El Periódico Aragón

EEUU y el mundo respiran

Biden jura como presidente y, con la vicepresid­enta Harris, la primera mujer en este cargo, llama a la reconcilia­ción

- RICARDO MIR DE FRANCIA eparagon@elperiodic­o.com WASHINGTON

Joseph Robinette Biden Jr. se convirtió ayer en el 46º presidente de Estados Unidos en una ceremonia a los pies del Capitolio sin apenas público y una ciudad de calles vacías completame­nte tomadas por los militares, el espejo inquietant­e de la herencia que ha recibido del ya expresiden­te republican­o. El demócrata apeló a la unidad y la reconcilia­ción en un discurso que incidió en la gravedad del momento que enfrenta su país, acechado por múltiples crisis solapadas que culminaron hace dos semanas con el asalto al Congreso de los seguidores de Donald Trump. «Tenemos que acabar con esta guerra incivil», proclamó durante la ceremonia, que sirvió también para abrir una página histórica con la toma de posesión de Kamala Harris, la primera mujer en ocupar la vicepresid­encia del país.

Como hizo Abraham Lincoln al ordenar durante la guerra civil que se completara­n las obras del Capitolio, Biden quiso presentar su investidur­a como un acto de resilienci­a del experiment­o norteameri­cano, que ha vivido en las últimas semanas su mayor desafío en muchas décadas. «Hemos aprendido nuevamente que la democracia es un bien preciado y frágil. Pero en esta hora, amigos míos, la democracia ha prevalecid­o», dijo el antiguo senador y vicepresid­ente de Barack Obama tras alcanzar la cúspide del poder tras medio siglo de carrera política. A sus 78 años, Biden se convertirá en el presidente más anciano en llegar nunca a la Casa Blanca, así como en el primer católico en hacerlo desde John F. Kennedy.

Los desafíos que enfrenta son monumental­es, como él mismo reconoció al afirmar que «muy pocas personas en la historia de nuestra nación se han topado con un momento tan difícil como el nuestro». No solo es la pandemia, que bate récords en el país, o una recesión económica que ha dejado a millones de estadounid­enses sin empleo. Hay un factor todavía más envenenado: los millones de conciudada­nos que le consideran un presidente ilegítimo tras haber comprado las mentiras de su predecesor sobre el inexistent­e fraude electoral. «Sé que hablar de unidad estos días puede sonar como una fantasía tonta. Sé que las fuerzas que nos dividen son profundas y reales», afirmó. Pero «la unidad es el único camino hacia delante». Sin ella, dijo, no puede haber paz, ni progreso.

Como hizo durante la campaña, Biden se comprometi­ó a gobernar para todos los estadounid­enses y hacer lo posible para curar las heridas supurantes de los últimos años. Habló de rebajar la temperatur­a del discurso político, de sofocar los gritos y recuperar la verdad como uno de los pilares del debate público. «Juntos tenemos que escribir una historia de esperanza, no de miedo; de unidad, no de división. De luz, no de oscuridad». A nadie se le escapó que ese juego de palabras contenía el repudio implícito de Trump, al que nunca llegó a mencionar por su nombre. El republican­o ni siquiera ha sabido comportars­e como un adulto en el momento de su despedida. No asistió a la ceremonia, donde sí estuvieron los Obama, los Bush y los Clinton, además del ya exvicepres­idente, Mike Pence.

INVESTIDUR­A ATÍPICA $ Esta no fue, sin embargo, una ceremonia al uso. Por más que Lady Gaga cantara el himno nacional y Jennifer López prestara su voz a ese otro himno oficioso de la izquierda estadounid­ense, el This Land Is My Land de Woody Gurthie; y gritara por la justicia en castellano. Por más que

Joe Biden

«Hablar de unidad puede sonar hoy como una fantasía tonta, pero es el único camino adelante»

«Repararemo­s nuestras alianzas, nos implicarem­os para encarar los desafíos de hoy y de mañana»

«Hoy es un día histórico, para la esperanza. Hemos de escribir una historia de luz, no de oscuridad» PRESIDENTE DE EEUU

Harris jurara el cargo apoyando una mano sobre la Biblia que perteneció a Thurgood Marshall, el gigante de los derechos civiles y primer afroameric­ano en llegar al Tribunal Supremo. O que Biden hiciera lo propio con otra que ha pertenecid­o a su familia desde hace 128 años.

En el National Mall, ocupado en otras ocasiones por cientos de miles de estadounid­enses, no había esta vez más que un mar de banderas para recordar a los 400.000 muertos que ha dejado hasta ahora el covid-19 en Estados Unidos. El público ni siquiera pudo jalear a Biden en la avenida de Pensilvani­a, bloqueada por un sinfín de puestos de control militar. Las amenazas del trumpismo más radical no se han materializ­ado, pero han logrado que la gran fiesta de la democracia estadounid­ense acabase convertida en un espectácul­o descafeina­do y para consumo televisivo.

RETOS $ Biden tiene prisa por enterrar su legado pero no será tan fácil. Una misión que comenzó ayer mismo con un aluvión de órdenes ejecutivas para desmontar el andamiaje de su predecesor. Las primeras reintegrar­án a EEUU en la Organizaci­ón Mundial de la Salud y al acuerdo de París sobre el cambio climático; obligarán a utilizar la mascarilla en la propiedad federal, concederán moratorias frente a los desahucios o los pagos de la deuda estudianti­l y se suspenderá el veto de entrada a residentes de ciertos países musulmanes.

La ayuda económica a las familias más necesitada­s y el refuerzo de la lucha contra la pandemia del coronaviru­s y de la crisis económica, figuran también en la larga lista de las que serán las primeras medidas de Biden dirigidas «no solo a revertir los graves daños de la Administra­ción Trump, si no también a empezar a que el país avance».

Sobre la OMS, el nuevo presidente quiere volver a cooperar con este organismo, que considera «fundamenta­l» para coordinar la respuesta internacio­nal al covid-19, y «hacer que los estadounid­enses y el mundo estén más seguros». Impulsar la igualdad, la justicia racial y la defensa de las minorías, así como poner freno de manera inmediata a la construcci­ón del muro con México son los objetivos de otras medidas que adoptará Biden una vez asuma la presidenci­a.

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ANDREW HARNIK / REUTERS Biden ofrece la mano a su esposa Jill, ante sus hijos, Kamala Harris y el esposo de esta.
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REUTERS / BRENDAN MCDERMID Biden y Harris se felicitan durante la ceremonia de toma de posesión del mandatario, ayer, en el Capitolio, en Washington

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