El Pais (Madrid) - Especiales

Literatura, vino y naturaleza: siguiendo a Miguel Torga, Eça de Queiroz y Castelo Branco en Portugal

La tierra privilegia­da para el cultivo de las vides también favoreció la inspiració­n para el gran cultivo de las letras portuguesa­s

- Texto Patricia Almarcegui ilustració­n Alberto Aragón

Trabajo hercúleo” denominó Miguel Torga a la producción del vino. Doce horas los siete días a la semana. El escritor lo sabía bien, poseyó una de las grandes conciencia­s (y amor) por la naturaleza, y había nacido en la provincia de Trás-os-Montes, en el Alto Duero, microclima privilegia­do para el cultivo de las viñas. “Geófago insaciable” escribió de sí mismo en Diario, devorador de horizontes y de kilómetros por la provincia, una defensa de los espacios montañeses que le acompañó de por vida. Era como el granito, escribió António José Saraiva de él, tenía la misma rudeza y ductilidad, la piedra preferida para que crezcan los vinos espumosos, frente a la pizarra, la mejor para los vinos de Oporto.

Delicado y complejo

Torga, nombre literario de Adolfo Correia da Rocha (1907-1995), nació en São Martinho de Anta. A los 13 años fue enviado a trabajar a Minas Gerais, en Brasil, con unos familiares. Emigrante se consideró desde entonces, una forma de ver y sentir que dijo no abandonar jamás. Con esa alma, viajaría a Europa, y visitaría varias veces España, que describió en Diario, La creación del mundo, Bichos, Portugal y Cuentos de la montaña. Iberista convencido, el comienzo de su relación literaria con el país es dramática. En 1939 publicó El cuarto día, del ciclo La creación del mundo, sus impresione­s del viaje a España al final de la Guerra Civil en el que criticaba a Franco. Nicolás Franco, embajador en Portugal y hermano del dictador, lo denunció al otro dictador, Salazar. Torga fue detenido en su consulta médica y encarcelad­o en Lisboa. El libro fue confiscado y no se reeditó hasta 1971. “Le causó una gran tristeza no ejercer su profesión de médico”, cuenta el director del espacio Miguel Torga en su localidad natal, y recuerda también la admiración por Unamuno y el sentido religioso, intuición de lo sagrado y mítico, de los escritos. Torga fue una hierba erradicada de Trás-os-Montes, el reino maravillos­o, como él mismo lo definió. Paseamos por el edificio dedicado a él, diáfano, casi cristal, construido por Eduardo Souto de Moura (otro motivo para hacer el viaje) y seguimos los 27 paneles con su vida y obra. Las viñas se transparen­tan a través de unos ventanales enormes y recuerdo los adjetivos nuevos que aprendo respecto al vino en este viaje por Portugal. La casa natal está cerca. La recibió en herencia tras la muerte de sus padres y con Andrée Crabbé Rocha, su esposa, la encalaron y ajardinaro­n para hacerla casa de vacaciones. Me hago una foto con un ejemplar de Bichos entre las glicinias: aún no imagino cómo me va a sorprender la forma en que Torga se identifica con los animales en 1940.

Rústico, seco y ‘encorpado’

El camino que lleva a la Casa de Tormes en la parroquia de Santa Cruz de Duero, en el Ayuntamien­to de Baião, es sinuoso, escarpado y da gusto verlo. Las viñas ordenan el paisaje y los

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