El Periódico Aragón

Borde del descanso propició el tanto de un Zaragoza que protegió bien su renta

- J. OTO joto@aragon.elperiodic­o.com ZARAGOZA

Para escapar de ese pozo seco en el que lleva tiempo atrapado, el Zaragoza tiene claro que no ahorrará una gota de sudor. Enfundado en el mono de trabajo y a base de pico y pala, el equipo aragonés es consciente de que debe dejarse la piel en el empeño. No hay otra vía de escape posible. Solo el esfuerzo colectivo y la firmeza le sacarán de esta. Por si no lo sabía, JIM se lo ha dejado claro. La salvación pasa por la lucha incesante, la solidez, la sobriedad y el trabajo conjunto. Ese túnel que conduce a la vida requiere de constancia, pundonor y fe. Sufrir para ganar. Ganar como sea. Ser fuerte, aun feo. Pero formal y eficiente.

La victoria que permite al Zaragoza sacar el cuello del agujero se cimentó en una seguridad defensiva que lleva tiempo presidiend­o el juego de un equipo que, con JIM, ha encajado dos goles en cinco partidos de Liga y ninguno en las tres batallas libradas en casa. La Romareda, al fin, ha echado el candado. El problema, acaso, está más arriba.

Y eso que lo mejor de la primera parte fue el resultado. Porque el Zaragoza, espeso y desustanci­ado, nunca se encontró a gusto ante una Ponferradi­na que imponía su mejor disposició­n en el campo y su poderío físico para vencer en las disputas. Bermejo apenas aparecía y eso siempre es sinónimo de dificultad­es ofensivas para un Zaragoza que necesita al madrileño como el comer para huir del estatismo. Bien sujeto por los mediocentr­os visitantes, el dinamismo lo ponía Zanimacchi­a, casi siempre desplazado hacia el centro dejando el costado para las subidas de un Vigaray que apenas se prodigó más allá de un centro medido a la cabeza de Narváez, cuyo buen remate desvió Caro en una acertada intervenci­ón a los seis minutos.

Pocas noticias habría más en ataque en todo el primer periodo por parte de un Zaragoza que, al contrario de lo que había pasado hace siete días, tuvo al árbitro de su lado cuando, superado el primer cuarto de hora, Arcediano vio falta en un leve toque de Kaxe a

Chavarría justo antes de que el despeje del catalán acabara en la bota derecha de Romera, cuyo misil había perforado la red.

Pero el cuadro de JIM acusó el susto y permaneció un buen rato envuelto en sudores fríos y temblores. Kaxe, que no acertó a conectar bien un centro de Curro, y Pascanu, con un disparo lejano que acabó en Cristian, dejaban claro que los visitantes se encontraba­n más a gusto en el césped ante un Zaragoza inferior en la medular y al que se le aparecería San Valero justo antes del descanso. Fue en un centro de Bermejo que fue a parar al brazo derecho de Diori. El penalti no ofrecía dudas, pero Arcediano prefirió dejarlo en manos del VAR, que le mandó derecho a los once metros. Narváez no falló y el Zaragoza llegaba al descanso con más recompensa de la merecida.

JIM, consciente de la benevolenc­ia del luminoso, reordenó a su equipo dando entrada en el intermedio a James por Zanimacchi­a en busca de más fuerza y músculo en la medular. El Zaragoza, en un 4-1-4-1, agradeció el movimiento y dejó de padecer tanto en las disputas. La Ponferradi­na, por su parte, tardó en digerir el cambio de sistema de su rival.

Antes del cuarto de hora, Álex Alegría estuvo cerca de la luz pero su remate, obstaculiz­ado por Pascanu, acabó manso en las manos de Caro. El lance, que bien podía haber sido juzgado como penalti, no fue tal para Arcediano, que no consideró suficiente el contacto como para desequilib­rar a Alegría. Justo antes, Erik Morán había mandado cerca del palo un remate escorado.

Un claro penalti al

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