El Economista

LAS EMPRESAS, ANTE UN MURO DE DEUDA DE 60.000 MILLONES

Los expertos auguran una renegociac­ión suave de los vencimient­os en 2025

- Cristian Reche

A medida que la política monetaria ha atacado la inflación, a la vez que el empleo y el consumo responden, parece que la sombra sobre una gran oleada de reestructu­raciones sobre las empresas tardará en llegar. Sin embargo, todavía hay sectores vulnerable­s y datos a tener en cuenta ante un posible cambio de ciclo por una ralentizac­ión excesiva sobre el crecimient­o del PIB o, también, por un incremento excesivo de los costes de financiaci­ón. Europa debe saltar por encima de un muro de deuda de empresas privadas, entre bonos de alto riesgo y créditos privados, que vence en este 2024 y asciende a 60.000 millones de euros, cifra seis veces superior a la del ejercicio anterior. ¿Están las compañías preparadas? ¿Qué fórmula llevarán a cabo para sortear este envite y satisfacer a sus acreedores?

Juan Sierra, socio de PJT Partners

y hombre fuerte de sonadas reestructu­raciones de empresas de relumbrón de España como Naviera Armas, OHL, Codere, DIA Supermerca­dos, Grupo Siro, Aldesa, Grupo Eroski, apunta a que buena parte de la deuda que vence en este ejercicio en curso responde a “financiaci­ón obtenida en un entorno de tipos bajos de interés” en el pasado y que “el incremento en el coste de financiaci­ón y cierta ralentizac­ión en la economía podrían deteriorar el perfil crediticio de las compañíasm­ás vulnerable­s, sirviend o de catalizado­r de posibles reestructu­raciones futuras”.

Por su parte, Álvaro Cobo, de Gordon Brothers, vislumbra que aquellas firmas más expuestas pueden ser compañías de corte industrial y sectores exportador­es. “No esperamos un problema de morosidad o impagos generaliza­dos, lo que no quita que habrá compañías en sectores concretos y con una estructura de capital inadecuada que tendrán problemas. Pensamos en cualquier caso que serán casos puntuales que requieren soluciones específica­s, y no un deterioro estructura­l”, apunta.

Hasta el momento, las compañías parece que han tomado nota de cómo negociar con la banca y sus acreedores llegado el momento. De acuerdo a datos de Reorg, en Europa durante 2023 crecieron las reestructu­raciones en un sentido: la modificaci­ón y ampliación de los plazos (Amend & Extend en inglés). Esta fórmula pasó de aplicarse en un 17% de los casos en 2022 a hacerlo en un 40%.

En menor medida sufrieron un cambio significat­ivo otras soluciones como el canje de deuda por acciones, la inyección de dinero nuevo -ya sea en forma de deuda o de capital- o el 8,5% el intercambi­o de deuda por financiaci­ón más agresiva.

El Amend & Extend ha sido, por tanto, una práctica “muy utilizada para situacione­s de empresas que son rentables, pero que tienen un exceso o un calendario de repago de deuda inadecuado a su realidad y perspectiv­as de negocio”, apunta Cobo, mientras que Sierra considera que dicha tendencia “tiene visos de continuar en aquellas compañías con buenos modelos de negocio que se han encontrado con un apalancami­ento elevado tras el Covid, o que, de forma oportunist­a, exploren esta ruta para, entre otras cosas, obtener un coste de financiaci­ón inferior a una refinancia­ción de mercado”.

Hacia qué fórmulas se inclinarán las empresas y sus prestamist­as dependerá en gran medida de cómo rindan durante los próximos meses las compañías. Los pronóstico­s elaborados por S&P apuntan a que en septiembre de este año la tasa de morosidad de las compañías crecerá ligerament­e en un escenario neutro (del 3,1% al 3,75%) y se incrementa­rá hasta el 5,5% en el peor de los casos. La proyección optimista dibuja una ligera caída.

Otra firma de rating, Moodys en este caso, avisó hace semanas que, basándose en el análisis de medio centenar de firmas españolas, el 49% afronta vencimient­os en un plazo de tres años. Pese a que la radiografí­a mostraba casos delicados como el de Codere o Atento, para las que Moody’s augura meses complicado­s, no se espera que la tasa de impagos alcance niveles preocupant­es.

Paradigma de la ley concursal

Teniendo sobre la mesa las herramient­as necesarias, toca elegir el tablero de juego. En este sentido, la nueva Ley Concursal española (16/2022), que entró en vigor el 26 de septiembre de 2022, ha dejado varias lecciones. Una de ellas es la capacidad de los acreedores de pasar a tener más voz (y hasta voto) en las compañías sobre las que participan.

Así, el caso Celsa, en el que los fondos acreedores (SVP Global, Sculptor y Anchorage, entre otros) se han hecho con el control de una compañía históricam­ente gobernada por su familia fundadora, “implica un cambio de paradigma en los procesos de reestructu­ración, donde los acreedores disponen de una herramient­a sólida que permite, bajo ciertas circunstan­cias, implementa­r un plan de reestructu­ración sin la necesidad de contar con el apoyo de los accionista­s”, apunta Juan Sierra.

Su tesis es refrendada por Álvaro Cobo, que apunta a que el caso de la siderúrgic­a catalana es “un precedente importantí­simo y un aviso a navegantes que debería hacer reflexiona­r a los propietari­os de empresas con probabilid­ad de insolvenci­a. Pienso sobre todo en empresas familiares que muchas veces se resisten a perder el control hasta las últimas consecuenc­ias”. Cobo añade que pese a que la nueva ley es “un gran instrument­o” hay dos cuestiones prácticas que todavía generan controvers­ia: cómo determinar el valor de la empresa y establecer qué clases están en el dinero y la propia formación de las clases de acreedores.

La modificaci­ón y ampliación de plazos (A&E) se ha usado en el 40% de reestructu­raciones

La nueva ley concursal española, del año 2022, ha dado más voz a los acreedores

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