EXCLUSIVA
Kei Ninomiya colabora con Moncler
Genius. El nombre del proyecto que Moncler presentó en febrero resumía muy bien la esencia de la iniciativa: un ejercicio de talento y creatividad sin coartadas. En lugar de una pasarela, una apabullante puesta en escena parecida a la de un macrofestival, con pabellones y escenarios independientes. Y frente al anquilosado formato de una única colección por temporada, ocho propuestas exclusivas tan audaces como personales, que llegarán a las tiendas con cuentagotas, una a principios de cada mes desde este verano. Para muchos, la respuesta más inteligente a los tiempos convulsos que vive la industria. Un modelo de negocio convertido en
hub creativo que abre la puerta a voces y colaboraciones capaces de volver a generar deseo (léase, ventas). En el
ocho de la primera selección, Pierpaolo Piccioli (director creativo de Valentino), Karl Templer, Sandro Mandrino, Simone Rocha, Craig Green, Hiroshi Fujiwara (de Fragment), Francesco Ragazzi (fundador de Palm Angels y director artístico de Moncler) y Kei Ninomiya (de Noir Kei Ninomiya).
Este último es tal vez el más desconocido. Cierto que en los tours privados de Dover Street Market (espacio multimarca desarrollado por Rei Kawakubo y su marido Adrian Joffe) hace tiempo que los buyers destacan las prendas de la línea
Noir. Sus volúmenes en 3D hacen las delicias de los guardarropas más vanguardistas. En el Palazzo Delle Scintille, su interpretación del plumas de Moncler fue también una de las más impactantes. ¿Magia negra?, ¿o poesía oscura? La mano precisa y minuciosa de este nipón –obsesionado con el color negro– había jugado con el material técnico de la marca hasta construir una especie de encaje acolchado. Algo así como tricot geométrico, onírico y maximalista.
Es probable que el nombre de este diseñador surgiera en una conversación entre Remo Ruffini (CEO de la compañía) y Adrian Joffe (presidente de Comme des Garçons). «Existe una conexión entre ambos», recuerda Ninomiya. Un diseñador atípico, si analizamos su trayectoria desde la perspectiva occidental. Estudió
Literatura francesa en la Universidad Aoyama Gakuin de Tokio antes de entrar en el departamento de moda de la Real Academia de Bellas Artes de Amberes, la prestigiosa y prolífica escuela de la que han salido mentes poco convencionales como Martin Margiela, Haider Ackermann o Demna Gvasalia. Él no terminó. Dejó el curso a medias cuando aceptaron su solicitud para entrar en Comme des Garçons (CdG), donde trabajó como patronista antes de que Rei Kawakubo diera el visto bueno para que Ninomiya lanzara su propia marca en 2012. «Trabajar en CdG me sirvió para aprender cómo se construyen las prendas y cómo entiendo yo ese ensamblaje. El patrón es el eje de mi proceso creativo. La experiencia de aquellos años ha sido valiosa y muy útil», aclara.
Entrar en el circuito de la mano de CdG es un honor reservado a muy pocos: Junya Watanabe, Tao
"EL PATRÓN ES EL EJE DE MI PROCESO CREATIVO"
Kurihara, Fumito Ganryu y Ninomiya. Magistral en el diseño y parco en palabras, como su sensei –el silencio forma parte de la leyenda en torno a la esquiva Rei–. Es inevitable pensar que una parte importante de la visión de su protegido se pierde en la traducción, del japonés al inglés, breve y concisa. Su lenguaje es abstracto, conceptual. Prefiere que hablen los patrones. «La técnica [artesanal] es el punto de partida», muestra a través de los looks. Asegura que emplea métodos comunes para conseguir soluciones inéditas. «Tejemos y construimos volúmenes usando remaches. El resultado crea un efecto 3D, con el nailon clásico de la marca como hilo conductor».
Dice que utilizar la tecnología que Moncler aplica al plumas le ha permitido explorar nuevas posibilidades. «Con quién trabajas y qué haces es importante. Hay pocas cosas que puedas hacer solo», advierte. En las