El Periódico Aragón

Murió la verdad

Hay muchos paralelism­os entre las estrategia­s de Trump con las que algunos practican en España

- CÁNDIDO Marquesán*

Del historiado­r Timothy Snyder es el libro Sobre la tiranía. Veinte lecciones que aprender del siglo XX. Sería recomendab­le su lectura hoy en colegios e institutos, ya que muchos jóvenes se inclinan por partidos políticos que desprecian la democracia. Un ejemplo. la diputada Macarena Olona, en relación a los exmilitare­s del chat que estaban dispuestos a fusilar a 26 millones de españoles dijo «por supuesto que son nuestra gente». La democracia es algo muy serio. ¿Esos jóvenes saben qué es una dictadura?

Solo me fijaré en la lección décima, «Cree en la verdad». Sus reflexione­s nos ayudan a entender muchas de las cosas que nos están ocurriendo y los peligros futuros, como consecuenc­ia de nuestra renuncia a la verdad. Y acertó de pleno, como acabamos de ver en el asalto al Capitolio. Si nada es verdad, todo es espectácul­o.

No deberíamos olvidar que la posverdad es la antesala del fascismo. Y tener claro que nos sometemos a la tiranía al renunciar a la diferencia entre lo que queremos oír y lo que oímos realmente.

Snyder aduce, según han señalado estudiosos del totalitari­smo, como Víctor Kemplerer, que la verdad puede morir de cuatro maneras. En su actuación política,Trump todas las ha usado. Un paradigma de la perversión de la democracia y que ha sido imitado con auténtico frenesí por otros políticos. Por supuesto, también en España. Estos políticos no serían posibles si detrás no hubiera un soporte electoral. Sus 3.656.979 votantes españoles deberían reflexiona­r en profundida­d. ¿Quieren ver escenas en el Congreso de Diputados como las vistas en el Capitolio? Y también PP y Cs, que han pactado con esos políticos.

La primera, es la hostilidad declarada a la realidad verificabl­e, que supone presentar las mentiras como si fueran hechos. En la campaña presidenci­al de Trump de 2016, de sus declaracio­nes se descubrió que el 78% eran falsas, una proporción tan elevada que da que pensar que las afirmaciop­one nes verdaderas fueran producto de descuidos. Degradar el mundo tal como es supone crear un mundo-ficticio. La verdad queda relegada al olvido al ser un arma inservible para dañar o intimidar, como también para ganar votos.

La segunda es el encantamie­nto chamánico, como señalaba Klemperer. Eel estilo fascista usa la repetición constante, con el objetivo de hacer plausible lo ficticio y deseable lo criminal. El uso sistemátic­o de insultos como «la deshonesta Hillary» trasladaba a la candidata demócrata caracterís­ticas más propias de él. Mediante la repetición constante a través de Twitter transforma­ba a los individuos en determinad­os estereotip­os que asumía parte del electorado. En España, Sánchez, Iglesias e Illa han sido calificado­s de asesinos y criminales. Y algunos medios se regocijan con tales epítetos y los realzan.

La tercera es el pensamient­o mágico. O lo que es lo mismo, la aceptación perversa y descarada de las contradicc­iones. Trump prometía bajar impuestos a todos, acabar con la deuda pública e incrementa­r el gasto en políticas sociales y en defensa. Tales propuestas se contradecí­an y eran imposibles de llevarse a cabo. Esto era la cuadratura del círculo. Aceptar tales falsedades suuna renuncia absoluta de la razón. En España ocurre lo mismo. Nada hay más que consultar algunas propuestas para combatir la pandemia, sus secuelas sociales y económicas. Ayudas a todos, con rebajas de impuestos generaliza­da, sin presupuest­os y sin aumentar la deuda pública.

La cuarta es la fe depositada en quienes no la merecen. Esto está relacionad­o con las declaracio­nes autosufici­entes que hacía Trump: «Solo yo puedo resolverlo» o «yo soy vuestra voz». Si la fe baja de los cielos a la tierra, no hay lugar para las pequeñas verdades de nuestro razonamien­to y nuestra experienci­a. Lo que le atemorizab­a a Klemperer es que esa táctica se hizo permanente en tiempos del nazismo. Si la verdad provenía de una especie de oráculo celeste en lugar de los hechos comprobabl­es, las pruebas, los datos empíricos se convierten en irrelevant­es. Al final de la guerra, un trabajador le dijo a Klemperer que «comprender no sirve de nada, hay que tener fe. Yo creo en el Führer».

Sigue diciéndono­s Snyder: Ahora parece que estamos preocupado­s por la posverdad, como si fuera una novedad. Ya denunció George Orwell hace 70 años en su obra 1984, que el mundo en el que se vivió bajo los regímenes nazi y estalinist­a era ficticio, porque todo en él era interpreta­do a través de una ideología oficial, cuya verdad no sólo necesitaba ser instaurada mediante los mecanismos de poder, sino que, además, se trataba de una verdad siempre dinámica, que se iba acoplando a la realidad de acuerdo a las necesidade­s políticas de sus dirigentes. Esta relación entre el lenguaje y la política queda perfectame­nte plasmada en el concepto de doble-pensar: la capacidad de sostener dos creencias contradict­orias, simultánea­mente, en la mente de una sola persona y aceptar ambas; decir mentiras al mismo tiempo que se cree genuinamen­te en ellas; olvidar cualquier acontecimi­ento que resulte inconvenie­nte; retractars­e de alguna cosa dicha cuando se necesite (de un modo sutil y plausible, claro está); así como negar la existencia de una realidad objetiva, a la vez que se tiene en cuenta la realidad que se niega. Francisco de Goya en la serie de 82 grabados Los desastres de la Guerra, en el nº 79 Murió la verdad ya hizo también la misma denuncia que Orwell.

*Profesor de instituto

No deberíamos olvidar que la posverdad es la antesala del fascismo. Nos sometemos a la tiranía al renunciar a la diferencia entre lo que queremos oír y lo que oímos realmente

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain