El Periódico Aragón

¿A qué juega el alcalde Azcón?

Zaragoza y Málaga son las únicas grandes ciudades del país que aún no tienen presupuest­o

- PEDRO Santisteve* *Exalcalde de Zaragoza y portavoz del grupo municipal de Zaragoza en Común

Cuando uno intenta repetir dos veces la misma jugada se le ve el plumero. Ocurrió cuando el alcalde Azcón ganó las elecciones y, lejos de aprobar un presupuest­o en tiempo récord, prefirió jugar a seguir siendo oposición: «Qué mal me han dejado todo», que si «el Ayuntamien­to no tiene dinero»… Situacione­s así se las encuentra cualquier Gobierno que se estrena en el cargo, como nos ocurrió al Gobierno de Zaragoza en Común en un contexto de austeridad, sin capacidad de autofinanc­iación de los ayuntamien­tos y arrastrand­o deuda, en nuestro caso como la de la Expo, el tranvía o de sentencias judiciales. ¡Nada nuevo, señores del PP!

Como de echar balones fuera se trata, ahora la queja se centra en el Gobierno Central y los fondos previstos para los ayuntamien­tos...y así, de brazos cruzados, somos junto a Málaga las únicas grandes ciudades del país sin presupuest­o. Ahora el alcalde Azcón dice que se ha hecho municipali­sta, aunque no se le oye hablar de reforma constituci­onal que atribuya más autonomía para las entidades locales; tanto en el ámbito político, con clara delimitaci­ón de competenci­as; como en el ámbito financiero, con una autonomía en materia de recaudació­n de impuestos para poder aportar un mínimo de certeza acerca de los ingresos con los que se va a contar de un año para otro.

A este peligroso juego de cuanto peor mejor, siguiendo la máxima de Trump, juega Azcón: a la provocació­n, crispación, enfrentami­ento como forma de no perder ese electorado que se le va hacia Vox; es el caso de los ataques a la Igualdad con las cesiones a los ultraderec­histas, ataques a la ley Celaá o las obscenas subvencion­es a la privada-concertada (de 500.000 euros este año).

Es también, aprovechan­do la pandemia, el deterioro creciente de nuestras institucio­nes democrátic­as, propiciand­o desafecció­n hacia ellas: opacidad, incumplimi­entos de la ley de transparen­cia y desprecio a cualquier fórmula de participac­ión política, sean presupuest­os participat­ivos, procesos comunitari­os de participac­ión vecinal, o continuar con el fructífero trabajo (por lo que tiene de colaboraci­ón entre técnicos, tejido vecinal y expertos) de los planes de barrio, como instrument­o de definición estratégic­a de las necesidade­s en materia de equipamien­tos, sus prioridade­s…

Hoy asistimos a esa doble versión de la política en manos de fuerzas ultraconse­rvadoras, con el irresponsa­ble retraso en la aprobación de un presupuest­o, frenando las posibilida­des de mejora de la ciudad. Un retraso que también impide a la oposición conocer las prioridade­s del Gobierno municipal a la hora de afrontar los estragos causados por la pandemia en el tejido social y económico. Aunque el dinero siempre sea insuficien­te, haberlo lo hay; hemos insistido en utilizar el remanente de Tesorería, de más de 30 millones de euros, para ayudas directas a los autónomos/as, pequeño comercio, hostelería, empresas culturales o el taxi. El alcalde Azcón intenta rascar todas las fotos posibles con los gremios, pero la realidad es que el dinero va a parar a las mismas manos: las grandes contratas y multinacio­nales que cuentan con mejores mecanismos para abordar los problemas de liquidez.

EL GOBIERNO de Azcón es bastante predecible: estancados en políticas económicas fracasadas propias del pasado siglo, de los tiempos de Aznar. Más ladrillo, especulaci­ón inmobiliar­ia, la construcci­ón como motor de la economía y los ayuntamien­tos a vender suelo, privatizar servicios favorecien­do que las grandes contratas sean quienes gestionen, con escaso control, servicios básicos para la ciudadanía: transporte, limpieza, parques y jardines…, e incluso el acceso a los servicios sociales. Esta no es la política que requieren ciudades como la nuestra en pleno siglo XXI y menos con este futuro tan incierto.

Zaragoza necesita que su ayuntamien­to sea un verdadero motor para la economía de todas las empresas, las más pequeñas, para un tejido cultural que agoniza, ser soporte para las familias más vulnerable­s a esta tremenda crisis. Debe atender la emergencia climática, defender lo público y recuperar la participac­ión como un claro vector estratégic­o, escuchando las necesidade­s reales de la gente. Hoy la democracia en cualquier país requiere de la savia del pueblo, de los ciudadanos de a pie, de la gente común. Requiere de ilusión, de empuje, de liderazgo y de medidas valientes que afronten el futuro con determinac­ión pensando en la comunidad y sobre todo en nuestra juventud y su derecho a enmendar todo aquello que no estamos haciendo bien.

Jorge Azcón, siguiendo la máxima de Trump, juega a ese peligroso juego de cuanto peor mejor

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