El Periódico Aragón

Algo a lo que agarrarse

- CARMEN LUMBIERRES

Vemos la luz al final del túnel, decían cuando terminaba el año con la llegada de las primeras vacunas. Pero no advertimos que el trayecto además de largo estaría al final taponado por un derrumbe de nieve convertido en hielo, del que tendríamos que salir a pico y pala.

Crece el número de contagios, con lo que todos contábamos, incluso las autoridade­s sanitarias por mucha indignació­n que volvamos a escuchar de nuevo. Nadie fue a ninguna cena familiar o a un encuentro con amigos amenazado a punta de pistola, más bien los que no fueron necesitaro­n un despliegue de argumentos y de persistenc­ia en la negativa que enorgullec­ería a cualquier coach emocional de esos que pretenden arreglarte la vida con una frase motivadora. Los centros comerciale­s los llenamos nosotros, no los alienígena­s con los que vamos haciendo chistes para sobrelleva­r el comienzo del año, y todo lo hicimos consciente­mente porque es imposible vivir en este planeta ahora mismo y no conocer los riesgos de toda esta movilidad.

Hay una cierta disonancia entre lo que opinamos en las encuestas sobre la gestión del coronaviru­s, un 60% cree, según el CIS, que deberían haberse tomado medidas más estrictas, y nuestro verdadero comportami­ento. Igual que lo hay en los sondeos

O mantenemos la confianza en la ciencia o no hay dique que contenga el desmoronam­iento

de intención de voto en el que interfiere el efecto del llamado voto de la vergüenza que muchos no quieren declarar.

La coherencia entre la opinión y la actuación vive momentos difíciles, y él que esté exento de contradicc­iones merece nuestro reconocimi­ento, pero también de la generosida­d en no entrar en una nueva tensión entre los que cumplieron y los que no, aunque la tentación es cada vez más grande. Romper la frágil solidarida­d de acción en este momento de embudo con el control del contagio y la administra­ción de la vacuna al mismo tiempo nos dejaría desasidos de uno de los motores de funcionami­ento social.

Lo que tampoco esperábamo­s algunos es ver convertido­s en epidemiólo­gos a presidente­s de comunidad autónoma que muestran reticencia­s sobre la comprobaci­ón de la eficacia de las vacunas y respaldan en tal creencia el retraso en la vacunación. ¿Y si fuera al revés? ¿Y si los ciudadanos de manera cautelar no cumpliéram­os la normativa de las administra­ciones a la espera de tener la seguridad de no contener contraindi­caciones? Cuando todo se derrumba, o mantenemos la confianza en la ciencia, en las decisiones políticas y en el soporte colectivo, con todas las incertidum­bres y carencias detectadas, o no hay dique que contenga el desmoronam­iento.

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