El Pais (Madrid) - S Moda

La ley de Samantha

- Texto: Almudena Ávalos Fotos: Ximena Garrigues y Sergio Moya Estilismo: Natalia Bengoechea

Un videoclip para un trabajo de clase la convirtió en una celebridad entre la comunidad LGTBIQ. Ahora, con su ‘show’ ‘Eutanasia Deluxe’ y su irreverent­e ‘podcast’ en Netflix, donde se atreve a decir lo que nadie más dice, se ha puesto en la parrilla de salida hacia un estrellato muy particular. Con ustedes, Samantha Hudson.

"La Miranda Makaroff de los pobres, la reina de los bajos fondos, las piernas de España, la chica de serie B más querida, un fenómeno sobrenatur­al". Así se presenta esta mallorquin­a de 21 años que se dio a conocer con un polémico videoclip que subió a YouTube cuando aún estaba en el instituto y ahora es un icono queer. En su DNI pone Iván González, en su firma Samantha Hudson. Las entradas para su debut en el madrileño Teatro Lara el 24 de marzo se agotaron al día de salir. En estos cinco años también han rodado un documental sobre ella titulado Samantha Hudson, una historia de fe, sexo y electroque­er, ha fichado por la discográfi­ca Subterfuge con la que trabaja en su primer álbum y conduce el podcast de

Netflix ¿Sigues ahí?, con Jordi Cruz. "Soy el área de descanso donde entra el camionero, la familia que se va de viaje o el autobús de excursión", explica.

¿De dónde sale Samantha Hudson?

De un proyecto inocente para la asignatura Cultura audiovisua­l de bachiller. Yo tiré por ser travesti y hacer un videoclip gamberro con estética hortera para criticar las vejaciones de la Iglesia católica al colectivo LGTBIQ y se armó un buen revuelo. La Iglesia, el obispado, todos los partidos de ultraderec­ha, Hazte oír y el defensor del menor iniciaron una campaña absurda contra mí. Me construyer­on el principio de mi carrera.

En la ceremonia de graduación salió al escenario con un vestido y pronunció un discurso reivindica­tivo en el que exponía que corría peligro por ser como era. ¿Es así?

He tenido suerte y nunca me han agredido. En el colegio no sufrí un bullying extremo. Solo el paquete básico de llamarme maricón por los pasillos y algún empujón. Pero a veces también borramos los recuerdos negativos y tal vez mi pasado no es como lo imagino. Creo que si eres un maricón más sencillo y vas de la mano con tu pareja te insultan más porque ven que pueden contigo. Pero si ven a una travesti rubia de 1,80 por la calle con un minifaldón y unas medias de rejilla, se quedan en blanco y no saben reaccionar. Como cuando voy de señorona, con la taza de té en la mano y los pendientes por el barrio de Salamanca. Se quedan mirándome como pensando "qué fenómeno más extraño es este" y no les sale ni insultarme.

Y detrás de eso, ¿hay una crítica social?

Sí, pero yo lo hago por diversión, aunque resulte luego que todo tiene un sentido.

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