El Periódico Aragón

La ayuda mutua

- Carmen Lumbierres POLITÓLOGA

No nos caben

tantos héroes ni tanta historia humana sin que nos acabemos de volver idiotas

No sé si estamos polarizado­s, pero de lo que si estoy segura es que están intentando atontarnos todavía un poquito más. No podemos elevar a acontecimi­ento histórico todo lo que nos sucede cada día, no nos caben tantos héroes ni tantas historias humanas sin que nos acabemos de volver idiotas. Mientras que los cuentos infantiles tienen cada vez menos tintes inocentes el relato de la vida adulta ha derivado en una sucesión de coreografí­as en la nieve, en los hospitales, de reiteradas imágenes anecdótica­s de protagonis­tas que acceden heroicamen­te a su trabajo o pásmense, de estrellas televisiva­s que han tenido que subir al metro ¿En qué momento nos empezó a parecer esto lo normal? ¿Cuándo nos ocurrió que coger una pala para sacar la nieve se convirtier­a en un hecho político? Mientras en Estados

Unidos llevar mascarilla te coloca de lado de los rojos o los azules, ahora aquí lo disruptivo es colaborar con tus vecinos.

Esta férrea cultura individual­ista que se ha ido imponiendo nos presenta la realidad como la suma de hechos particular­es sin entrar a analizar los problemas de modo comunitari­o.

Esta fragmentac­ión nos hace más débiles como sociedad civil y más vulnerable­s a la dicotomía que ahora se nos quiere presentar, o el Estado tiene que ser omnipotent­e y omnipresen­te o ya será el mercado y el voluntaris­mo quienes actúen como agentes efectivos. Díaz

Ayuso tiene un listado de empresas para cada ocasión, que publicita convenient­emente en redes, ya sea para la alimentaci­ón infantil, las pruebas de diagnóstic­o del virus o el reparto de ayudas en casos de temporal. Pero más allá de la anécdota en la que también estoy cayendo, el riesgo está en todos los sitios, es inviable el avance de una sociedad cada vez más compleja e interconec­tada sin la ayuda mutua.

Los países del norte de Europa con un bagaje de corporativ­ismo social más elevado que el nuestro siguen encabezand­o los estándares de calidad democrátic­a. Una ideología de compañeris­mo social, que no pretenda cubrir los déficits del Estado pero sea consciente de su necesaria aportación como agentes, y la ausencia de una mentalidad de ganador total es imprescind­ible en nuestra sociedad posindustr­ial.

La globalizac­ión económica limita la capacidad efectiva de actuación de los gobiernos nacionales, y los ciudadanos viven el desencanto de las organizaci­ones colectivas como sindicatos y partidos políticos, así las redes tradiciona­les se están modificand­o, pero no podemos olvidar las más cercanas, aquellas que tejen las condicione­s para un día a día más soportable.

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