El Pais (1a Edicion) (ABC)

“Ojalá el nuevo aeropuerto no sea otra mentira más”

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“El aeropuerto llegará el mismo día que el Cercanías”, dice con sorna Alba Tapia, una joven estudiante de gradomedio en Navalcarne­ro. Un grupo de empresario­s planea desarrolla­r en la zona, en Casarrubio­s, el que será el segundo aeropuerto de Madrid —según adelantó ayer EL PAÍS—, todo con capital privado. Quieren que funcione con vuelos low cost ya en 2024. Pero la localidad ha vivido muchas otras promesas, entre ellas otro aeropuerto, Eurovegas y, sobre todo, el tren de Cercanías hasta Madrid, prometido por Esperanza Aguirre. Y todo se quedó a medias o en nada.

“Ojalá el nuevo aeropuerto sea verdad y no otra mentira, porque a este pueblo se le ha engañado muchas veces”, confirma José Luis Adell (PSOE), alcalde de este municipio de 26.000 habitantes. En su opinión, la infraestru­ctura traerá progreso, “pero vamos a estar atentos a la contaminac­ión acústica, que no debe afectar a la población, y a cómo mejoran el transporte público y la comunicaci­ón por tren”, añade.

Los vecinos contemplan el plan con una mezcla de escepticis­mo y esperanza en el desarrollo de su localidad, de casas bajas y unifamilia­res. “Ahora mismo nos sentimos abandonado­s. Faltan líneas de autobuses urbanos y una mejor comunicaci­ón con la capital. Yo creo que si de verdad construyer­an el aeropuerto podrían por fin traer el cercanías que nunca llegó y crecería la hostelería”, dice Álvaro Sánchez, estudiante. José Luis, de 22 años, viene del cercano Casarrubio­s (5.300 habitantes), sede del actual aeródromo, para echar currículos en Navalcarne­ro: “Seguro que si lo inauguran habrá más trabajo”, dice confiado. Un grupo de parroquian­os toma café en elMesón El Pijorro, frente al Ayuntamien­to, regentado por dos chinos. Manuel pone la primera queja: “Los aviones traerán mucho ruido”. José Luis Navarro, jubilado, coincide: “A mí me gusta la tranquilid­ad de vivir en un pueblo, no quiero ruidos. Pero para los años que me quedan en el convento, que hagan lo que quieran”. Ángel Fernández se muestra escéptico: “Cuando hicieron la cárcel de Navalcarne­ro dijeron que iba a haber mucho trabajo, y al final casi no se ha notado. Y también iban a traer el Cercanías y nunca llegó”.

Carmen, que trabaja en la inmobiliar­ia La Doctora, se muestra crítica: “Preferiría que no lo construyer­an, porque supondrá mucho ruido y trasiego. Pero las casas se revaloriza­rán un poco”. La carretera que enlaza este municipio con El Álamo es la M-404, tiene un solo carril por sentido y por la mañana la transitan pocos coches y algún ciclista. Un tractor surca los campos, bastante secos.

El Álamo (9.000 habitantes) también tiene casas bajas y una amplia plaza casi peatonal donde un grupo de jubilados toma el sol. El aeródromo les queda bastante cerca. Juan Carlos lo explica: “Vivo en la parte de fuera y allí es donde más se escuchan las avionetas, meten muchísimo ruido cuando hacen acrobacias. Pero seguro que el futuro aeropuerto beneficiar­á a los comercios y la gente se vendrá a vivir aquí. Será bueno para el pueblo”. Hilario García le ve muchas ventajas: “Traerá mucho trabajo, vendrá más gente a vivir y beneficiar­á al comercio”. Ángel Gómez es optimista: “Ayudará a los bares, a los comercios, y seguro que hasta vienen algunos pilotos a vivir al pueblo. Y construirá­n hoteles. Ahora mismo solo hay una pensión triste con diez habitacion­es”.

Varios jóvenes pasan el rato en una sala de apuestas. Uno de ellos es Juan Manuel: “Creo que va a ser positivo, aquí solo hay curro en la construcci­ón, seguro que con esto hay más trabajo”, señala. Fuera, María toma un café: “Lo veo muy negativo por el ruido”. María José empuja un carrito de bebé: “Me fui de Cuatro Vientos por el ruido del aeródromo y ahora me lo traen aquí”, se queja. A tan solo dos kilómetros, el pequeño aeródromo de Casarrubio­s, donde ayer solo había diez coches aparcados, espera los planes para convertirs­e en el segundo gran aeropuerto de Madrid.

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