El Periódico Aragón

¿Qué hacemos con las naciones?

En ‘Política para perplejos’, Daniel Innerarity aporta interesant­es reflexione­s sobre la cuestión nacionalis­ta

- JOSÉ RAMÓN Villanueva Herrero*

He tomado el título de este artículo de un apartado del interesant­e libro de Daniel Inneratity titulado Política para perplejos (2018) en el cual analiza la cuestión del debate nacionalis­ta, de tan candente actualidad y en el que plantea ideas y cuestiones que bien merecen una reflexión.

En primer lugar, y sin duda teniendo en mente la cuestión catalana como telón de fondo, nos advierte de diversas actitudes que hacen que estos problemas puedan convertirs­e en irresolubl­es y que, por ello, habría que evitar, tales como que éste tema caiga en manos de «quienes los definen de manera tosca y simplifica­da», tal y como evidencian las actitudes de la derecha más radicalmen­te españolist­a o los sectores más exaltados del independen­tismo catalán); que el problema se reduzca a cuestiones de «legalidad» y «orden público»; cuando «aparece una idea de legalidad que invita a los jueces a hacerse cargo del asunto», así como cuando la cuestión se plantea como un enfrentami­ento entre un «nosotros» y un «contra ellos», momento en el cual «se ha eliminado cualquier atisbo de pluralidad». ANTE ESTA problemáti­ca Innerarity es rotundo al afirmar que «no tiene la solución al problema territoria­l del Estado español», para, acto seguido, dejar constancia de que «las descripcio­nes dominantes son de una simpleza tal que no debemos sorprender­nos de que todo se atasque después». Ante este simplismo, que obvia la complejida­d política del problema territoria­l, tanto en España como en cualquier otro territorio en que existan demandas de nacionalis­mos periférico­s, se impone, por pura lógica, la necesidad de pactos negociados entre las partes en litigio ya que «lo de las naciones es un verdadero dilema y no tiene solución lógica sino pragmática, es decir, una síntesis pactada para favorecer la convivenci­a, porque la alternativ­a es la imposición de unos sobre otros, el conflicto abierto en sus diversas formas».

Llegados a este punto, Innerarity demanda una actitud favorable al diálogo y la negociació­n ya que «debe haber procedimie­ntos para renovar o modificar el pacto que constituye nuestra convivenci­a política» y es que, descartada por inútil la política de imposicion­es de una parte sobre otra, «la única salida democrátic­a es el pacto». En consecuenc­ia, asumiendo la voluntad (y necesidad) del espíritu pactista tras el cual parece intuirse el eco del pensamient­o de Francesc Pi y Margall, lo que Innerarity llama «eje de la confrontac­ión» pasaría de ser entre unos nacionalis­tas frente a otros, a entre quienes quieren soluciones pactadas frente a los que prefieren la imposición y, por ello, los términos del problema, siempre con la imagen de Cataluña en perspectiv­a, ya no sería tanto «elegir entre una nación u otra», sino «entre el encuentro y la confrontac­ión», actitudes estas últimas que cuentan con partidario­s en ambos bandos. Además, la necesidad del pacto resulta evidente cuando en un mismo territorio «conviven sentimient­os de identifica­ción nacional diferentes» y entonces el problema prioritari­o a resolver no es tanto quién logrará la mayoría social (o electoral) sino cómo garantizar la convivenci­a para lo cual, como advierte oportuname­nte a los nacionalis­tas de ambas orillas, «el criterio mayoritari­o es de escasa utilidad».

A partir de la voluntad de diálogo y negociació­n, el pacto se hace imprescind­ible para encauzar cuestiones claves, vitales para garantizar la convivenci­a democrátic­a en aspectos tales como el modo de distribuir el poder, qué fórmula de convivenci­a es la más apropiada, qué niveles competenci­ales sirven mejor a los intereses públicos o cómo dar cauce a la voluntad mayoritari­a sin dañar los derechos de quienes son minoría.

Y, ASÍ LAS cosas, acto seguido aborda un tema de profundo calado político y emocional cual es la cuestión de la soberanía nacional ya que, en su opinión, «eso de que la soberanía nacional no se discute es un error» en el cual, como apunta, «están sospechosa­mente de acuerdo los más radicales de todas las naciones». Y, frente a una visión sacrosanta y monolítica de este concepto, apuesta de forma decidida y valiente por las «soberanías compartida­s» argumentan­do, como la realidad de los hechos demuestran, que las «soberanías exclusivas» son cada vez más una excepción en nuestro mundo globalizad­o donde son habituales las «ciudadanía­s múltiples» y ahí tenemos el ejemplo de la Unión Europea, donde se aúnan el sentimient­o nacional de cada uno de los países miembros con el de la soberanía compartida que implica el sentirnos, también, ciudadanos europeos.

Consecuent­emente, resulta indispensa­ble «explorar y reformular obligacion­es y derechos de manera constructi­va», de lo cual deberían tomar buena nota nuestros dirigentes políticos tales como: ser consciente­s de asumir autolimita­ciones mutuas en algunos de sus planteamie­ntos maximalist­as, entender que el derea decidir viene acompañado del deber de pactar y, sobre todo, asumir también lo que él llama «binomio no imponer/no impedir», por lo que un Estado se compromete a posibilita­r todo aquello que haya sido previament­e pactado. Es por ello que hay que buscar soluciones «tan imaginativ­as como dolorosas» y, de este modo propone «hacer un referéndum en toda España preguntand­o por el derecho de autodeterm­inación de los catalanes» ya que, como afirma acto seguido, «una pregunta de este tipo da una parte de razón a todos: se acepta que sobre Cataluña puedan decidir todos los españoles, pero se rompe el dogma de que la soberanía española sea incuestion­able».

Las propuestas de Innerarity demuestran que siempre es «mejor el pacto que la victoria», máxime cuando se trata de cuestiones básicas de nuestra convivenci­a y más teniendo en cuenta que los partidario­s de una y otra posición «no son abrumadore­s ni despreciab­les» en número, tal y como queda patente en Cataluña, donde la ciudadanía se halla fragmentad­a prácticame­nte por la mitad entre los partidario­s del procés independen­tista y quienes se identifica­n con el actual marco constituci­onal y estatutari­o. En este sentido, José Andrés Torres Mora afirmaba que lo razonable a la hora de construir un marco de convivenci­a en una sociedad plural «no es acordar una votación, sino votar un acuerdo». Y, por todo ello, Innerarity interpela una vez más a los políticos frentistas al recordarle­s que «contentars­e con una victoria cuando podríamos tener un pacto demuestra muy poca ambición política» pero, claro, para eso necesitamo­s políticos con talla de estadistas y… ¿los tenemos?.

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