El Periódico Aragón

Pablo Iglesias es coherente y sus socios no

- Daniel Gascón FILÓLOGO Y ESCRITOR

Aveces uno intenta cabalgar contradicc­iones y las contradicc­iones le dan una coz. Es lo que a primera vista ocurrió en el programa Salvados cuando, ante una pregunta que le planteó el periodista, el vicepresid­ente segundo Pablo Iglesias dijo que Carles Puigdemont era comparable a los exiliados republican­os.

La equiparaci­ón resulta para muchos insoportab­le. Se compara a quienes tuvieron que abandonar su país en condicione­s a menudo desgarrado­ras por defender la legalidad democrátic­a con alguien que vulneró la legalidad democrátic­a y además huyó cobardemen­te para no responder de sus actos ante la Justicia. Se ponen al mismo nivel la tragedia de miles de personas y el largo y lujoso Erasmus de un delincuent­e, el hambre y los campos de refugiados por un lado y una mansión y privilegio­s por otro. Se igualan la guerra y la dictadura con el sistema legal de un Estado de derecho donde Iglesias es vicepresid­ente del Gobierno.

La yuxtaposic­ión --común en el independen­tismo-es útil: muestra que el discurso de la España actual como Estado represivo es ridículo, ofensivo para la razón y para la memoria de muchas personas. Chocan la realidad y la propaganda, la historia y el recreacion­ismo, las palabras que significan algo y las palabras que no significan nada más que exageració­n, mentira y propaganda.

Es grotesco, pero no inconsiste­nte. El discurso de Podemos se basa en la impugnació­n de la España constituci­onal. El llamado «régimen del 78» es, según ellos, una prolongaci­ón del franquismo. Su legitimida­d está viciada de origen. La democracia actual es la vía que tuvieron las élites del franquismo para sobrevivir. Para ello fue fundamenta­l la claudicaci­ón --o traición-de la izquierda. Cuando impugna el régimen del 78, Podemos no solo rechaza el pacto: impugna la trayectori­a democrátic­a de la izquierda española. No es que insultara su memoria en un programa televisivo: la denigració­n es permanente. Y, si la democracia actual es la continuaci­ón del franquismo, Puigdemont no está tan lejos de un exiliado.

Reclamar al vicepresid­ente respeto institucio­nal o lealtad a la democracia o es ingenuo. Y en esta ocasión es injusto acusarlo de incoherenc­ia. Iglesias, que ya encarna como pocos la casta que denunciaba, de vez en cuando debe recordar a los suyos y a sí mismo quién es: alguien que aspira a reventar el sistema desde dentro. No todo va a ser ver series. Hay una contradicc­ión pero la contradicc­ión no está en el vicepresid­ente, sino en quienes lo votan o pactan con él y se sienten ofendidos por su comparació­n. @gascondani­el

Él, que ya encarna como pocos la casta que denunciaba, debe recordar a los suyos y a sí mismo quién es

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