient­o en los mercados de deuda soberana, lo que sacudió a la deuda italiana. Pero se apresuró a corregir. Incluso lanzó un programa de compras de emergencia pandémica, para reducir los costes de endeudamie­nto y aumentar el crédito. Desde entonces, ha reconstrui­do la unidad en el Consejo de Gobierno del BCE y lidera la lucha contra la inflación, a la que ha llamado “monstruo al que tenemos que golpear en la cabeza”, hasta ahora sin recesión (aunque Alemania ha entrado en recesión técnica). Dado el pedigrí acumulado en estos 25 años, confiamos en que encuentre nuevamente la forma de acabar con este entorno de inflación persistent­e.

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