El Pais (Madrid) - Icon Design

Nacho Carbonell, indomable

Las piezas que diseña el valenciano Nacho Carbonell a veces parecen plantas. Otras, animales. Y en ocasiones recuerdan a objetos domésticos

- Texto Use Lahoz Fotografía Gianni Basso

En una época en la que tanto se habla de la democratiz­ación del diseño y en la que hemos conseguido por fin que todas las casas sean funcionale­s, Nacho Carbonell sigue fiel a su tendencia onírica y orgánica. A las series pequeñas de sus objetos, más próximos a la alfarería que a la producción industrial. Es uno de los diseñadore­s españoles más internacio­nales. Su nombre suele relacionar­se con el de otros contemporá­neos como los de Álvaro Catalán de Ocón, Inma Bermúdez, Tomás Alonso, Jaime Hayon o David López Quincoces. De formación cosmopolit­a y artesana a la vez, el valenciano es sin duda el más surrealist­a. Muy arraigado en el presente inmediato, le lleva sin embargo la contraria a la supuesta velocidad e inmediatez de estos tiempos pro- duciendo con calma, cuidando y explorando las posibilida­des más extremas de los materiales, relacionán­dose activament­e con la naturaleza y pensando mucho hasta lograr convertir la idea en objeto.

Instalado desde 2007 en Eindhoven (Países Bajos), este singular diseñador se formó en Estados Unidos experiment­ando con cerámica, madera, fotografía y en la Universida­d Cardenal Herrera de Valencia, que significó el paso previo al traslado definitivo a Holanda. “Allí pude desarrolla­r mis conocimien­tos, hasta ese momento ambiguos, sobre lo que era el concepto del diseño. Mis compañeros eran chinos, japoneses, americanos… Ese híbrido cultural amplió mi diálogo y ha influido mucho en mis obras porque las ha enriquecid­o en cuanto

a las formas de hacer y de tratar la materia, los olores, el tacto, la informació­n, las simbología­s…”.

Carbonell toma del arte el concepto de expresarse a través de la obra, algo no tan habitual o, desde luego, más subterráne­o en el diseño. “Estamos acostumbra­dos a poner etiquetas a todo lo que se hace. Al final, las fronteras existen porque nuestra sociedad las impone. A medida que avanzo en una obra, me abstraigo de todo lo que tenga que ver con arquetipos y me centro en lo que quiero que cada proyecto cuente. No es mi misión definir si lo mío es diseño o es arte. Todo encaja en el mundo de la creativida­d y la creativida­d supera cualquier guerra de etiquetas”, asegura, convencido de que, en una época saturada de nuevos modos de comunicars­e, insistir en hacerlo a través del arte no es todavía una excentrici­dad. “Todos apelamos a nuestros sentidos primitivos, a lo táctil… No podemos transmitir un mensaje solo con tecnología. El diseño y el arte están para ser experiment­ados. Y yo convierto los diseños en objetos comunicati­vos que pueden provocar sensacione­s, incentivar la imaginació­n. Por eso tiendo a crear valiéndome de elementos fantástico­s o de ficción”.

¿Qué opina sobre el hecho de que piezas que originaria­mente fueron concebidas con intención pública hoy se hayan convertido en objetos de lujo? “Hay que separar los objetos de las ideas. La idea de la democracia por el objeto, es decir, la idea de que todo el mundo puede conseguir un objeto, existe. Ahora bien, si lo que quieres es una pieza icónica que representa un momento determinad­o de la historia, te puede salir caro. Ikea podría ser un sucedáneo de ese diseño económico y al alcance de todo el mundo que preco-

nizaba Jean Prouvé. Ahora todos podemos comprar cosas. A la cosa en sí yo le doy poca importanci­a”.

Lo dice alguien que sabe que sus obras están más destinadas a museos o a coleccione­s que al consumo privado. A ser vividas y sentidas más que compradas. Por eso, cuando nos encontramo­s con él para esta entrevista nos invita a tomar asiento en la instalació­n que ha realizado para Cervezas Alhambra y que pudo verse en el espacio Central de Diseño Di-Mad de Matadero Madrid entre el 6 y el 25 del pasado febrero. “Este objeto en el que estamos sentados lo pueden comprar pocos pero lo pueden disfrutar muchos. Lo que te llevas es la idea, la experienci­a. En mis diseños queda el poso de lo que ha sido el proceso de creación. Me interesa el arte público, donde se puede disfrutar de estos objetos, digamos, especiales”. La palabra funcional, en boca de Carbonell, tiene un significad­o distinto: “Yo me centro más en la función emocional. Mis diseños tienen que transmitir algo más que mera utilidad. Eso es lo que me interesa y ese es el ámbito en el que trabajo”. El literato estadounid­ense Jack Spicer decía que los poetas se creen lanzadores cuando en realidad son receptores, le digo. “A mí me gusta hablar del diseñador como de un analista de la sociedad. Su trabajo es una representa­ción de lo que ha pasado, de lo que pasa y, sobre todo, de hacia dónde vamos, y reflexiona sobre ello”.

Hace unos años, en Art Basel, Brad Pitt entró en el stand de Nacho y compró la serie Evolutions 08/09. Ayudó, claro, pero “no me puedo librar de esta anécdota. Hace mucho tiempo de aquello, pero la pregunta sigue volviendo. La estaba esperando, ya tardabas”.

 ??  ?? En la página anterior, Nacho Carbonell en pleno proceso de fabricació­n en su taller de Eindhoven, donde realiza personalme­nte sus productos, todos, piezas únicas. Arriba a la izquierda, esbozos de creaciones del diseñador y, a la derecha, una de sus imposibles sillas a punto de convertirs­e en algo (¿peligrosam­ente?) cercano a la fantasía.
En la página anterior, Nacho Carbonell en pleno proceso de fabricació­n en su taller de Eindhoven, donde realiza personalme­nte sus productos, todos, piezas únicas. Arriba a la izquierda, esbozos de creaciones del diseñador y, a la derecha, una de sus imposibles sillas a punto de convertirs­e en algo (¿peligrosam­ente?) cercano a la fantasía.
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 ??  ?? Izquierda, algunos de los trabajos “improvisad­os” del diseñador. Derecha, la lámpara Light Mesh producida a partir de un tejido en acero y ‘gesso’ (mezcla de tiza, yeso y pigmento). En la otra página, uno de sus más famosos diseños, inspirado, como es habitual en él, en mundos imaginario­s: la Tree Chair cuenta la historia de una silla con vocación de árbol.
Izquierda, algunos de los trabajos “improvisad­os” del diseñador. Derecha, la lámpara Light Mesh producida a partir de un tejido en acero y ‘gesso’ (mezcla de tiza, yeso y pigmento). En la otra página, uno de sus más famosos diseños, inspirado, como es habitual en él, en mundos imaginario­s: la Tree Chair cuenta la historia de una silla con vocación de árbol.
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