El Pais (1a Edicion) (ABC)

El encanto perdido de la revolución

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En plena revolución Macron, hace un año y medio, los currículum­s desbordaba­n la sede de su movimiento, En Marche! El futuro presidente podía permitirse despreciar a los viejos partidos y a los viejos políticos. Era la hora de la llamada sociedad civil. De los profesiona­les liberales y los tecnócrata­s. De la Francia “ni de izquierdas ni de derechas”, como rezaba el mantra. De los que, por fin, iban a reformar este país que se había ganado la reputación de ser irreformab­le. Nadie tenía un no para el joven candidato que iba a transforma­r Francia.

La magia se ha esfumado. El poder ya no seduce. Ya no hay colas para entrar en el Gobierno. Emmanuel Macron ha necesita- do dos semanas para remodelar el Ejecutivo. Porque no se ponía de acuerdo con su primer ministro, Édouard Philippe. Y porque ya no es tan fácil encontrar miembros de la sociedad civil —ni a políticos profesiona­les— que quieran subirse al carro del macronismo.

Las dimisiones sucesivas de Nicolas Hulot, popular activista medioambie­ntal y presentado­r de televisión, y del experiment­ado Gérard Collomb, son un aviso. Para un influyente ecologista, el ejercicio del poder real puede ser frustrante, y no es la mejor vía para poner en práctica sus ideas. Para un político con una trayectori­a larga como el exsocialis­ta Collomb, que además fue uno de los primeros valedores del Macron, existen opciones más interesan- tes que ser ministro del Interior. En su caso, regresar a su antiguo trabajo, alcalde de Lyon.

Hulot era el miembro más destacado de la sociedad civil en el equipo gubernamen­tal. La apertura a los políticos no profesiona­les fue uno de los eslóganes del primer macronismo. El presidente relevó ayer a otra representa­nte de este ámbito, la editora Françoise Nyssen, una ministra de Cultura que nunca encajó en la burocracia. Una investigac­ión preliminar de la fiscalía por unas obras en las instalacio­nes de su editorial, la exquisita Actes Sud, le complicaro­n las cosas. Los sustitutos de Hulot y Nyssen son políticos. Los nuevos miembros del Gobierno procedente­s de la sociedad civil son secretario­s de Esta- do. La marcha de Nyssen, como la de Hulot hace unas semanas, certifica que no siempre quien brilló en el sector privado puede gestionar un ministerio. La política es un oficio.

Macron lo hizo todo para diferencia­rse de sus antecesore­s. Lo ha logrado a medias. Quería superar las divisiones partidista­s, pero se ha visto obligado a componer un gabinete de equilibrio­s entre corrientes ideológica­s. Quería eficiencia, un Gobierno conmétodos del mundo empresaria­l, pero ha tardado 13 días en formar el equipo. Quería a los mejores, pero algunos de los mejores se marchan. Ha descubiert­o, tarde quizá, que él también es un presidente como los demás, un presidente normal.

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