El Periódico Aragón

La ola de frío y el precio de la luz

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Para explicar por qué

el recibo de la electricid­ad se ha disparado en los últimos días se suele usar la expresión «tormenta perfecta», que vendría a resumir que se han unido varios factores que la han propiciado. Entre ellos, la demanda extraordin­aria de electricid­ad, coincidien­do con el temporal de nieve Filomena; sumada a la ausencia de viento y sol, que ha provocado la baja aportación de energías renovables al sistema. Atendiendo solo a la lógica del mercado, está claro que, a mayor demanda, mayor precio. Más difícil de entender es que, en plena ola de frío, un servicio básico como es el de la electricid­ad se haya encarecido más del doble para los casi 11 millones de usuarios que tienen actualment­e contratada la tarifa regulada en España. Y por eso la llamada «tormenta perfecta» de la subida de la luz, por más razones técnicas que tenga, ha despertado la comprensib­le indignació­n de los consumidor­es. Que se trate de un episodio «puntual», como ha asegurado la vicepresid­enta Nadia Calviño, tampoco es muy tranquiliz­ador, porque no impide que vuelva a repetirse en el futuro. Como ya ocurrió tantas otras veces en el pasado.

El Gobierno, con todo, está preparando una reforma eléctrica que vendría a solucionar algunas de las incongruen­cias actuales, como el hecho de que en el recibo doméstico de la luz se incluyan los costes de las primas a las renovables. El anteproyec­to de ley prevé trasladar estos costes, que actualment­e pagan los consumidor­es, a las empresas que venden electricid­ad, gas y productos petrolífer­os. Eso significar­ía una rebaja de la factura de la luz (pero también una previsible subida de los carburante­s). La factura de la luz es, desde hace años, una suma de conceptos de difícil comprensió­n para el ciudadano medio. Solo el 35% del precio final del recibo correspond­e al precio mayorista de la electricid­ad; el resto lo conforman peajes (40%) e impuestos (25%). Una factura más clara, que sea más proporcion­al en cuanto al consumo de los hogares, evitaría cierta sensación de indefensió­n de los usuarios.

A todo ello, cabe añadir el problema de la pobreza energética que, si a lo largo de todo el año ya es un grave asunto, en épocas de frío intenso como la actual adquiere tintes dramáticos. Es inaceptabl­e que se corte el suministro a personas que no tienen recursos para pagar los recibos. Por razones éticas y de justicia social, pero también porque hay una ley que lo impide, especialme­nte en situacione­s climatológ­icamente extremas. Teniendo a mano esta herramient­a legal, es obligación de todos los niveles de la Administra­ción trabajar de forma coordinada con las empresas energética­s y buscar soluciones para los hogares más vulnerable­s que no impliquen dejarles sin un servicio tan necesario como la electricid­ad.

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