SOLEMNIDAD A LO GRANDE EN EL CORAZÓN DE LOGROÑO
Hasta 11 cofradías se vuelcan en la Semana Santa, sinónimo de recogimiento y emoción en las calles. Con razón es fiesta de Interés Turístico Nacional
En Semana Santa, la ciudad de Logroño es mucho más que vino y bodegas, gastronomía, arte y aire libre. Sus 11 cofradías se vuelcan en las 16 procesiones que recorren las calles y plazas del centro histórico en esta fiesta declarada de Interés Turístico Nacional. Son desfiles solemnes, austeros y llenos de sentimiento, con pasos e imágenes de un enorme valor cultural. A lo largo de siete días, la capital riojana se tiñe de momentos inolvidables. La celebración arranca el Domingo de Ramos, cuando la bendición de las palmas inunda de colorido la Plaza del Mercado.
Es solo el inicio de todo lo que queda por delante. El lunes, entrada ya la noche, la imagen del Jesús Cautivo crea una atmósfera muy especial en el monumental entorno de San Bartolomé. Al día siguiente, la Cofradía de la Flagelación parte de la iglesia de Santa Teresita a los sones de su banda entre la expectación de vecinos y visitantes. Ese mismo martes es obligado contemplar cómo el Cristo de la Agonía atraviesa las calles del casco antiguo. El miércoles, al mediodía, se vive uno de los instantes de mayor devoción: la Limpieza del Santo Sepulcro, en la Concatedral de Santa María de la Redonda. Ya por la noche, el Encuentro entre Jesús Nazareno y la Virgen Dolorosa invade de emoción el ambiente.
El Jueves Santo, hasta cinco cofradías –Siete Palabras, Nazareno, Piedad, Descendimiento y María Magdalena– salen en procesión. El silencio de la medianoche que acompaña al paso de María Magdalena en su penitencia es el momento cumbre.
En la mañana del Viernes Santo, la belleza renacentista del Cristo de las Ánimas luce frente a la iglesia de Palacio. Horas después, con la luna en lo alto, los sones de la banda de música mecen la serena cadencia del palio de la Soledad por la calle Portales. La Semana Santa logroñesa culmina el Domingo de Resurrección, con el tránsito del Cristo Resucitado sobre el puente de Piedra que cruza el río Ebro. La experiencia vale la pena.