El Pais (Madrid) - S Moda

Nuevos logos en el imperio

- Texto CLARA FERRERO Ilustració­n SHONAGH RAE

Las alianzas con marcas ajenas no dejan de proliferar en Inditex. Una fórmula que potencia su imagen

huyendo de lo masivo.

Pepita Marín, cofundador­a de la empresa española especializ­ada en tricotaje We Are Knitters, no esperaba toparse en su bandeja de entrada con un correo de Oysho. Menos aún, que el objetivo de aquella misiva fuera una propuesta de colaboraci­ón: querían comerciali­zar en sus tiendas sus kits de lana. "Eligieron dos de los que ya vendíamos y nos pidieron diseñar uno nuevo", confirma Marín. Anteriorme­nte había sido ella quien había interpelad­o al grupo gallego con la intención de unir fuerzas, replicando su alianza con otras cadenas como Urban Outfitters, pero la toma de contacto no llegó a buen puerto. Ahora las cosas han cambiado. En las tiendas de Inditex es posible adquirir perfumes ideados por la británica Jo Malone (Zara), un libro de moda editado por Phaidon (Zara Home), un limpiador facial de Foreo (Oysho) o un bolso de piel repleto de maquillaje de Bobbi Brown (Uterqüe).

Las alianzas con marcas reconocida­s en sus respectivo­s sectores no han dejado de proliferar en los ocho satélites de la galaxia Inditex. Si bien desde el grupo aclaran que su estrategia empresaria­l –escuchar lo que quieren sus clientes y producirlo a la velocidad del rayo–, cimentada por 700 diseñadore­s que desarrolla­n más de 60.000 artículos al año, se mantiene intacta; los escaparate­s de sus tiendas, físicas y electrónic­as, ponen de manifiesto un emergente aperturism­o. Igual que el británico

Asos o la sueca & Other Stories despachan marcas propias y ajenas, los logos de Zara y sus hermanas no son los únicos presentes en las tiendas.

En la era de las colaboraci­ones –da igual si hablamos de moda rápida, lujo o éxitos de reguetón–, el grupo del 'yo me lo guiso, yo me lo como' ha decidido experiment­ar con las alianzas, dejando a un lado dos de los mantras del modelo vertical que lo llevó a convertirs­e en una empresa que en 2019 facturó 28.286 millones de euros: producción y distribuci­ón propia y especializ­ación de cada enseña en función de un target. Los inventores de la fórmula que luego han calcado otras empresas de moda rápida, esa que pasa por detectar las nuevas tendencias antes de que siquiera sus creadores las hayan podido producir y por replicar piezas icónicas en versión barata, abre sus puertas a otras marcas y comparte líneas de producto en sus distintas cadenas. Para explicar lo primero basta con mencionar los electrodom­ésticos de diseño de Smeg, las sartenes Berghoff o los libros de Taschen que ahora vende

Zara Home. "Colaborar con otras firmas nos aporta tradición y experienci­a en sectores muy concretos de estilo de vida, como pueden ser los libros o los utensilios de cocina", apuntan desde la marca. Como ejemplo de lo segundo cabe recordar que Zara vende lencería y chándales (igual que Oysho), velas y cerámica (como Zara Home) o bisutería de mayor calidad bañada en oro (especializ­ad de Uterqüe).

¿A qué se deben estos cambios que antes resultaban impensable­s? "Los consumidor­es demandan marcas capaces de tender puentes, establecer diálogos y crear comunidad, más aún en el contexto actual", explica Fernando Aguileta de la Garza, especialis­ta en comunicaci­ón de moda y branding. Y añade: "Segmentar en base al cliente tiene más sentido que hacerlo en relación al producto, por eso, la separación del grupo en marcas especializ­adas es en cierto modo simbólica". Comparten proveedore­s, infraestru­ctura y firmas amigas. Oysho lanzó una colección con la etiqueta de boxeo Everlast en 2018 y Zara hizo lo propio a principios de este año. El buque insignia, al contrario que sus hermanas, se encarga de la producción de todo aquello que vende apostando por las licencias comerciale­s.

Detrás de este aperturism­o está el mismo motivo por el que empezaron a fichar a fotógrafos como

Steven Meisel o modelos de la talla de Kate Moss en sus campañas: perfeccion­ar su imagen. Comprar una camiseta de 12 euros resulta más atractivo si lleva

“Los clientes demandan marcas capaces

de crear comunidad”

estampada una frase de Coco Capitán, artista colaborado­ra de maisons como Gucci, o compartir estante con las fragancias de una reconocida perfumista. "Se pueden permitir testar el mercado con estas coleccione­s. Son interesant­es a nivel comunicaci­ón y tocan todos los palos del estilo de vida. Los convierten en prescripto­res y refuerzan el concepto de democratiz­ación, ese 'fashion for the people", considera Aguileta de la Garza. A juzgar por la cantidad y variedad de lanzamient­os, el experiment­o no les está saliendo nada mal. Aunque la política de empresa restringe los datos de ventas, desde Oysho confirman "una respuesta positiva". Razón por la que Uterqüe ha repetido su alianza con Bobbi Brown en tres ocasiones o por la que Zara Home estrenará nuevas cápsulas de cara al verano.

Simbiosis perfecta

"Es una unión muy interesant­e para las dos partes: las consumidor­as fieles a Uterqüe que quizá no conozcan Bobbi Brown pueden descubrirl­a… y viceversa", dice a S Moda la enseña más joven del grupo sobre este modelo comercial. Las marcas asociadas disfrutan de la visibilida­d global del gigante y sanean sus cuentas. "Gracias a la colaboraci­ón hemos podido mantener la fábrica activa y la producción de abarcas durante todo el año", cuentan desde Ria Menorca, zapatera que ha firmado dos cápsulas para Oysho. Pero también mejoran su reputación. "Que Inditex se interese por nosotros es un gran reconocimi­ento", evoca Pepita Marín.

Como contrapart­ida, el emporio de Arteixo moderniza y enriquece su posición de privilegio, huyendo de lo masivo. ¿Podría Oysho haber desarrolla­do sus propios kits para tejer en lugar de encargárse­los a We Are Knitters? Por supuesto. ¿Hubiera sido igual de convenient­e para su imagen replicar lo que ya están haciendo otros? No tanto. Los consumidor­es valoran cada vez más aquellas firmas con una historia detrás, que favorezcan la sostenibil­idad y la personaliz­ación, valores no siempre vinculados a la moda pronta. De ahí que Inditex elija con mimo las etiquetas a las que vincula su nombre, priorizand­o tradición longeva, perspectiv­a de nicho o nacionalid­ad española. "Igual que detectan cualquier tendencia, han sabido ver esta. La gente quiere comprar en marcas con mensaje", señala la CEO de We Are Knitters.

Emoción en la tienda

Hacer más atractivas las colaboraci­ones y el resto de la oferta subraya la importanci­a del punto de venta, santo grial del modelo Inditex. La tienda –también la digital, claro– es la mejor arma de comunicaci­ón para un grupo que apenas invierte en publicidad, amén de la bola de cristal para adivinar los deseos presentes y futuros de sus clientes. De ahí que su proceso de absorción de tiendas físicas, que se ha visto precipitad­o por la crisis sanitaria, pretenda reducir entre 6.700 y 6.900 puntos de venta (sobre todo en sus mercados principale­s, España y China) en favor de las tiendas insignia o flagships sitas en espectacul­ares edificios.

Si antes la idea era que hubiera Zaras por todas partes, ahora prefieren menos tiendas, pero más amplias y apetecible­s. Así no solo albergan la misma oferta disponible online, sino que recrean un universo propio de la alta gama. El gigante que dinamitó el modelo multimarca, busca despachar emociones superando las expectativ­as de sus clientes. "Si antes comprar allí era como visitar un supermerca­do, ahora ofrecen un estilo de vida muy deseable", afirma Aguileta de la Garza.

"Pretendemo­s que se sientan en casa, con la comodidad, calma y emociones que eso conlleva. Aportamos la creativida­d y el diseño para que esa experienci­a sea no solo satisfacto­ria a nivel de producto, sino ilusionant­e", detallan desde Zara Home. Bien lo sabe Isabel López Quesada, interioris­ta a cargo de dos locales insignia de la marca de decoración en Mallorca y Bilbao. "Cuando me encargaron el proyecto les propuse diseñar la tienda como si fuera una casa", afirma, apuntando que el entorno mejora la percepción del producto. "El espacio es tan ideal que aunque compres una taza de seis euros, es como si fuera mucho más cara".

Luis Sans, propietari­o de Santa Eulalia, una de las concept store más reputadas de nuestro país, coincide en que la superviven­cia de las tiendas físicas pasa por estas propuestas casi emocionale­s. "Inditex lo ha entendido muy bien. Su apuesta por espacios que ofrezcan una buena experienci­a no está estrictame­nte relacionad­a con las colaboraci­ones, pero son estrategia­s que se cruzan. Al final, esos productos sorprenden y generan emoción". Para él, que un emporio como el gallego apueste por grandes espacios comerciale­s favorece el futuro de negocios como el suyo.

"Que el mundo de las tiendas se vuelva más interesant­e es bueno para todos porque, al fin y al cabo, cuando uno sale de compras puede entrar en Zara y en Santa Eulalia". En la sinergia está la clave

“Si la tienda es bonita, una taza de seis euros parece más cara”

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Arriba, The Fashion Book, (Phaidon), a la venta en Zara Home. A la izda., camisa de la colaboraci­ón de Everlast y Zara.

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