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Ellos y la ciudad
En febrero de 2017 a Juan García Mosqueda, argentino de nacimiento pero con ciudadanía estadounidense, le prohibieron la entrada a Estados Unidos. Pasó 36 horas detenido y después le embarcaron en un vuelo de vuelta a Argentina. Por entonces García Mosqueda era propietario de la galería de arte Chamber, en el barrio neoyorquino de Chelsea, y el incidente no le permitió asistir a su siguiente inauguración. Él denunció el “degradante” episodio en una carta a amigos y colegas de profesión, que a su vez se encargaron de propagarlo en las redes. Nueva York es una isla progresista dentro de Estados Unidos y su comunidad creativa, particularmente comprometida y elocuente, lo cual subraya el contraste entre habitar la ciudad cuyos alquileres suben más rápido en la Cristiandad y vivir de los ingresos de la parte menos afectada por ello: el feliz uno por ciento de la población que invierte en galerías de arte. De las personas que hemos entrevistado en este reportaje, solo Gaetano Pesce vive en Manhattan. Misha Kahn y Michael Bargo habitan en Brooklyn y Marc Benda se acaba de mudar allí desde el Distrito Financiero. “He visto Nueva York cambiar y también lo he visto seguir igual. La energía permanece, y también esa disfuncionalidad tan tremenda que prácticamente resulta fertilizante para los artistas. La disparidad no va a desaparecer, el abismo entre ricos y pobres solo crece. Pero al mismo tiempo todavía es imposible predecir quién tendrá éxito, cuándo y por qué”, afirma Benda. Tal vez el rasgo más característico de la condición de neoyorquino es ser consciente de ello. “Es
tan caro vivir aquí que tienes que trabajar más duro, demostrar tu pasión por lo que haces, y justo por eso quieres que tu punto de vista sea escuchado, entendido y respetado. De esa tensión se alimenta la ciudad”, dice Michael Bargo. Para Misha Kahn la tensión puede ser un problema: “Por un lado, tengo la suerte de estar ganando dinero con lo que hago, y créeme que las piezas que vendo no son las más comerciales sino todo lo contrario, pero siempre tengo la sensación de que no es verdad, de que tengo que estar alerta. Agradezco no haber tenido que hacer concesiones, pero el ritmo al que he de producir es una locura. No hay tiempo para pensar. Es duro ver el éxito comercial de las piezas que ya esperabas que lo tuvieran, porque hay fórmulas que funcionan muy bien en esta ciudad. No quiero sonar condescendiente, pero es tan difícil pagar un espacio y a gente para que haga trabajo manual, que lo normal es que un artista joven se concentre en objetos que requieren una logística sencilla y encajen en sistemas que pueda replicar fácilmente. Eso significa entrar en un bucle, en vez de parar y empezar de cero cada vez”.
Juan García Mosqueda es el comisario de No-Thing: An exploration into aporetic architectural furniture, la exposición sobre experimentos arquitectónicos que hasta el 14 de abril se puede ver en la galería Friedman Benda. Hace un año del incidente, pero Benda sostiene que es casualidad. “Habíamos empezado a hablar antes de aquello. Lo que le pasó a Juan fue una formalidad aduanera en un momento muy cargado políticamente”. Otro de los rasgos del neoyorquino profesional es asumir que la vida sigue, de hecho bastante rápido, así que mejor no dramatizar. O hacerlo, pero a la contra, si tu otra profesión es la de enfant terrible: “García Lorca dijo que él estaba siempre con el débil. Pero no con el débil si pensaba como él quería, sino con el débil en general. Así que, cuando veo que todo el mundo políticamente correcto está de acuerdo… ¿Por qué critican que la mujer de Trump viste mal?
¿A quién le importa si tiene mal gusto? Yo voy con el débil y contra la corrección política. Así que estoy a favor de Donald Trump”, exclama Pesce, y termina: “La función del intelectual es provocar dudas. Hacer pensar. Wittgenstein lo dijo de forma muy simple: si no haces preguntas, estás muerto”. Que una gran ciudad merece un robusto debate público sería la gran conclusión de este artículo si la noticia no fuera, claro, que Michael Bargo vuelve a Manhattan. “Estoy trabajando en un espacio diminuto en Chinatown, bajo el puente de Manhattan. Creo que es bastante nuevo: todas las tiendas de diseño del centro están a pie de calle, así que me gusta la idea de un local oculto tras tiendas de chanclas y aceites para el cuerpo”.
¿Acaso alguien puede no amar este sitio?