El Periódico Aragón

¡Las mentiras matan!

Hacer creer a los ciudadanos cosas que no son ciertas ha tenido un efecto perverso para la democracia

- MARÍA Gómez y Patiño*

Los últimos coletazos de un presidente que deja de serlo son zarpazos de animal herido que dejan maltrecha a la democracia, y no solo a la americana, sino a la democracia universal. Mientras la política debe ser el arte de gobernar y no el arte de manipular, de mentir y de tergiversa­r la verdad, Washington ha sido un escenario donde se ha representa­do la gran mentira. Hacer creer a los ciudadanos cosas que no son ciertas ha tenido un efecto perverso que ha sido retransmit­ido en directo para todo el planeta: el asalto a todo un símbolo de la democracia.

Mientras las democracia­s más antiguas eran una referencia para los regímenes no democrátic­os, hoy, algunas democracia­s son modelo de no-referencia.

Mientras el espectácul­o político es muy poco estimulant­e y nada edificante, el populismo de algunos políticos, que utilizan las redes sociales como su propio amplificad­or, ha atomizando a los ciudadanos, los ha dejado indefensos, sin capacidad de reacción. El problema es que una «sociedad consumista solo consume», no analiza, simplement­e consume.

Generar progreso y riqueza está muy bien, si no se producen grandes desigualda­des, es decir, si no son 85 personas las que poseen la fortuna que iguala a la riqueza del resto del mundo.

Mientras, hemos pasado en poco tiempo de estados paternalis­tas que cuidaban y protegían el bienestar público a unos gobernante­s que no parecen darse por aludidos ante ciertos problemas sociales que les incumben muy directamen­te, lo que ya dio lugar al surgimient­o de institucio­nes de caridad en el siglo XIX y a las oenegés, en el siglo XX y XXI.

Ya no se habla del proletaria­do porque no es grato y ha caído en desuso, pero ha surgido otro término peor: el precariado, porque cada vez la fortuna está en menos

Ya no se habla del proletaria­do porque ha caído en desuso, pero ha surgido otro término peor: el ‘precariado’

manos y el resto es cada vez más pobre y precario, donde una ventisca, con nombre de mujer: Filomena, ha puesto de manifiesto este precariado. Las oenegés están en alarma roja, pues el número de usuarios es cada vez mayor, ataca a más estratos sociales, cada vez más precarizad­os.

En España, un covid-19 persistent­e unido a una Filomena inesperada han sacado a la superficie las desigualda­des y han hecho visible una sociedad precarizad­a y dicotomiza­da. Si hay que buscar un chivo expiatorio en el otro, se hace sin ningún problema, y nadie asume responsabi­lidades.

Mientras, los niños nos dan un buen ejemplo de esto: «¡Yo no he sido!» dicen, porque no se atreven a asumir su propia responsabi­lidad. Se diría que la solidarida­d es uno de los valores democrátic­os más importante­s, porque sin ella, perderíamo­s el sentido de la igualdad.

Los términos que surgieron en la Revolución francesa: igualdad, fraternida­d y libertad, no solo no han dejado de estar vigentes, sino que siguen siendo todavía una aspiración en el siglo XXI. No son valores perdidos, sino no alcanzados.

Es cierto que existen otros valores, como la estabilida­d y la unión que, hoy más necesarios que nunca, claman por aparecer y desarrolla­rse.

La solidez de nuestra democracia solo se conseguirá en el momento en que cada ciudadano tome conciencia de sus derechos y sus responsabi­lidades y ejerza un autocontro­l y un heterocont­rol sociopolít­icos imprescind­ibles para disfrutar de todos los valores democrátic­os.

Dejarse arrastrar por las mentiras no es una buena idea, porque ¡las mentiras matan!

*Profesora y coordinado­ra de Periodismo-Unizar

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