Un libro para aspirar a capturar la totalidad
Pertenece Christian T. Arjona a esa categoría de creadores que aspiran a capturar la totalidad a través de la palabra. Y lo hacen porque saben, o por lo menos sospechan, que puede hacerse, que el lenguaje constituye la herramienta más poderosa para construir un universo, y que escribir un libro es meramente un reflejo de esa potencia creadora. Por eso este Tau. Libro de la memoria y la quimera que ha publicado a través de Libros de Aldarán posee una naturaleza inabarcable, ya que sus páginas albergan tantas sugerencias que hacen difícil resumir su contenido en pocas palabras.
Diario personal e intelectual, bitácora de viajes, canto sobre el amor y el deseo serían algunos otros epígrafes que le podrían cuadrar bien a este libro de la memoria y la quimera. Pero sobre todo, es un desafío para quien guste de que la lectura le lleve por caminos que no conocía o que no recordaba.
El libro posee rasgos narrativos, con dos personajes principales y unos escenarios por los que se mueven, tanto física como mentalmente; pero su contenido, que rehúye una línea clara de acción, recuerda a la forma lírica, por la plasticidad con la que el autor emplea y mima su lenguaje y la capacidad de seducción que le imprime a su palabra. La galaxia de referencias, explícitas unas y veladas otras, hacen además que sus páginas puedan recorrerse como si de una enciclopedia se tratase; no es casual que sus capítulos estén ordenados de forma alfabética, ni que incluyan varias listas de obras literarias o artísticas que constituyen los lomos de gigantes sobre los que se ha construido el libro.
Alicia se preguntaba de qué sirve un libro sin dibujos ni diálogos. En Tau sí que hay dibujos, que por cierto enriquecen el ya visual lenguaje del autor; quizá alguien desprevenido podrá decir que no tiene diálogos, aunque Christian T. Arjona ha conseguido una obra de vasos continuamente comunicantes que están esperando a quien esté dispuesto a dejarse iluminar por lo que dicen.
‘TAU. LIBRO DE LA MEMORIA Y LA QUIMERA’ Christian T. Arjona
Estos días no apetece siquiera ventilar las alcobas del hotel. El frío nos mantiene atrincherados a huéspedes y servidumbre, de manera que hemos decidido, de común acuerdo asambleario, tumbarnos a la bartola sin más propósito que el de caldearnos las entretelas a base de hot toddy: agua caliente o bien té, un buen chorro de whisky, una cucharada de miel, una rodaja de limón y una ramita de canela –nuestra jefa de cocina, la señora Patmore, tiene una mano especial para prepararlo y un secreto adicional que ni muerta desvelaría–. El cuerpo caliente, pues, y el alma entonada a base de buenos libros rusos. ¿Nieve?, ¿quién dijo nieve? Que se lo pregunten al gran Varlam Shalámov, media vida en el infierno blanco de Kolimá, condenado por Stalin a los campos de trabajo en la taiga. Si en algún lugar tombe la neige desaforadamente, es en la literatura rusa. Hace años, El Aleph Editores reunió en un solo volumen, titulado Tres tormentas de nieve, tres ejemplos de sus más conspicuos representantes: Pushkin, Tolstói y Chéjov (el libro lo recuperó después Austral). Caen copos como almendras plateadas sobre el paisaje y las encrucijadas de los caminos, sobre las cabezas y las almas, sobre la lengua de los poetas, sobre Anna