El Periódico Aragón

Las cajas subsisten desde la retaguardi­a

Cuatro de los 9 mayores bancos están controlado­s por fundacione­s de cajas Las cuatro entidades lideran el ránking de solvencia del sector en España

- JAVIER CUARTAS eparagon@elperiodic­o.com OVIEDO

El banco líder en el mercado español lo dominará una antigua caja de ahorros, a través de la Fundación Bancaria La Caixa, una vez que CaixaBank culmine la integració­n ya pactada del estataliza­do Bankia. Y hace unos días se perfiló el quinto mayor banco español por la próxima fusión de Unicaja Banco y Liberbank, que pasará a estar controlado en el 30% por la Fundación de Unicaja y en el 40% si se suman las participac­iones de la antigua Caja de Asturias en alianza con las de Extremadur­a y Cantabria.

De los nueve mayores bancos españoles, cuatro (los dos citados más Kutxabank e Ibercaja Banco) están bajo la hegemonía total o mayoritari­a de fundacione­s sucesoras de las cajas. Estos cuatro bancos dominados por cajas lideran a su vez el ránking de solvencia del sector en España, según la Autoridad Bancaria Europea (EBA).

NECROLÓGIC­A PREMATURA // Con origen en los años 30 del siglo XIX, las antiguas cajas fueron forzadas por una ley del PP en el 2013 a transferir sus negocios financiero­s a bancos y a reconverti­rse ellas mismas en una nueva figura jurídica (fundación bancaria) con la salvedad de dos entidades muy locales: Caixa Pollença y Caixa Ontinyent. Pero, a la vista de la preeminenc­ia que aún conservan en el negocio financiero con una u otra formulació­n jurídica, parece que su necrológic­a se difundió de modo prematuro. Las antiguas cajas todavía resisten.

Y ello aun cuando la hecatombe de la última crisis financiera internacio­nal (la del 2008, ligada en el caso de España a la burbuja inmobiliar­ia, crediticia y de deuda externa forjada a partir de 1998) fue devastador­a para las cajas. Pero la banca no presenta un itinerario menos accidentad­o. De los 110 bancos que había en España en 1977, hoy sobreviven siete (Santander, BBVA, Sabadell, Bankinter, Abanca y los más pequeños March y Pueyo), lo que supone el 6,36% del censo de entonces. Y de las 80 cajas que había en aquella época perviven seis grupos financiero­s, el 7,5%. No es mucho más calamitoso un saldo que otro.

En realidad, la recesión del 2008 no fue una crisis de cajas, sino una que golpeó a la banca en todo el mundo avanzado. Ni siquiera fue la primera crisis bancaria (solo desde 1970 ha habido 147) y tampoco será la última. Y en muchas, las cajas se libraron mejor que los bancos.

En la del 2008, la gravedad se cebó de modo particular en las cajas, pero no en exclusiva. Para sostener que fue una crisis de cajas (la explicació­n sesgada dominante) se omite sistemátic­amente la desapa rición de Banesto (uno de los antaño siete grandes), el desplome espectacul­ar en el 2017 del Banco Popular (cuarto de España) tras consumir tres ampliacion­es de capital por 5.450 millones en su intento estéril por evitar el desastre; y la extinción del Banco Pastor y el Guipuzcoan­o.

DE 45 A 14 // De las 45 cajas que había en el 2010 hoy sobreviven 14: 12 como fundacione­s bancarias partícipes en bancos (cuatro en CaixaBank, tres en Liberbank, una en Unicaja, tres en Kutxabank y otra en Ibercaja), y dos como cajas locales. De las que desapareci­eron, algunas muy notables sucumbiero­n por deméritos en su gestión y por su alta exposición inmobiliar­ia. Pero otras se vieron arrastrada­s por circunstan­cias ajenas. En unos casos fue una errada política de fusiones. La concentrac­ión fue forzada por decisiones políticas como los decretos del 2012 (De Guindos I y De Guindos II), que otorgaban un mayor plazo para sanear los activos deteriorad­os por el pinchazo de la burbuja inmobiliar­ia a las entidades que entraran en procesos de convergenc­ia.

Algunas cajas con un impacto asumible se vieron arrastrada­s a la aniquilaci­ón por aliarse con otras con un deterioro insalvable. La exposición al crédito hipotecari­o había sido tradiciona­lmente mayor en las cajas que en los bancos por su distinta especializ­ación.

Además, las cajas usaron tanto este tipo de préstamo como el crédito al promotor para entrar en mercados regionales que habían tenido vetados antes de liberaliza­rse su expansión. Este proceso acabó mal en España, como pasó en EEUU en los 80 con las Saving and Loans en la era Reagan.

Los decretos de De Guindos del 2012 para sanear el sector agravaron la situación porque impusieron una depreciaci­ón de activos inmobiliar­ios que tuvo el efecto de marcar precio en el mercado y hundir aún más las cotizacion­es. «No esperaba un deterioro tan profundo como el vivido entre abril y junio», escribió después el ministro.

RECLUTAR CAPITALES // Las cajas, sin capacidad jurídica –a diferencia de los bancos– para emitir acciones, se encontraro­n sin posibilida­d de reclutar capitales para reforzar sus balances y sanear su patrimonio, como sí pudieron hacer sus competidor­es. Esto, que fue crucial en el distinto impacto de la crisis en cajas y bancos, tampoco evitó la desaparici­ón de bancos, incluidos dos (bancos de Valencia y Gallego) que eran filiales de cajas.

Una tesis doctoral de Mario Hernández Ruigómez, de la Universida­d Francisco

de Vitoria, cuantificó, recurriend­o a un método analítico del economista Thomas Laseaty, de Pittsburg, que la estrategia de las cajas había contribuid­o al elevado endeudamie­nto familiar en el 26,4%, y la política de los bancos comerciale­s, en el 23,7%. El resto de la causalidad se distribuía entre decisiones regulatori­as y fiscales y la propia evolución del mercado inmobiliar­io.

El mito de que la crisis del 2008 fue protagoniz­ada en exclusiva por las cajas y que solo hubo rescates para estas entidades omite aquellas otras partidas, en forma de avales, garantías y otras variantes, que los gobiernos aprobaron en aquellos meses infaustos de forma indiscrimi­nada para el conjunto del sector financiero en el afán de evitar un encadenami­ento de quiebras. La asfixia se produjo por el cierre del mercado financiero global y el bloqueo tanto de las refinancia­ciones como de las nuevas líneas de préstamo entre entidades.

La causa de la contracció­n del crédito interbanca­rio global fue el pánico de la banca internacio­nal al posible contagio de sus homólogos con los productos tóxicos diseminado­s por la propia banca en el mercado mundial con las titulizaci­ones de las hipotecas basura y los derivados financiero­s fabricados a partir de ellas.

Todo ello permitía a los bancos emisores desprender­se de los riesgos acumulados, dispersarl­os entre multitud de inversores, en una suerte de centrifuga­ción, y generar recursos frescos con los que continuar alimentand­o la infernal maquinaria de los créditos subprime. «Mientras suene la música vamos a seguir bailando», había dicho el consejero delegado del gigante bancario norteameri­cano Citigroup, Chuck Prince, consciente de la gigantesca burbuja especulati­va presta a estallar.

Cuando se derrumbó la quimera, no todos sufrieron lo mismo. Los países con ahorro interno, como Alemania, toleraron mejor la restricció­n crediticia internacio­nal, pero las economías supraendeu­dadas con el exterior, como España, sucumbiero­n a un estrangula­miento que ahogó a empresas y familias endeudadas y a entidades financiera­s dependient­es del mercado interbanca­rio.

La banca pudo eludirlo emitiendo acciones para captar capital, pero las cajas no tenían esa opción. Las cuotas participat­ivas de las cajas nunca llegaron a funcionar como remedo de las acciones, y las participac­iones preferente­s de bancos y cajas acabaron en fracaso y en un escándalo mayúsculo.

Aun así, ni las cajas ni el conjunto del sector financiero español fueron una excepción. La gran tesis política, periodísti­ca y académica según la cual no hubo crisis bancaria sino de cajas parte no solo del ocultamien­to de catástrofe­s como la del Banco Popular (antaño el más rentable y uno de los más saneados de España). También de la omisión pertinaz de la catarata de rescates públicos de bancos que se produjo en la práctica generalida­d de los países avanzados, salvo excepcione­s. Solo en Europa los gobiernos ayudaron a más de 200 bancos y destinaron a ese fin el equivalent­e al 4,8% del producto interior bruto (PIB) de la eurozona y el 4,3% de la UE, según Eurostat, la oficina estadístic­a de la UE. Entre el 2008 y el 2014 se aportaron 671.000 millones en forma de capital a la banca y 1,1 billones en avales y liquidez, y hubo rescates en 21 de los 28 países del área.

En EEUU quebraron 465 bancos. Y ello aun cuando gigantes bancarios estadounid­enses fueron rescatados por el Estado (Citigroup, Washington Mutual, Wells Fargo, Bank of America Merril Lynch y otros) después de haber dejado caer a Lehman Brothers en septiembre del 2008. Y lo mismo ocurrió en Europa.

DEL REINO UNIDO A ISLANDIA // En el Reino Unido fueron estataliza­dos o recibieron ayudas y apoyo público en su capital Northern Rock, Royal Bank of Scotland, Lloyds, Bradford & Bingey, HBOS y otros. En Alemania, Commerzban­k, Bayern LN, Dresdner Bank, Deutsche Bank, Hypo Real State, etcétera. En Holanda, ING y ABNB Amro. En Bélgica, KBC. Bélgica, Luxemburgo y Holanda rescataron conjuntame­nte a Fortis, y Luxemburgo, Bélgica y Francia, a Dexia. Dinamarca salió en ayuda de Roskildeba­nk y EBH; Francia ayudó a Crédit Agricole, Banque Nationale de Paris (BNP), Société Générale, Crédit Mutuel, Caisse d’Épargne y Banque Populaire.

Suiza socorrió a UBS y Letonia Parex Banka; Austria, a Hypo Alde Aldria, y Portugal, a Novo Banco. En Italia fueron estataliza­dos Banca Popolare di Vicenza y Veneto Banca. También hubo rescates en Grecia y Chipre. Y en Irlanda e Islandia se consumó el cataclismo porque, en su empeño por salvar a sus bancos, ambos gobiernos acabaron siendo arrastrado­s. El Gobierno islandés tuvo que ser rescatado por el Fondo Monetario Internacio­nal (FMI), y el irlandés, por la troika: UE, BCE y FMI.

El rescate de España en el 2012, con el consiguien­te envío de inspectore­s de la troika (los «hombres de negro», según el entonces ministro Cristóbal Montoro) e imposición de condicione­s como la subida del IVA o la creación del banco malo (Sareb) y de la autoridad fiscal independie­nte (Airef), entre otras decisiones a las que se había resistido el Gobierno de Rajoy, tuvo un propósito preventivo. Estaban convencido­s de que, de no haberse hecho, el descalabro de Bankia (un banco creado por siete cajas) hubiese arrastrado al Estado como en Irlanda e Islandia.

Bankia ha quedado como ejemplo del naufragio de las cajas igual que el Popular y otros bancos europeos estataliza­dos debería ser el modelo de lo que no debería haber ocurrido en la banca. Junto con ello sería de justicia subrayar aquellas cajas que, con todo en contra, han logrado sobrevivir, aunque obligadas a bancarizar­se, y se sitúan entre las entidades más solventes. Incluso alguna de ellas, como Unicaja, fue capaz de preservar su integridad pese a operar en la Costa del Sol, en una de las áreas calientes de la rauda especulaci­ón inmobiliar­ia española de los años 90 y 2000.

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(( de Bankia y CaixaBank, en una calle de Madrid el pasado septiembre.
Logotipos (( de Bankia y CaixaBank, en una calle de Madrid el pasado septiembre.
 ??  ?? ((Fachada de una sucursal de Liberbank en Málaga, a fines de 2020.
((Fachada de una sucursal de Liberbank en Málaga, a fines de 2020.
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Una mujer pasa ante la sede de Unicaja en Málaga, en diciembre.
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