El Congreso aprueba el segundo juicio político contra Donald Trump
La Guardia Nacional mantiene blindado el Capitolio y Washington
Estados Unidos sigue escribiendo a ritmo de vértigo capítulos en una de sus más oscuras sagas, la que tras cuatro años de presidencia de Donald Trump ha llevado a su democracia al borde del abismo, un precipicio del que aún no se puede decir que esté a salvo. Ayer, justo una semana después de que una turba arengada por el republicano asaltara violentamente el Capitolio, justo una semana antes de que el demócrata Joe Biden tome posesión en una inauguración sobre la que pende la amenaza de más violencia, la Cámara baja aprobó con 232 votos a favor y 197 en contra convertir a Trump en el primer mandatario sometido dos veces a un impeachment.
Un día después de que el vicepresidente Mike Pence se negara a invocar la enmienda 25 para incapacitar a Trump, entró en el récord histórico la «incitación a la insurrección» como único artículo redactado a modo de cargo para el juicio político contra el presidente. En este caso, y a diferencia de lo sucedido en el primer impeachment, 10 republicanos votaron a favor de imputarlo. Y ahora se abre la duda de cuántos estarán dispuestos a condenarle en el Senado, donde se debe celebrar el juicio político. En el primero, solo Mitt Romney votó por esa condena en uno de los dos cargos a los que se enfrentaba entonces.
Habrá que esperar para responder a esa pregunta. Según informó la oficina de Mitch McConnell, líder republicano en control de la Cámara alta, a la oficina del demócrata Chuck Schumer, que le dará el relevo como líder cuando los demócratas asuman el control, ese proceso no empezará inmediatamente y puede que tampoco antes del traspaso de poderes. Y aunque el propio McConnell ha expresado en privado –según The New York Times– su satisfacción con el impeachment y en público ha dejado abierta la posibilidad de votar contra el mandatario, no está claro si se alcanzarán los 17 votos republicanos necesarios para lograr la mayoría de dos tercios de la Cámara requeridos para la condena.
Pese a los movimientos de algunos republicanos, el debate de tres horas y media que se celebró ayer en la Cámara baja demostró que ni siquiera lo sucedido la semana pasada ha ayudado a unir al país, ni ha logrado que se supere la profunda y peligrosa brecha partidista que hace zozobrar a EEUU. Porque ese debate fue mucho más breve que el del primer impeachment, pero no menos tumultuoso. Y las dos fallas que chocan en este seísmo político volvieron a mostrarse.
DOS BANDOS ENFRENTADOS En un lado estuvieron los demócratas, liderados por Nancy Pelosi, la presidenta de la Cámara de Representantes, que calificó a Trump un «claro e inminente peligro para la nación» y «una amenaza vital a la libertad, el autogobierno y el Estado de derecho». Otros fueron más lejos, como la congresista de Misuri Cori Bush, que llamó a Trump «el supremacista blanco en jefe».
En el extremo opuesto se colocaron la mayoría de los republicanos, liderados en el debate por el congresista Jim Jordan, uno de los principales aliados de Trump en el Congreso. Como hizo el presidente el martes, Jordan definió el impeachment como la continuación de una «obsesión» demócrata, y llegó a denunciar que es parte de la «cultura de la cancelación».
No fue solo el debate político en el Capitolio lo que permitía entender la gravedad de lo ocurrido y del momento, así como la tensión que persiste en EEUU. Porque por primera vez desde la guerra civil, el edificio amaneció reconvertido en un cuartel para militares, en este caso parte de los 6.000 miembros de la Guardia Nacional desplegados en la ciudad.
En medio del debate, Trump emitió un comunicado en el que hizo una llamada contra la violencia. «Ante informaciones de más manifestaciones urjo a que no haya violencia, no se rompa la ley y no haya vandalismo de ningún tipo», escribió.
«[Trump] Debe irse. Es un peligro claro y presente para la nación», dice Pelosi