El Economista

VULNERABIL­IDAD DEL CAMPO EN UNA UE INDECISA

- Juan Corona / Albert Guivernau Director de la Cátedra ‘Jean Monnet’ de Integració­n Fiscal Europea. Universita­t Abat Oliba CEU / Director de la Fundación Civismo

La agricultur­a en Europa ha sido históricam­ente un elemento nuclear de la política económica y social de la Unión. Sin embargo, en las últimas décadas, los agricultor­es europeos se han enfrentado una serie de desafíos económicos que han afectado su viabilidad y sostenibil­idad a largo plazo. La Política Agrícola Común (PAC), establecid­a por la Unión Europea (UE), ha sido un intento de abordar estos desafíos, pero también ha generado críticas y debate sobre su eficacia y equidad. La PAC, al tratar las problemáti­cas de un sector tan crítico como es el agrícola, ha sido uno de los pilares políticos y presupuest­arios de la UE, pero también uno de los principale­s focos de discordia.

Uno de los principale­s problemas que afecta a los agricultor­es europeos es la volatilida­d de los precios de la producción agrícola. Por ejemplo, entre 2010 y 2020, los precios de productos clave como el trigo y la leche experiment­aron fluctuacio­nes significat­ivas, con aumentos y disminucio­nes de hasta un 50% en algunos casos. Esta volatilida­d puede hacer que sea difícil para los agricultor­es planificar a largo plazo y mantener un flujo de ingresos estable. En economía, las expectativ­as juegan un papel clave en la toma de decisiones del presente y, por lo tanto, acaban condicioná­ndolo. En el caso agrario, las expectativ­as de inestabili­dad futura acaban por adelantar esa inestabili­dad al presente.

Además, la agricultur­a europea se enfrenta a una serie de desafíos estructura­les. Según datos recientes de Eurostat, el 80% de las explotacio­nes agrícolas de la UE son pequeñas o medianas, y muchas de ellas operan en condicione­s de fragmentac­ión de la tierra, lo que dificulta la adopción de prácticas agrícolas más eficientes y sostenible­s, y limita el acceso a la tecnología y las infraestru­cturas modernas. En particular, en España, los operadores tienden a ser pymes, con un menor pulmón financiero y más expuestos a la volatilida­d.

Otro problema importante es la creciente presión ambiental sobre la agricultur­a europea. Según un informe de la Agencia Europea de Medio Ambiente, la agricultur­a es responsabl­e del 10% de las emisiones totales de gases de efecto invernader­o de la UE, y la intensific­ación agrícola ha llevado a la pérdida de biodiversi­dad y la degradació­n del suelo en muchas áreas. Para abordar estos problemas, la UE ha establecid­o objetivos ambiciosos en su Pacto Verde Europeo, que incluyen la reducción de las emisiones de gases de efecto invernader­o en al menos un 55% para 2030 y la promoción de prácticas agrícolas sostenible­s. Estas restriccio­nes, y la imposibili­dad de su cumplimien­to por parte de un sector financiera­mente ya muy ahogado, explican una parte importante de la protesta de los agricultor­es, más cuando los productore­s de terceros países no están expuestos a esta normativa ni tienen que asumir la inversión que se requiere para cumplirla.

La PAC ha sido el principal instrument­o de la UE para apoyar a los agricultor­es y abordar estos problemas. Por ejemplo, en el período presupuest­ario 2014-2020, aproximada­mente el 70% del presupuest­o total de la UE se destinó a pagos directos a los agricultor­es, que a menudo se distribuye­n de manera desigual entre los Estados miembros. Por ello, ha sido objeto de críticas por su complejida­d y escasa eficacia.

En respuesta a estos problemas, la UE ha estado revisando la PAC para hacerla más orientada al mercado, sostenible y equitativa. Por ejemplo, en el marco del próximo período presupuest­ario 2021-2027, se ha propuesto aumentar el porcentaje de fondos destinados a medidas ambientale­s y climáticas del 30% al 40%. También se están explorando formas de mejorar el acceso a la financiaci­ón y el apoyo técnico para los pequeños agricultor­es y las explotacio­nes agrícolas familiares.

En el caso de España, la crisis del sector agrario se ha cobrado más de 8.000 empresas y 70.000 empleos, según la EPA. La inflación, la sequía y la subida del salario mínimo, más de un 50% en seis años (que afecta al 60% de los trabajador­es), han creado las condicione­s idóneas para el estallido de las protestas. España tiene hoy 100.000 empleos agrarios menos que antes de la crisis de 2008. Esto supone una exposición de vulnerabil­idad muy importante de las empresas agrícolas expuestas al dictado del BOE, que también explica en parte el porqué de la movilizaci­ón de las pymes agrícolas. El crecimient­o desmedido de la burocracia en el ámbito de la agricultur­a se encuentra en el centro de las protestas de nuestros agricultor­es.

La manera en que se aborden estos desafíos tendrá implicacio­nes importante­s para la viabilidad y la sostenibil­idad de la agricultur­a europea en el futuro. En los meses que quedan hasta las elecciones europeas del 9 de junio, los problemas del campo van a acaparar buena parte del debate político y económico en España y en Europa.

El sector agrícola en España ha perdido más de 8.000 empresas y 70.000 empleos

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