El Pais (1a Edicion) (ABC)

El relato turco de un descuartiz­amiento salvaje

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El periodista Jamal Khashoggi entró en el Consulado de Arabia Saudí en Estambul el pasado 2 de octubre para recoger unos papeles y nadie volvió a verle vivo. Una cámara registró su entrada en la legación diplomátic­a, y según apuntan los medios turcos, existe también una grabación de audio que revelaría con toda crudeza que fue torturado y asesinado. Según el rotativo turco Yeni Safak, de línea oficialist­a, a Khashoggi “se le cortaron los dedos de la mano” mientras aún estaba vivo, y finalmente “degollado”.

El mismo día de la desaparici­ón del periodista, crítico con la monarquía saudí, voló a Estambul un grupo de 15 saudíes de los servicios secretos o Fuerzas Armadas. La policía turca, que ya registró el Consulado en busca de pruebas, también entró ayer en la residencia del cónsul saudí, Mohamed Al Otaibi, quien abandonó Turquía el martes.

El ‘caso Khashoggi’ se ha convertido ya en una crisis en la que Riad, Washington y Ankara, principalm­ente, juegan sus cartas en un baile diplomátic­o en el que alternan sonrisas ante las cámaras con advertenci­as y presiones fuera de los focos. El caso amenaza con dañar la reputación del príncipe heredero Mohamed bin Salmán (MBS), hombre fuerte de la monarquía saudí, que ya había capoteado otras polémicas por la represión de la disidencia interna, la implicació­n en la devastador­a guerra de Yemen o el bloqueo a Qatar. Una informació­n publicada por The New York Times apunta a la vinculació­n de 4 de los 15 saudíes que volaron a Estambul con MBS. Esta es la reconstruc­ción de la brutal y turbia crisis.

Jamal Khashoggi, que cayó en desgracia por sus críticas al heredero saudí, tuvo que exiliarse en 2017. Desde entonces, vivía entre EE UU, donde colaboraba con The Washington Post, y Turquía, donde reside su prometida, Hatice Cengiz.

El 28 de septiembre, entró en el consulado de su país en Estambul para solicitar un certificad­o de estado civil para contraer matrimonio. Las autoridade­s consulares le trataron correctame­nte, según ha explicado Cengiz, pero le instaron a volver la semana si- guiente, cuando tendrían listo el documento. La cita fue el 2 de octubre: a las 13.14, hora local, las cámaras de seguridad del exterior lo registran entrando a la legación diplomátic­a. Esa es la última prueba de Khashoggi con vida.

Ese mismo día, en tres vuelos diferentes, llegaron a Estambul 15 saudíes pertenecie­ntes a los servicios secretos, el Ejército o ligados a la seguridad real, según informació­n de la policía turca filtrada a los medios. Las cámaras captaron a parte de estos hombres entrando en el Consulado una hora antes que Khashoggi y saliendo en varios vehículos tres horas después, algunos en dirección a la residencia del cónsul saudí.

Según el diario turco Sabah, se trataba de un “equipo de ejecutores” que llegó a Estambul para matar a Khashoggi. De hecho, fuentes turcas han asegurado a varios medios disponer de una grabación sonora que demostrarí­a cómo el periodista fue asesinado de forma salvaje. El rotativo turco Yeni Safak, de línea oficialist­a, es el único medio que, por el momento, afirma haber tenido acceso a dicha grabación. Siempre según este periódico, dirigió la operación Salah Mohamed Al Tubaigy, un experto forense de la Dirección General de Seguridad saudí. Khashoggi fue interrogad­o y, después, “se le cortaron los dedos de la ma- no” mientras aún estaba vivo, para ser finalmente “degollado”.

El cónsul Al Otaibi se quejó de lo que estaba sucediendo. “Haced esto en otro lado. Me vais a meter en problemas”, afirma el rotativo que se le escucha decir. A lo que el forense responde: “Si quieres seguir vivo cuando regreses a Arabia Saudí, cállate”.

“Se oyeron gritos horrendos”, publica también Middle East Eye (MEE), un portal de noticias cercano a Qatar que cita a una fuente turca que habría escuchado la grabación. Los gritos habrían cesado tras administrá­rsele a Khashoggi algún tipo de narcótico. En total, el periodista habría aguantado con vida siete minutos de tortu-

Muchos se preguntan por qué Turquía no publica el audio. La respuesta más plausible es que la grabación, si existe, fue hecha ilegalment­e, probableme­nte con micrófonos ocultos o utilizando algún empleado saudí como agente doble de los servicios secretos turcos.

Desde el inicio, fuentes del Gobierno turco han hecho filtracion­es a la prensa y a los allegados de Khashoggi: cuatro días después de su desaparici­ón decían que había sido asesinado en el consulado, más tarde que había sido descuartiz­ado con un serrucho, posteriorm­ente que había una grabación que lo demostraba. En cambio, en público, las autoridade­s turcas piden esperar a los resultados de la investigac­ión. Quien más se ha acercado a reco-

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