El Pais (Madrid) - S Moda

IDIOMA PROPIO

- Texto LETICIA GARCÍA

Si algo ha aprendido Bruno Pavlovsky en sus tres décadas al frente de Chanel es que el verdadero éxito

pasa por no hacer caso a las normas del mercado.

En el año en que la moda sufre una crisis de valores e intenta redefinirs­e para seguir siendo relevante, Chanel culmina junto al interioris­ta Jacques Grange la reforma de sus salones de alta costura en la mítica Rue Cambon; un ingente proyecto de remodelaci­ón que ha devuelto al espacio el esplendor de los años de Coco. La pregunta era obvia: "Claro que la alta costura sigue siendo importante hoy. Para nosotros es clave; es ahí donde explicamos lo que somos, nuestro ADN. Puede que en términos de negocio sea algo minoritari­o, pero no lo es en términos emocionale­s", explica, vía Zoom, Bruno Pavlovsky, presidente de la división de moda de Chanel, durante la mañana que precede al desfile digital de la maison. Y apunta una cuestión fundamenta­l "Si logramos atraer a los clientes a nuestras boutiques y crear experienci­as en el punto de venta es, en buena medida, porque seguimos haciendo alta costura".

Muy pocas firmas de gran alcance pueden decir en la actualidad que este nicho de mercado

les continúa funcionand­o como la mejor campaña de branding. Hoy el discurso, al margen del deleite estético, circula por otros cauces, aparenteme­nte más democrátic­os y menos espectacul­ares.

Salvo aquí, porque Pavlovsky lleva 30 años al frente de la gestión de una enseña que siempre ha impuesto sus propias reglas. Su forma de mantener la relevancia (y las ventas) no tiene que ver con las dinámicas del resto, es decir, ni con la novedad constante ni con el ansia de viralidad. Para empezar, porque si los códigos fijados por

Gabrielle Chanel no han pasado de moda más de un siglo después es porque su revolución fue más ética que estética: "Dio seguridad y autonomía a las mujeres", comenta Pavlovsky. Tanto es así que logró el sueño de casi todo creador: convertir su visión en un uniforme absolutame­nte reconocibl­e que trasciende el propio tiempo. "Y ese leitmotiv impregna todo lo que ocurre en la casa, también la costura. Si hay algo específico en ella, desde siempre, es que es perfectame­nte llevable y válida para cualquier momento del día. Que algo sea muy

lujoso y muy minoritari­o no quiere decir que no tenga que ser realista", dice. Ahora que las marcas que integran ese exclusivo grupo regulado por la Cámara Sindical francesa intentan añadirle realismo a sus elitistas creaciones acortando las fronteras (visuales, no económicas) entre este negocio y el del prêt-à-porter, viene a la mente

Karl Lagerfeld calzando zapatillas a sus modelos en 2014 o bermudas en 2012. Pero no es solo una cuestión de visión o de audacia. Es, por encima de todo, trabajar para la única marca que consigue renovarse constantem­ente para que nada cambie.

Chanel es la firma más personalis­ta que existe. Todas las coleccione­s se basan en pasajes de la biografía de Coco y el producto es una revisión de su uniforme. ¿Cómo se trabaja con unas premisas creativas tan peculiares?

Teniendo siempre en cuenta que los valores no han cambiado. La idea es la misma: vestir para aportar seguridad y confianza. Ese concepto, que fue revolucion­ario, sigue siendo clave. Por eso nunca hemos querido ampliar el negocio hacia la moda masculina. Luego el campo de acción es abierto, pero siempre dentro de la coherencia:

Karl Lagerfeld no pensaba en él al diseñar, sino en Chanel. Y Virginie lo mismo.

El trabajo de Virginie Viard es menos espectacul­ar que el de Lagerfeld. Sus coleccione­s tienen una vertiente mucho más funcional, ¿cómo ha vivido la clientela esa transición?

Ha sido un paso natural. Ella ha trabajado 30 años con Karl y empezó, además, en alta costura, en el departamen­to de bordados. Conoce mejor que nadie la casa y lo que tiene que ser Chanel hoy, y sobre todo es una mujer; ¿quién mejor que ella para saber qué quieren hoy las mujeres?

Una mujer que, además, ha hecho subir las ventas. Nada menos que un 10% en 2019. ¿A qué cree que se debe? ¿Ha acercado Chanel a una clientela más joven?

Creo que va un paso por delante con respecto a lo que quiere el consumidor y, en cuanto al público joven, pienso que, además de ser una buena diseñadora, es una gran estilista.

Sabe poner el accesorio adecuado en el lugar preciso. Es curioso, porque se nota hasta en las modelos cuando hacemos las pruebas. Se sienten muy cómodas, sonríen. Esa capacidad la sabe transmitir hasta la tienda. Tiene también que ver con que conoce muy bien el producto. Lleva tres décadas trabajando codo con codo con los artesanos.

La artesanía es otra de las bases sobre las que se erige esa sensación de eternidad y excepción que emana de Chanel. No solo porque saben cómo narrar la excelencia de los procesos de cada objeto que sale de sus talleres (de hecho, tienen un desfile anual, el Métier d’arts, dedicado solo a su promoción), sino también porque creen en el oficio de artesano como patrimonio cultural. En los últimos 20 años han adquirido varias casas centenaria­s de sombrererí­a, encaje, plumas y orfebrería para garantizar su superviven­cia.

Van a reunir en un mismo espacio, el edificio 19M, todos los talleres que poseen, pero, como hasta ahora, no solo trabajarán para Chanel, sino para todo el que requiera sus servicios. ¿Por qué?

Es una forma de poner en valor su legado, pero no creemos que debamos tenerlo en exclusiva. Cualquier marca de lujo, por muchas historias que haga, si no tiene un producto excelente, el público va a saber que algo falla. En Chanel primero está la excelencia de la colección y después, en función de ella, viene la estrategia de comunicaci­ón, y no al revés. Es más, si el confinamie­nto nos ha hecho entender algo, es que el principio de la historia siempre tiene que ser el tacto, el hecho de poder manipular el producto.

¿Es esa filosofía la que hace que sean casi la única marca que no vende ni siquiera durante la pandemia?

En Chanel la gente tiene que poder tocar la prenda. Tenemos seis coleccione­s al año, y nuestra misión final es que acaben acudiendo al punto de venta. El verdadero compromiso es ese; ya no la compra, sino el deseo de tocar el producto. El digital vale para eso, para atraer a nuestro público, y que allí descubran cosas que no hayan visto en las redes. La verdadera experienci­a Chanel solo es posible cara a cara y a través del tacto.

Eso quiere decir que en cuanto puedan volverán a realizar esos desfiles espectacul­ares marca de la casa...

Llevo 30 años aquí y no he encontrado otra forma mejor de atraer a la audiencia. De hecho llevamos un año haciendo estos desfiles sin público y ayer justo grabamos el de alta costura. No es solo que haya menos gente implicada, es que ni siquiera el ambiente es el mismo, incluso para las modelos. Falta energía. Vamos a seguir explorando el formato digital, sí, pero como un complement­o para crear impactos, aunque nunca sustituirá la experienci­a con público

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de Chanel junto a Virginie Viard, exjefa de taller de Chanel y directora artística de la
casa desde 2019, y dos imágenes de la colección de alta costura de esta
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Arriba, el presidente de Chanel junto a Virginie Viard, exjefa de taller de Chanel y directora artística de la casa desde 2019, y dos imágenes de la colección de alta costura de esta primavera-verano.
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