Coherencia
La fortaleza es una virtud que como toda virtud necesita voluntad y esfuerzo para vivirla, es decir, coherencia, vivir de acuerdo con lo que se cree y apechar muchas veces el riesgo de la incomprensión antes que romper la armonía de lo que se piensa y lo que se vive.
Por ejemplo, pienso que el aborto, la eutanasia y otras aberraciones es malo, pero como es una ley permitida, lo tolero y no pongo todos los medios a mi alcance para acabar de una vez por todas con semejantes desatinos y crímenes.
Puedo pensar que yo no lo hago, ni lo voy a hacer, ¿pero defiendo con reciedumbre y valentía lo que yo pienso? O por el contrario, me quedo pasivo, la contestación es obvia.
Las personas que tienen cargos públicos influyen mucho en la sociedad por ser una autoridad, y si actúan defendiendo la moral ayudan positivamente a la sociedad, de ahí la importancia de la fortaleza.
«El hombre íntegro se complace con las acciones virtuosas y siente desagrado por las viciosas, lo mismo que a un músico le deleitan las buenas melodías y le molestan las malas» (Aristóteles).
Y Chesterton: «Las personas estamos diseñadas para llevar a cabo una conducta coherente entre lo que pensamos y lo que hacemos, y esa deseable coherencia nos obliga a pagar un elevado precio por las incoherencias de nuestros actos. Un precio en forma de sufrimiento moral o psicológico».