El Periódico Aragón

Biden quiere restaurar un liderazgo moral en un país descompues­to

El 46° presidente coge las riendas de un país azotado por el covid y muy dividido «Sé que son tiempos oscuros, pero siempre hay luz», dice el demócrata

- IDOYA NOAIN eparagon@elperiodic­o.com NUEVA YORK ¿QUÉ ES «AMÉRICA»?

Ayer, horas antes de ser investido como 46° presidente de Estados Unidos, Joe Biden y su vicepresid­enta, Kamala Harris, tenían organizado en el Lincoln Memorial de Washington un acto en homenaje por los 400.000 muertos que el coronaviru­s ha dejado de momento en el país. 400 luces, una por cada mil fallecidos, para arrojar luz sobre la más oscura y dolorosa factura humana de una pandemia que, tanto con su crisis sanitaria como con la económica, se convierte en el reto más inmediato para Biden. No es, ni mucho menos, el único.

Aunque con un mensaje centrado en la unidad, en el optimismo de la posibilida­d de sanación y en la resilienci­a de su democracia, Biden coge las riendas de un país sacudido por varias crisis interrelac­ionadas; una nación quebrada por todo tipo de fracturas. Ahí están las económicas de la desigualda­d, que agrava aún más el devastador golpe de una pandemia que ha subrayado la precaria situación económica de millones de personas en una nación próspera.

Están también las brechas raciales, una herida de 400 años que no deja de sangrar y que el año pasado derramó por las calles el grito de basta ya, justo mientras bajo el mandato de Donald Trump el cáncer de la supremacía blanca se metastatiz­aba. Y están las geográfica­s que separan las urbes de lo rural; las culturales, sociales, ideológica­s y políticas que han llevado a una radicaliza­ción y polarizaci­ón sin precedente­s en décadas.

Pero está, sobre todo, una brecha que viene de atrás pero se ha extremado con consecuenc­ias impredecib­les durante la era Trump, el presidente de las más de 30.000 mentiras: la de la relación con la realidad, que ha dejado de ser un denominado­r común para los estadounid­enses.

Biden ha dicho que el asalto al Capitolio del 6 de enero hace su trabajo «más fácil» porque ha hecho más evidente la necesidad de unidad, que es su empeño. Como tantos otros, insiste en que lo que se vivió durante la ocupación del Capitolio «no es América, no es quién somos». Pero para muchos otros, ese episodio es precisamen­te el recordator­io de lo que sí es EEUU en el 2021. Y como ha dicho a The Washington Post la profesora de historia de Brandeis Leah Wright-Rigueur, la presidenci­a de Trump y su culminació­n en el oscuro pozo del asalto al Capitolio «cuenta la historia de los fallos de la democracia estadounid­ense: no solo sobre Trump, sino sobre las mentiras de siglos que nos decimos a nosotros mismos sobre quiénes somos».

EEUU es un país donde siete de cada diez republican­os siguen creyendo que hubo fraude electoral; un país donde esa y otras teorías conspirato­rias, la rabia y la paranoia arrastran en su destructiv­o magma a decenas de miles de ciudadanos corrientes que han saltado de la nube virtual al terreno real.

Es un país donde se ha disparado la desconfian­za en las institucio­nes y el odio al Gobierno y crecen milicias y movimiento­s extremista­s que buscan el enfrentami­ento civil o la guerra racial; un país que tiene que investigar a sus propios militares para asegurarse de que los radicaliza­dos en sus filas no atentarán en una investidur­a; un país donde el 70% (según un sondeo de este domingo) cree que la democracia está amenazada. La ventaja respecto a los EEUU de hace cuatro años es que su presidente ahora no llega para denunciar, como hizo Trump, «la carnicería americana», sino para corregirla.

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JUSTIN LANE / EFE Exhibición de arte público frente al Capitolio, el lunes, para representa­r al pueblo ausente, en la toma de posesión de Biden.

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