Navidad y la movilidad entre municipios han multiplicado los casos
Desde hace dos semanas, ocho localidades aragonesas permanecen confinadas perimetralmente: Zaragoza, Teruel, Ejea de los Caballeros, Alcañiz, Cuarte de Huerva, Utebo, Tarazona y Calatayud. Todas superaban en su momento la tasa de los 250 contagios por cada 100.000 habitantes y todas son poblaciones con más de 10.000 vecinos. Pero más allá de estos municipios, otros muchos pueblos están presentando cifras en el mes de enero no menos preocupantes. Si en vez de medir los contagios por cada 100.000 habitantes se calculan por cada 10.000, Calamocha, Utrillas y Benabarre superan las cifras de Alcañiz: mientras la capital del Bajo Aragón suma 39 contagios por cada 1.000 habitantes, Calamocha, por ejemplo, sube hasta los 44.
Estas otras localidades con un alto índice de contagios pero con menos de 10.000 habitantes no están confinadas porque el decreto que regula las restricciones no lo contempla, a pesar de que algunos pueblos, como Valdealgorfa, llegaron a solicitarlo (y se le denegó). La mayoría los pueblos de estos lugares han optado por recomendar, puesto que no pueden obligarlo, a la población a que se confine en sus casas de forma preventiva. Es el caso por ejemplo de Cetina, un pueblo de unos 600 habitantes en la comarca de la Comunidad de Calatayud. Hasta esta ola era uno de los pueblos aragoneses que había resistido el ataque del virus. Apenas habían sufrido contagios. Y desde que acabó la Navidad «han batido todos los récords». Un logro soportado durante nueve meses se ha desva
Eli es también vecina de Cetina, pero trabaja en Alhama de Aragón, en donde regenta una carnicería. Desde que estalló la pandemia reparte a domicilio para poder atender las necesidades de los habitantes de la zona que no puedan desplazarse. Se lo piden por Whatsapp y actualmente le atiende unos 15 o 20 pedidos cada día. «La gente tiene mucho miedo a salir, sobre todo los mayores. Cuando reparto ni me veo con la gente, dejo las bolsas en su puerta», explica la mujer. Su labor es un ejemplo de como el covid, a pesar de resultar igual de inoportuno, genera problemas diferentes más allá de la enfermedad. Eso sí, el origen es el mismo: «Esta semana la gente está más cauta por el susto pero antes pasabas por la puerta de algunos bares y veías a la gente toda junta y sin mascarilla», lamenta Eli, que echa en falta más presencia policial. «Ha habido fiestas en garajes en los que se escuchaba música y se ha llamado a la Guardia Civil y allí no fue nadie», lamenta.
Cerca de Cetina, en Jaraba, el covid también había pasado de puntillas hasta ahora. Los casos se contaban con los dedos de una mano, y ahora se han disparado. Detectaron primero un brote en un bar, que se cerró, pero el problema, cuentan los vecinos, es que mucha gente trabaja y hace la compra en localidades cercanas, como Calatayud, donde los casos también se han disparado. La movilidad es una aliada del coronavirus, pero según donde uno viva, no queda otro remedio que desplazarse. En la zona básica de salud de Alhama de Aragón, a la que pertenecen tanto Jaraba como Cetina, se han detectado en el último mes 121 contagiados, lo que supone que 36 de cada 1000 habitantes de este territorio tienen covid.
La cuarta ola en Aragón también está teniendo repercusión en Calamocha. Incluso más. En los últimos siete días se han diagnosticado 121 casos de covid, 267 desde que comenzó el mes. 44 de cada 1.000 personas que viven en esta zona están contagiadas. «En Navidad hubo pequeñas celebraciones pero tampoco mucho alboroto. No se sabe si los contagios vienen de ahí o de dónde», explica Sergio Martínez, director de Calamocha TV. El primer brote se detectó en una cuadrilla de señores que se juntaban para jugar a las cartas y otro surgió de un cumpleaños. Ahora, la transmisión es comunitaria.
En Calamocha su alcalde, Manuel Rando, también solicitó el autoconfinamiento a la población. Se han cerrado las instalaciones deportivas, se han cancelado las actividades culturales y este jueves pasado se realizó un cribado con tests a los alumnos del colegio Ricardo Mallén. «En los pueblos somos muy
Los excesos de la