¡Menuda entrada de año!
Si no era poca la resaca que nos ha dejado la navidad y fin de año con el aumento de contagios, que nos puede devolver al confinamiento, junto con la borrasca Filomena, que nos ha dejado congelados y cubiertos de blanco, agravado con la mayor subida del gas y luz que uno recuerda.
Sin olvidar, la bochornosa toma del Capitolio, máximo símbolo de la libertad y la democracia estadounidense, por populistas instigados por el supremacista Trump alimentando el odio a través de las redes y discursos que han generado una mayor polarización y ha provocado un mayor distanciamiento entre las distintas sensibilidades de la sociedad.
El daño que una turba de vándalos causó ese día ha dejado en entredicho la solidez de su democracia. Pero también su seguridad, a pesar de hacer gala de su solidez ante cualquier hostilidad, cuando unos cientos de seguidores acérrimos a Trump, fueron capaces de llegar sin ninguna oposición hasta el despacho de los legisladores allí presentes y sentarse en sus escaños, mientras algunos de los congresistas permanecían escondidos bajo sus mesas o en los sótanos. Asalto que en algún momento me llego a recordar, salvando las distancias, el intento de golpe de estado en el congreso encabezado por Tejero, donde senadores y diputados vivieron parecidos momentos de zozobra. El cielo no se toma por consenso, sino por asalto decía Pablo Iglesias, copiando la frase de Karl Marx. No fueron muchos los que asaltaron al Capitolio, pero sintieron el apoyo de millones de populistas republicanos.
Peligro populista que empieza cuando algunos creen que ellos solos representan al pueblo, como es el caso norteamericano, extendido por Europa, Reino Unido con el Brexit, Austria, Holanda, Francia y aquí Vox.