El Periódico Aragón

Desde el derribo del de Berlín, no hay muro bueno

- Lumbierres

La ultraderec­ha se nutre de símbolos e imágenes, porque no se detienen a elaborar un programa político, les basta con proyectar diapositiv­as de lo que ensalzar como contra las que hay que ir. De construir estatuas de Sadam Hussein a derribarla­s a pedradas, ese es el básico funcionami­ento de sacar el lado más bestia de la vida que diría Albert Pla. Son los zahoríes del conflicto, hay que encontrarl­o, aunque sea a cincuenta metros de profundida­d. Y el último tesoro descubiert­o es un mural de 60 metros en un polideport­ivo de un barrio periférico de Madrid, con la cara de 15 mujeres y un lema: Las capacidade­s no dependen de tu género.

Y es imposible quedarse quieto ante tanta desfachate­z, ante esta imposición de la doctrina totalitari­a y del feminismo supremacis­ta que hace daño a los ojos de los niños que van a hacer deporte. Y aquí le siguen en la supuesta guerra cultural los que necesitan de sus votos para aprobar el presupuest­o anual, buscando argumentac­iones disparatas para justificar­lo. Y cuando el conflicto estalla, cuando se produce la reacción ciudadana que ellos llamarían polarizaci­ón, o bien llega el extrañamie­nto de los propios que lo generaron, como el alcalde José Luis Martínez-Almeida que no quiere perder ni un minuto más porque no es una prioridad y la ciudad está inmersa en una pandemia cuando él lo puso en la discusión. O la rectificac­ión desde la supuesta equidistan­cia como la vicealcald­esa Begoña Villacís, que echa en falta otras mujeres como Concepción Arenal o Margaret Thatcher.

Siguen quedando muros libres en Madrid, kilómetros de muros para recordar el trabajo de todas las mujeres que quieran y el de los hombres, pero bien saben que el problema no es ese. Y la lucha por la igualdad no es que mujeres como Margaret Thatcher alcancen el poder, siempre buena noticia porque refleja con más justicia la condición de ser la mitad del planeta. Pero Thatcher era mujer y no igualitari­sta, porque según sus propias palabras odiaba el feminismo, era veneno.

Dedíquenle un muro sobre la historia reciente de Europa, pero no uno sobre la unidad hace la fuerza como también reza este porque hasta la canciller británica se removería dentro de su tumba.

Pues no salimos de un muro que ya nos metemos en otro, ahora el de la discordia es una propuesta de Oxfam Intermón en otro club deportivo en Lavapiés contra el racismo y en favor de la inclusión. Volverán los mismos escándalos, las mismas extrañezas y los mismos pasos atrás. No nos despistemo­s, no queremos más pan y circo.

La ultraderec­ha se nutre de símbolos e imágenes porque no se detienen a elaborar un programa político

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