Considera que estos hechos están «infradenunciados» en un 80%
«perfecta» para todo aquel que quiere cometer este tipo de delitos de odio desde el anonimato. «Creen que por no poner su verdadero nombre o su foto pueden hacer lo que quieran, pero eso no es así, se les acaba localizando y deteniendo», destaca.
Su obsesión, positiva, es «aflorar la bolsa oculta» de víctimas de delitos de odio que «por miedo, por vergüenza o porque piensan que puede ser un caso aislado» deciden guardar silencio. De ahí que uno de los asuntos de su agenda diaria sea una reunión o una llamada con un determinado colectivo social para «establecer lazos que permitan mejorar la confianza». «Hemos observado que algunos extranjeros prefieren callar que denunciar porque creen que podemos perseguirles si están en situación irregular en España. Y eso no es así», recalca Franco. Un pensamiento que ha percibido fruto de esos encuentros con asociaciones a las que solicita que expongan todas sus preocupaciones.
Pero no todo el mundo está amparado por un colectivo. Eso también lo ha podido observar en alguna actuación en la que a la víctima se le ha puesto en contacto con alguna asociación para que se sienta amparada socialmente. «Perseguimos delincuentes, pero cesita que alguien le escuche». Dar confianza es su mayor premisa para conseguir algo difícil: «ser la cara amable que hace frente al odio que han sufrido». Es por ello que hasta se trata de tomar declaración a personas que han sufrido un hecho de estas características de forma muy personalizada para «evitar una doble victimización».
El inspector Carlos Franco destaca que el odio siempre lleva aparejado otro delito como pueden ser las amenazas, las lesiones o las coacciones, puesto que «el componente de convivencia suele ser habitual». «El último caso que atendimos fue el de unas personas que estaban sufriendo transfobia por parte de sus vecinos del edificio», recuerda, mientras añade que estaban siendo acosadas. Un problema que resolvieron.
«Luego hicimos un seguimiento del caso porque eso también es importante, no somos una ventanilla que se abre una vez, sino que tratamos de saber, si las víctimas nos lo permiten, si no ha habido reincidencia. Es decir, también hacemos una labor de acompañamiento», apostilla Franco. El objetivo de ello también es conocer la percepción y opinión de las víctimas sobre la atención y asistencia que les ha sido prestada por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad.
Coordinación
Todo ello no lo hacen en soledad, sino que existe una coordinación con otras unidades y grupos policiales como pueden ser Delitos Tecnológicos a la hora de investigar un caso en redes sociales o con el Grupo de Menores (Grume). A este trabajo conjunto se une la formación continua a todos los agentes del Cuerpo Nacional de Policía en materia de delitos de odio. También a escolares, acudiendo a los centros a petición de los profesores.
No es lo mismo un mensaje odioso que de odio y la diferencia