Observar, escuchar y aprender
Desde la creación de empleo hasta la justicia social. En los 31 países donde trabaja, Sacyr dialoga y construye.
La escucha, algo aparentemente sencillo, es una de las cosas más complicadas de hacer en la vorágine del día a día. Implica detenerse, prestar atención, hacer un ejercicio consciente de interés y análisis por lo que cuenta quien está enfrente. A veces, el relato no lo hace alguien sino algo: un bosque, la situación económica de un lugar, una vereda o incluso la estadística. En cualquier caso, solo así puede arrancar el diálogo, y únicamente el diálogo permite una solución adecuada y sostenible en el tiempo para cualquier problema.
Esa escucha es la que vertebra el compromiso de Sacyr con aquellos entornos en los que está presente; desde 2003, la compañía de infraestructuras y servicios adquirió la obligación, interna y externa, de dar respuesta a las necesidades que se iba encontrando, y nació, en firme, su área de responsabilidad social corporativa. Desde 2007, además, está adherida al Pacto Mundial, promovido por Naciones Unidas, con el que se comprometió a llevar del papel a la práctica los principios éticos sobre derechos humanos, normas laborales, medio ambiente y lucha contra la corrupción; y usa, como guía adicional a sus propios criterios de crecimiento, los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Diego Zamorano, el responsable de este ámbito dentro de la empresa, ahonda en el camino que Sacyr tomó desde aquel momento. “El enfoque inicial siempre es hacer una panorámica del lugar al que llegamos, qué necesitan las ciudades, las comunidades locales, la sociedad que integra esas localidades… Con toda esa información decidimos cómo proceder y cómo ayudar a mejorar todas esas áreas”.
Hay dos que, en la mayoría de casos, son prioritarias: las medioambientales y las sociales; aunque Zamorano asegura que siempre depende de la zona. “En Europa, donde los derechos humanos están reconocidos y asentados, las exigencias van más hacia la eficiencia, la creación de puestos de trabajo sólidos y estables; y en
Latinoamérica, por ejemplo, la cuestión se centra más en esa justicia social que no siempre existe”.
La compañía, que tiene proyectos en 31 países, adapta a cada uno de ellos las acciones con las que contribuir a la mejora de ese espacio, intentando, además, interferir lo menos posible. En Colombia, 461 kilóme- tros de carreteras le fueron adjudicados en septiembre de 2015: el ramal desde Puerta del Hierro a Cruz del Vizo (202 kilómetros al noroeste del país, entre los departamentos caribeños de Sucre, Bolívar y Atlántico), la Autopista al Mar 1 (176 kilómetros en el departamento de Antioquía, también al noroeste) y la autopista entre Pasto y Rumichaca (83 kilómetros en el departamento de Nariño, al suroeste, en la frontera con Ecuador). “Nos comprometimos a hacer mejor uno de los corredores viales más importantes de Colombia, transformando lo que ya hay en una vía de doble calzada, lo que significará mayor facilidad en las comunicaciones del suroeste del país, entre Cali, Papoyán, Pasto y la frontera con Ecuador”, asegura el directivo.
Así es la zona, así es el compromiso
En el tramo que une Pasto con Rumichaca, cuenta Zamorano que ocurre lo que en muchas otras zonas de Latinoamérica: cuando empiezan a construir, se forma una especie de comunidad comercial en torno a la obra. “Se genera una zona de trabajo, se montan mercadillos y se reactiva económicamente el lugar”. Eso, que además se crea de forma espontánea, es solo una de las consecuencias, positivas, de la actividad de Sacyr, que además puso en marcha un programa de compras locales para incentivar el movimiento socioeconómico de la zona y para contribuir al crecimiento de la región con una gestión responsable de la cadena de suministro: “El año pasado identificamos 67 proveedores locales, que se encuentran en proceso de selección. Es importante que, cuando llegas a un sitio, uses los recursos de ese lugar. Ayudas a la zona, minimizas el impacto ambiental y mueves la economía”.
No es el único proyecto en Colombia: la construcción del nuevo puente Pumarejo, que atraviesa el río Magdalena a la altura de Barranquilla, a 20 kilómetros de su desembocadura al mar Caribe, llevó hasta las comunidades aledañas la sensibilización del cuidado de sus aguas. “Para que la población conozca los efectos favorables de su construcción, que son económicos porque recuperará la navegabilidad del río, y
“Cada proyecto es una oportunidad para transformar la sociedad y mejorar la vida de las personas”
ambientales, porque se ponen en marcha mecanismos para favorecer la biodiversidad”, apunta Zamorano. Apoyo internacional Iniciativas que se extienden por varios países en cinco continentes. De España a Brasil, pasando por Panamá, donde la ampliación del canal supuso nuevas soluciones en materia de sostenibilidad que reducen en más de 160 millones de toneladas las emisiones de CO al año, y permiten un ahorro de agua de hasta un 60%; y la escuela Juan B. Sosa, en Panamá Viejo, es la primera institución pública en el país con prácticas de cultura y liderazgo a través del programa El Líder en Mí, que ya está presente en más de 3.000 escuelas en todo el mundo y que Sacyr firmó con el Ministerio de Educación el pasado año. En Bolivia, la Fundación Sacyr está trabajando para mejorar el Hogar Teresa de los Andes, en Cotoca, un centro de acogida para niños con necesidades especiales y, según Zamorano, no tan niños, porque a veces los atienden hasta que son adultos: “Baños, duchas, espacios adecuados para ellos… Es una gozada verlos felices corriendo por allí”.
Y en España, Sacyr acumula un amplio catálogo de actividades relacionadas directa e indirectamente con la sostenibilidad y la responsabilidad social. La conciliación, la promoción del deporte, la flexibilidad en los horarios y la formación de los empleados según sus áreas de gestión y necesidades, la búsqueda y el empuje al talento joven, por ejemplo, dentro “Las empresas solemos adelantarnos a las necesidades que surgen”, indica el responsable de RSC de la empresa. “Nuestro club deportivo es solo uno de los ejemplos de promoción de la actividad física; une mucho a los empleados y mejora su calidad de vida”, comenta Zamorano, quien también apunta a un par de iniciativas que se materializan fuera de la empresa. Son patronos de la Fundación Juan XXIII, una entidad dedicada desde hace más de medio siglo a mejorar la calidad de vida de las personas adultas con discapacidad; y tienen un convenio con la Fundación Andrés Marcio, niños contra las laminopatías, con el que apoyan las actividades de la organización y la investigación para combatir estos trastornos genéticos raros que frenan la esperanza de vida de quien la sufre.
Zamorano está convencido de que cada proyecto, sea donde sea y sea lo que sea, es una oportunidad para transformar la sociedad y mejorar la vida de las personas: “Cada uno exige un esfuerzo distinto, pero siempre, como mínimo, poner a trabajar todos nuestros valores. Tenemos que ser innovadores, eficientes, resilientes, transparentes, abiertos…”. Un maremágnum de cualidades que Sacyr se esfuerza por cumplir cada día, y que a veces provoca que la empresa camine un paso por delante de esas mismas necesidades que quiere cubrir o de leyes y medidas oficiales. “Tenemos que seguir escuchando a quienes nos rodean y a lo que nos rodea, y crecer en función de esa conversación con el entorno”, concluye el directivo.