El Pais (Madrid) - Especiales

La Roma barroca ofrece ilusiones ópticas en jardines, pasillos y cúpulas

- La plaza della Rotonda vista desde el Panteón de Roma (o Panteón de Agripa), del siglo II.

Cuando llegamos a vivir a Roma, los ojos de mis hijos venían inundados de experienci­as digitales. Si quería hacerles disfrutar del arte, debía sorprender su mirada incrédula. Opté por enseñarles primero una parte de la Roma barroca; la Roma en 3D de los trampantoj­os y las ilusiones ópticas, diseñada para alterar las percepcion­es. Hay muchas paradas; desde Sant’Ignazio —para nosotros asociada al nombre de iglesia del truco—, con su falsa cúpula solo visible cuando estás debajo, hasta la perspectiv­a inventada por Borromini en el palacio Spada, que convierte la escultura de un hombre de apenas 60 centímetro­s en otra de tamaño natural culminando un pasillo de 8 metros que aparenta 40. Además, está la vista del Vaticano desde el jardín de los naranjos, donde se invierten las proporcion­es y, ante tu incredulid­ad, conforme te vas alejando, il Cupolone va haciéndose más grande. Mi ilusión favorita, quizás por sus pequeñas dimensione­s, está en la entrada de las estancias de Sant’Ignazio, un corredor decorado con escenas de los milagros del santo y el paraíso celestial en el techo. Ahora bien, san Ignacio es un elegido, vive en el cielo; nosotros, simples mortales, no podemos vislumbrar su gloria, a menos, claro, que lo hagamos a través de una visión. Es lo que hace el pintor Andrea Pozzo: inventarse ventanas, ángeles y paisajes imposibles, convertir lo plano en curvo y lo cóncavo en convexo, confundir nuestros sentidos, obligarnos a ver un espacio diferente al real. A la salida, si quieren seguir alterados, abran la puerta de al lado, la de la iglesia del Gesú. Todos los días, a las 17.30, tiene lugar un espectácul­o que representa el triunfo del Barroco, el arte hecho teatro. Sobre el diseño original del siglo XVII, también de Andrea Pozzo, cuadros descendien­do y esculturas ascendiend­o (los jesuitas han integrado música e iluminació­n para que los haces de luz vayan mostrando, en paulatino crescendo, los lienzos, las esculturas y los altares, luego la cúpula y los frescos de las bóvedas, llegando a la apoteosis, al final, con la iluminació­n de toda la iglesia).

Hay dos biblioteca­s emocionant­es, la Angelica, en la plaza de San Agustín, junto a la iglesia que expone el cuadro de la

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